Políticas culturales: acumulación, desarrollo y crítica cultural. John Kraniauskas

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Políticas culturales: acumulación, desarrollo y crítica cultural - John Kraniauskas

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seis volúmenes Culture, media and identities, publicada a fines de la década de 1990, que incorpora y resume muchas, si no es que todas, las mutaciones y transformaciones del concepto crítico de cultura (Du Gay et al., 1997; Hall, 1997; Woodward, 1997; Du Gay (ed.), 1997; Mackay, 1997; Thompson, 1997).

      De todas las antologías e introducciones a los estudios culturales publicadas en los últimos años, probablemente esa serie sea la más interesante. Esto se debe a que nos muestra los estudios culturales en plena actividad, tanto como una disposición analítica, como una pedagogía alternativa. No obstante, la historia del campo de estudio aquí evocado presenta una característica fundamental: la inflación teórica del concepto de “cultura” en tanto forma de pensar las relaciones de poder y, al mismo tiempo, la devaluación —casi hasta la invisibilidad— del poder conceptual de ideología y hegemonía en tanto indicadores críticos del dominio de clase.[16] Si durante la década de 1970 hubo un acercamiento crítico hacia el marxismo por parte de los estudios culturales, estos textos reflexionan, en cambio, sobre su posterior alejamiento.

      El circuito de la cultura

      El Curso D318 de la Open University (la Universidad Abierta), “Culture, Media and Identities”, está organizado en torno a cinco procesos culturales: representación, identidad, producción, consumo y regulación. Hay un tomo dedicado a cada uno de esos procesos. Éstos, en su conjunto, conforman lo que los organizadores del curso (y los editores de los tomos) llaman “el circuito de la cultura”. Hay también otro excelente tomo introductorio, dedicado a la importancia cultural del walkman de Sony, que analiza una articulación específica de los cinco procesos en conjunto. En la serie, cuyo alcance es ejemplar, la exégesis teórica y una aproximación interdisciplinaria se combinan con investigaciones sobre una gran variedad de historias, prácticas, objetos y sujetos que, además, hacen referencia cruzada con otros momentos del circuito de la cultura analizados en otros tomos. De esta manera queda enfatizada la idea de una multideterminación compleja que atraviesa todo el circuito.

      Doing cultural studies: The story of the Sony Walkman (“Haciendo estudios culturales: la historia del walkman de Sony”), escrito por cinco miembros del equipo encargado del curso, introduce al estudiante-lector en la idea del “circuito de la cultura”. Este último es puesto a funcionar aplicándole un objeto cultural cuidadosamente escogido que condensa muchas de las cuestiones abordadas en la serie, algunas de las cuales no se mencionan en el circuito. Una de ellas es la globalización, sobre la que regresaré más adelante. Otra es la relación entre las esferas de lo privado y de lo público. De esta última se ocupa el capítulo dedicado a la regulación, que es el proceso dentro del circuito de la cultura que se encarga de observar cuáles son los papeles de la ley y el mercado en la regulación de la cultura, así como el papel de la cultura en la regulación de la ley y el mercado. Lo importante aquí es que el walkman tiende a traspasar las esferas pública y privada a contrapelo de “la creciente privatización de la vida cultural”, lo cual, por extraño que parezca, acaba dejándolo siniestramente “fuera de lugar”. Por supuesto, si consigue esto es porque anula la oposición e invierte la norma, es decir, facilita la escucha y el entretenimiento privado en público (Du Gay et al., 1997: 120).

      Por lo tanto, cuando la dimensión transgresora de este acto de escucha aparece en las discusiones bajo el rubro de “consumo”, no es de extrañar que el fantasma del populismo tal y como lo diagnosticara Meaghan Morris en la década de 1980 —consumo sin producción— vuelva a emerger, como lo hace también la relación entre los estudios culturales y la Escuela de Frankfurt. Y aparece en conexión con uno de los mismos críticos señalados por Morris —Ian Chambers— cuya descripción de la forma en que el walkman diluye las fronteras entre las esferas pública y privada ha sido retomada por los autores del tomo.

      Según Du Guy et al., la mejor manera de interpretar el consumo es, por un lado, como “la producción del sentido mediante el uso” —el momento populista recuperativo (y antiideológico) de los estudios culturales (que caracteriza igualmente la dimensión administrativa de la obra de García Canclini)— y, por el otro, como un fenómeno permanentemente inscrito en una “compleja geometría del poder” que “reconoce la naturaleza irregular y diferenciada del uso del Walkman” (Du Gay et al., 1997: 108, 109).[17] Los autores del libro esgrimen la diferencia como argumento para rebatir la versión totalizante y binarizada de Chambers, donde el consumo se opone a la producción, y prefieren hallar tanto las continuidades entre los códigos que rigen la fabricación, comercialización y empleo del walkman (incluyendo aquellos considerados transgresores), como las discontinuidades. Así, el paradigma recuperador de los estudios culturales no pierde vigencia, pero es radicalizado en una dirección no-populista mediante un llamado a la contextualización diferencial —o a la “contingencia”— prescindiendo en cambio de la recuperación ideológica como es definida por el marxismo occidental (por ejemplo, mediante una intensificación contradictoria de la noción burguesa del individualismo posesivo, sea o no liberador, a través del entretenimiento). Aunque no dejan de reconocer que hay un cierto grado de reproducción en el consumo, los autores se resisten a la crítica de la ideología y el diagnóstico político, decantándose más bien por un historicismo radical, o “nuevo” (Mackay, 1997: 1-11). La “articulación” de los distintos momentos del circuito cultural, insisten los autores, no son “necesarios, determinados ni absolutos y esenciales para siempre; más bien [sus] condiciones de existencia o emergencia deben buscarse en las contingencias de la circunstancia” (Du Gay et al., 1997: 3).[18] En esta nueva mutación en el paradigma de los estudios culturales, la ideología —y algunos tal vez añadan a la historia— se pierde entre la necesidad y la contingencia.

      Los cinco tomos dedicados a los procesos distintos pero relacionados que constituyen el circuito de la cultura se ocupan de investigar una gran variedad de prácticas y formas culturales (fotografía, narración de cuentos, cine y música) a la par que bosquejan los paradigmas cambiantes de los estudios culturales desde 1970. Los giros lingüísticos y psicoanalíticos de la crítica cultural juegan papeles importantes en esta historia, como también lo hacen en los análisis de las subjetividades sexualizadas, racializadas y de género (gendered) sobre las cuales se reflexiona a lo largo de toda la serie, sobre todo en Representation: Cultural representations and signifying practices, editado por Stuart Hall (1997b), e Identity and difference, editado por Kathryn Woodward (1997). Lo que estas publicaciones dan a entender con mayor claridad al lector-estudiante es que la tarea de los estudios culturales consiste no sólo en recuperar las experiencias de modernidad, hegemonía, colonización, industrias culturales y demás, sino también las formas como se intersectan los dominios de lo social y lo psíquico para constituir sujetos, identidades y agentes sociales. A este respecto sin duda es de crucial importancia el “trabajo de representación” (Hall, 1997: 13-64), y es por ello que en su capítulo sobre el tema, Stuart Hall recuerda a sus lectores el lugar central que los estudios culturales han otorgado al paradigma semiótico, desde el estudio del mito y la moda en Roland Barthes con sus inflexiones antropológicas (Levi-Strauss) y psicoanalíticas (Lacan), pasando por la sociodialógica de Voloshinov, hasta, más allá, las nociones foucaltianas del discurso y el saber-poder. La semiótica y la teoría del discurso, al combinarse con el psicoanálisis, adquirieron mayor importancia para los estudios culturales como formas de reflexionar sobre la gramática social de la subjetividad en su decurso a través de la psique, ofreciendo nuevas posiciones sociales susceptibles de ser ocupadas, deseadas, negadas. Siguiendo esta lógica, en las décadas de 1970 y 1980, los estudios culturales recuperaron y transformaron de forma crítica concepciones más viejas de la “cultura” que en su momento habían sido diseñadas para moldear —es decir, “mejorar”— a los sujetos (Lloyd y Thomas, 1998). Hoy en día, las pautas que sirven para imponer dicha transformación cultural son, no hace falta decirlo, la “modernización” y el “desarrollo”.

      Los capítulos siguientes en el volumen se enfocan en una gran variedad de prácticas significantes regulativas, concentrándose mayoritariamente en formas visuales icónicas de alocución (address) —tan importantes para el psicoanálisis— y cuestiones relativas a la mirada y la exhibición (display) en

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