Políticas culturales: acumulación, desarrollo y crítica cultural. John Kraniauskas
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Políticas culturales:
Acumulación, desarrollo y crítica cultural
John Kraniauskas
Índice
1. La globalización es ordinaria: la transnacionalización de los estudios culturales
2. La “hibridez” en un marco transnacional: perspectivas latinoamericanistas y poscoloniales en los estudios culturales
3. El “trabajo” de la transculturación: cultivar, traducir, acumular
5. Diferencia y desarrollo: sobre la acumulación espiritual y la política de la libertad
6. El (pos)marxismo político: notas sobre Ernesto Laclau
Epílogo. Desarrollos anómalos, retóricas populistas: Ernesto Laclau (1935-2014)
Introducción
Los ensayos de este libro han sido escritos a lo largo de los últimos quince años. Son una serie de reflexiones teóricas más o menos autónomas, pero que pueden leerse en una suerte de contrapunto de los ensayos interpretativos de mi libro Políticas literarias: poder y acumulación en la literatura y el cine latinoamericanos, publicado por la Flacso México en 2012. Si en aquél los objetos de análisis son literarios y cinematográficos, en este volumen son más bien teóricos, pues abordan cuestiones de la crítica cultural contemporánea mediadas, primero, por mi interés en los estudios culturales (como cofundador y coeditor, entre 1992 y 2011, del Journal of Latin American Cultural Studies [Travesía]) y, segundo, en los estudios subalternistas (como miembro por un tiempo breve, aunque fructífero, del Latin American Subaltern Studies Group, entre 1996 y 2000). Ambas obras, sin embargo, las mueve una suerte de intención de nutrir, e incluso “transculturar”, la teoría marxista en cuanto crítica cultural.[1] En este sentido es fundamental la experiencia cultural y “desigual” del capitalismo en América Latina, y su reflexión teórica en el campo de los estudios latinoamericanos (por eso los conceptos clave de esta obra son desarrollo y acumulación, ambos presentes en su título). Tal es el horizonte histórico e interpretativo de Políticas literarias… y Políticas culturales…: representan la interpretación y la teoría, las dos caras de un mismo intento de “pensar” (o de un proyecto intelectual más o menos marxista y latinomericanista).
De manera similar a Políticas literarias…, la idea de “política” en el título de este volumen tampoco se refiere a las políticas estrictamente estatales relativas a cuestiones culturales de manera directa —por ejemplo, la administración del patrimonio nacional o supuesto “capital” cultural de un país o región; lo que en inglés se llama cultural policy—, sino a las políticas explícitas e implícitas de las teorías o conceptos discutidos. De hecho, es posible decir que la instrumentalización reciente y creciente que han hecho como “política” (policy) el capital y el Estado de los estudios culturales (o sus equivalentes, en cuanto producen el objeto “cultura”), incluida su interiorización en el campo intelectual proveyendo su aspecto “pragmático”, los ha vaciado gradualmente de su dimensión crítica original, lo que contribuye al desvanecimiento de sus horizontes e intenciones emancipatorias.[2] En otras palabras, el giro pragmático de los estudios culturales incluye un giro estatal en el pensamiento crítico.
Esa historia se discute parcialmente en los dos primeros capítulos de este libro. En “La globalización es ordinaria: la transnacionalización de los estudios culturales” se parte, precisamente, de la globalización contemporánea de los estudios culturales (tal como se la refleja en una serie de textos preparados a mediados de 1990 para un programa universitario dirigido por Stuart Hall), a fin de trazar la historia conceptual de sus reconfiguraciones desde sus orígenes, en especial en Inglaterra. Los estudios culturales emergieron de una crítica cuasi antropológica que, en la obra temprana de Williams, se realizó de nociones conservadoras de “cultura” (asociada a objetos o sujetos más o menos “cultos” o “cultivados”), así como de una crítica de los usos reproductivistas del concepto de “ideología” por parte del marxismo convencional en sus análisis de las formas culturales (a partir, por ejemplo, de Adorno, Althusser y Lukács, donde los lectores o espectadores son siempre “enajenados”, “engañados” y/o “interpelados” de manera más o menos exitosa por la ideología dominante). Aventuro incluso la sugerencia de que los estudios culturales más radicales representarían una contribución específicamente “británica” al emergente marxismo occidental (Western Marxism), en las décadas de 1960 y 1970. Al mismo tiempo, sugiero también que al intentar la transformación de la crítica de la ideología por medio de la recuperación de la experiencia popular, los estudios culturales siempre peligran en caer en un populismo culturalista; lo que llamo “consumo sin producción”.[3] Desde esta perspectiva, el populismo no puede considerarse como un peligro que amenace los estudios culturales desde afuera porque les es constitutivo. Lo que no podría ser de otra manera.
Ahora bien, parafraseando a Kant, describo el espacio crítico del concepto de “cultura” de los estudios culturales de la siguiente manera: (la crítica de) la ideología sin (el análisis de) la cultura es vacía; (el análisis de) la cultura sin (la crítica de) la ideología es ciego(a). Este es el espacio conceptual tenso creado y ocupado por el Birmingham Centre for Contemporary Cultural Studies bajo la dirección de Stuart Hall, en la década de 1970.[4] Es una fórmula descriptiva que podría extenderse a los otros conceptos y perspectivas discutidos en los demás capítulos: así, la “subalternidad” sin la “transculturación” es vacía, y la “transculturación” sin la “subalternidad”