Viraje hacia la vida. Enrique Leff
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La Racionalidad Ambiental orienta la deconstrucción del mundo que ha sido guiada por la voluntad de dominio de la naturaleza por la racionalidad tecnoeconómica, por la voluntad de unificación del logos y la unidad de la ciencia, hacia un mundo fundado en la ontología de la vida, es decir, en la fuerza emergencial que lleva a la diferenciación y a la diversidad biológica. Para ello habremos de aprender a vivir y a convivir en un mundo de diversidad cultural. El gran desafío de la humanidad en esta transición histórica es el de aprender a construir sociedades neguentrópicas en un mundo de diversidad biocultural, donde la Racionalidad Ambiental podrá ser la categoría filosófica que ofrezca un punto de vigilancia epistemológica para orientar los procesos de la vida. Para ello hemos de reconocer que en el fondo de todos estos procesos está la voluntad de poder como una condición humana; para traducir la voluntad de dominio en una voluntad de poder querer la vida; para acoger y habitar la vida en la inmanencia y en los sentidos de la vida. Esos son los giros que se subsumen en la categoría de Racionalidad Ambiental que como toda categoría filosófica, antes que un Universal y un a priori de la razón, es un llamado a pensar lo por pensar. La Racionalidad Ambiental no es un paradigma, sino un enigma.
Todo lo anterior nos llama a cuestionar nuestros modos de pensar; a deconstruir nuestros paradigmas científicos, a modificar nuestros modos de actuar en el mundo para abrirnos a reconstruir nuestros mundos de vida. Ese es el sentido de reaprender a vivir la vida en las condiciones de la vida. La vida no es sin condiciones. Tendremos que comprender y hacernos cargo de nuestra condición entrópica y neguentrópica; de nuestra condición simbólica, inconsciente y cultural. Pues antes que venir del ser, el ser humano adviene al mundo desde “una falta en ser” como dijo Lacan. Y esa falta en ser impulsa una voluntad de dominio que debemos reconocer; que hay que saber refrenar, alterar y reconducir en los sentidos de la vida. Tendremos que reaprender a entender cómo se configura el orden simbólico del cual deriva el sentido existencial y las condiciones de sustentabilidad de nuestras vidas.
Eso nos lleva a romper el cerco de la modernidad reflexiva que no piensa más allá de los reflejos y retroacciones que le ofrecen sus ejes constitutivos de racionalidad; que piensa que el mundo ha llegado al fin de la historia y no piensa que hay otros modos de comprender la vida, desde donde se encausan los movimientos sociales por la reapropiación de la naturaleza y la “empropiación” de la vida desde los modos de existencia de los Pueblos de la Tierra. Pues solo si logramos reencausar la vida podremos aspirar a un futuro sustentable y con sentido; aspirar a una vida fundada en la diversidad de la vida.
La Racionalidad Ambiental nos lleva a pensar cómo influye el pensamiento en el curso de la historia. Pues si en la historia se decantan los modos de pensar el mundo, si la crisis civilizatoria es producida por la cristalización del modo hegemónico de pensar el mundo, de la racionalidad económica globalizada, debemos pensar la influencia del Logos Humano en las ideas, en las teorías, en los discursos, en los imaginarios, en el curso de la historia, y sus efectos en los flujos y los influjos de la vida.
El pensamiento metafísico se instauró en el mundo como mecanismo que traza los caminos del progreso, que impulsa las inercias que mueven al mundo hacia un futuro ya predestinado, predeterminado por la racionalidad instaurada en el mundo. Ante la crisis ambiental como crisis del pensamiento, surge la pregunta, ¿cómo deconstruir el pensamiento que ha conducido al mundo hacia la crisis ambiental? Pero sobre todo, ¿cómo deconstruir las estructuras armadas por el pensamiento, instituidas e institucionalizadas por la racionalidad que gobierna el mundo? Más allá del método hermenéutico y deconstruccionista que abre el entendimiento a la manera como se fue forjando el Logos Humano, y desde allí los regímenes ontológicos que gobiernan al mundo, a los mundos de la vida que impactan y orientan la evolución creativa de la vida, la gran pregunta es la que busca saber si aún puede, y ¿cómo podría el pensamiento reconducir los destinos de la humanidad?
El pensamiento de la posmodernidad no anuncia el futuro. El deconstruccionismo desentraña la parte oculta del no saber del saber de la modernidad; revive el pensamiento estoico y barroco para dilucidar otras raíces de la diversidad ontológica del mundo. Pero no conduce la reconstrucción del mundo desde una ontología de la vida. Por otra parte, todo pensamiento que intenta dar fundamentos para abrir los cursos de la historia y para “dejar ser” a otros mundos posibles, aparece como ideal anacrónico o extemporáneo, fuera del tiempo posible, como señales del off-side y el time-out de la teoría. Suele decirse que los pensamientos premonitorios se adelantan a su tiempo. La humanidad ha dedicado grandes esfuerzos para desentrañar las raíces de pensamientos precursores de nuevas teorías, que anunciaban otros devenires: desde el estoicismo de Zenón de Citio, 300 años a.C., cuya doctrina filosófica buscaba el control de los hechos que dominan y perturban la vida, hasta las mónadas de Leibniz, el vitalismo de Bergson fundado en una ontología de la vida, o la otredad de Lévinas, de la vida humana orientada por una relación ética más allá y “de otro modo que ser”, o del “vivir bien” de los Pueblos de la Tierra; de todos esos pensamientos e imaginariois que han quedado sepultados y olvidados, despreciados y subordinados por el pensamiento cartesiano y la racionalidad dominante.
La Racionalidad Ambiental que emerge de la crítica de la racionalidad tecnoeconómica, ¿surge a tiempo para abrir otros mundos posibles? Sin duda la Racionalidad Ambiental es un pensamiento de su tiempo, es lo por-pensar de lo no-pensado que como falla del pensamiento que desencadenó la crisis ambiental; es lo por-pensar para reconducir los destinos de la humanidad y de la vida en el planeta. Pero, ¿es un pensar a des-tiempo? ¿Está ese pensamiento a tiempo de cambiar los tiempos desencadenados por la racionalidad tecnoeconómica en la entropización del planeta? Algunos dirán que es una utopía, que está fuera de lugar y tiempo, que es un imposible. Y en efecto, en el tiempo necesario para pensar la deconstrucción de la racionalidad imperante y la construcción de otra racionalidad posible, avanzan los procesos destructores de la naturaleza, generadores de entropía, que erosionan las condiciones en las que pudiera construirse otra racionalidad, una Racionalidad Ambiental. Al tiempo que se piensa un modo de producción fundado en la productividad neguentrópica de la biosfera, avanzan los procesos de homogeneización de cultivos, de desestructuración de los ecosistemas: de entropización de sus condiciones de resiliencia y productividad de la biosfera. La teoría de lo posible pierde su posibilidad en la medida en que avanza la destrucción de las condiciones materiales y simbólicas, naturales y culturales desde las cuales lo imposible sería posible. Tal es la paradoja de los contratiempos del pensamiento en el transcurrir de la historia. Las razones del progreso tecnológico se han convertido en razones de fuerza mayor, como dijera Eduardo Nicol.
Surge así la pregunta más enigmática sobre el acontecimiento de la vida en el curso de la historia. No solo para ver cómo se inscribe y se adapta la vida a una historia cuyas determinaciones fundamentales han sido trazadas por la destinación del ser. Empero, la vida resiste y reexiste en otros mundos de la vida; la vida anida en seres individuales y colectivos cuyos modos de ser dan un sentido diferente a la historia. Como en el reclamo