El cuerpo en la danza. Núria Massó Ortigosa

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El cuerpo en la danza - Núria Massó Ortigosa

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creado tiempo antes, junto con un equipo de colaboradores, con el objetivo de llenar un vacío que existía en la atención y seguimiento médico del bailarín. Por otro lado, mi trabajo como investigadora me permitía tratar algunos temas desde la curiosidad y con una perspectiva abierta.

      No obstante, mi trabajo diario me acerca a personas con afecciones importantes, incluso invalidantes, para los movimientos más básicos o para el mantenimiento postural, y que me exigen un esfuerzo de análisis importante encaminado a su posterior mejoría siempre que sea posible. Por ello, el esfuerzo por mejorar el trabajo de alguien como el bailarín, que posee una control postural y dinámico tan desarrollado, podía parecer superfluo. Curiosa-mente, estos contrastes vividos en mi experiencia profesional no hicieron más que avivar el interés tanto por uno como por otro aspecto.

      No he pretendido crear un tratado completo de medicina de la danza. Me he centrado en tratar algunos de los temas que en mi opinión son de mayor interés para el estudiante, el profesor o el coreógrafo. Haciendo un esfuerzo de selección, en el contenido final siempre faltarán temas que algunos lectores pueden echar en falta, y que quedan excluidos por criterios de selección basados en intereses generales y en mi propia experiencia personal. Quedan asuntos interesantes por tratar, como son la función y las afecciones del codo y la mano, que son sobreutilizados en algunas modalidades de danza. También quedan temas del ámbito de la fisiología y la nutrición, temas que son importantes para el bailarín. Tampoco se incluye en este libro capítulo alguno sobre psicología, salvo el estrechamente ligado a la patología musculoesquelética y las situaciones que ésta genera en el bailarín o en la compañía.

      Deseo aportar una ayuda en algunos aspectos de la formación y preparación del bailarín. Deseo que el estudiante, así como el profesional dedicado a la escena o a la enseñanza, encuentren en este libro un soporte para su formación y una ayuda en determinadas situaciones. Deseo también que despierte su interés por una parte del conocimiento de su profesión. Incluyo en ello a las personas que practican la danza de forma amateur y que pretenden disfrutar de la experiencia de una práctica artística tan especial.

      No me gustaría limitar la utilidad de este libro al profesional de la danza, sino hacerlo extensible al profesional de la salud con interés especial por el tema. Por ello existen capítulos o párrafos más orientados a uno u otro de los dos campos profesionales.

      Es importante para el ser humano disfrutar de aquellas actividades que le permitan el desarrollo de sus capacidades particulares. La danza puede canalizar la expresión de ideas, hechos y sentimientos. Es una suerte para el practicante poder desarrollar una actividad que le permite manejar su capacidad de movimiento, su posición en el espacio y su expresividad. Cuando la danza va ligada a un compromiso profesional, corre el riesgo de perder algunos aspectos positivos si no sabemos medir y controlar factores como la autoexigencia, la tolerancia a la presión externa y la rigidez de conceptos. Por ello creo que es importante potenciar un conocimiento y un cuidado del cuerpo que permitan disfrutar sabia y relajadamente de éste y de sus capacidades expresivas.

       Núria Massó

1Biomecánica de la extremidad inferiorNúria Massó

      “El arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo que no siempre lo es” Paul Klee

      Mientras estamos despiertos, nuestro contacto con el suelo es, gran parte del tiempo, a través del pie. Aunque no lo parezca, éste es un aspecto funcional sumamente importante que hace que nos deten gamos a estudiar de una forma especial esta parte de nuestro cuerpo. A partir de algunos receptores del sistema nervioso situados en el pie recibimos una información esencial sobre cómo se realiza este contacto y sobre la postura del cuerpo. Además, el pie constituye la base sobre la que el resto del cuerpo se sustenta. Por otro lado, su movilidad condiciona la del resto de la extremidad. Aunque abordamos la extremidad a través de distintos segmentos (pie-tobillo, rodilla, cadera), hay que entender que éstos están absolutamente relacionados entre sí, y que la postura y el movimiento de uno condicionan los de los otros.

      Nos sostenemos sobre uno o dos pies una gran parte de nuestra vida. Para nosotros es algo natural y que no implica un esfuerzo consciente. Raramente nos paramos a pensar en qué mecanismos internos ponemos en marcha cuando permanecemos de pie, ya que para nosotros es algo habitual y aparentemente sencillo. Para llegar a permanecer sobre dos pies, hemos recorrido un largo proceso evolutivo a partir de nuestros antepasados, proceso que ha implicado cambios evidentes de la estructura ósea de nuestros pies, pero también de nuestra estructura esquelética en general. También se han producido cambios lógicos de la organización y función de nuestros músculos para luchar contra la acción de la gravedad y para lograr posturas estables y acciones seguras. Nuestro sistema nervioso se ha adaptado con el fin de mantener el equilibrio en posiciones más inestables que la antigua posición cuadrúpeda. Incluso se han visto implicados otros sistemas como el digestivo y los sistemas de control de la temperatura corporal y cerebral, que cambian al situar el tronco y la cabeza en posición erguida.

      En antepasados del ser humano como el Australopithecus africanus se aprecian rasgos en la forma del pie y la cadera próximos a los nuestros y que estarían directamente relacionados con nuestra forma de estar y caminar (figura 1-1). Su pie ya cuenta con unos arcos próximos a los existentes en nuestro pie. Sus dedos se posicionan de forma más adaptada al caminar que a la prensión. La forma de sus caderas y rodillas va buscando adaptaciones posturales comprometidas con la búsqueda del control del centro de gravedad. Sus glúteos se desarrollan y posteriorizan (Arsuaga L., Martínez I., 2006). Y, no obstante, aún le queda mucho para conseguir la postura y el movimiento que consideramos propiamente nuestros.

      Figura 1-1. Esqueleto del pie de un primate primitivo (izquierda) y esqueleto de un pie humano actual (derecha).

       EL PIE

      El pie constituye una compleja estructura adaptada a las funciones que debe cumplir, que son esenciales para la vida. Podemos resumir estas funciones en:

       Contacto con el suelo. A través del pie tomamos contacto con el suelo la mayor parte del tiempo. El pie cuenta con gran cantidad de receptores a nivel de la piel, de la articulación, de los músculos y tendones, que recogen constantemente información sobre cómo contactamos con el suelo, la posición que mantienen el pie y el tobillo, etc. Esta información llega al sistema nervioso central (encéfalo y médula espinal) y no sólo permite conocer la información, sino que también desencadena las reacciones y cambios posturales necesarios en cada instante para mantener el equilibrio.

       Soporte y transmisión del peso corporal al suelo. Los pies soportan el peso corporal, que es transmitido al suelo a través de él o ellos (según estemos en mono o en bipedestación).

       Locomoción. Para desplazarnos, utilizamos una secuencia de movimientos (la marcha humana) para la cual es esencial la función de todo el pie.

       En el caso de la danza, el gesto. Los movimientos de la danza suelen implicar desplazamientos y actitudes posturales con un gran requerimiento articular y muscular por parte del pie.

      Desde la globalidad

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