El cuerpo en la danza. Núria Massó Ortigosa

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El cuerpo en la danza - Núria Massó Ortigosa

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estructuras articulares y musculares que encontramos en toda la extremidad inferior, incluso de las del tronco. Por ello haremos una constante referencia al pie, la rodilla y la cadera como partes con una funcionalidad que interfieren la una con la otra. Así, veremos la interacción entre la forma, la estructura y la función de unas sobre las de las otras.

      Lo que acabamos de mencionar es aún más relevante cuando nos centramos en la danza, al observar la influencia que tienen las variaciones morfológicas (de la forma) de la cadera, por ejemplo, sobre otros elementos. Asimismo, su forma influye en la manera de contactar el pie con el suelo, en la de caminar o en el nivel de en déhors (rotación externa de la extremidad inferior) que conseguirá cada individuo.

      Desde un punto de vista anatómico (forma y estructura) dividimos el pie en tres partes, a las que llamamos tarso, metatarso y falanges. Cada parte cuenta con varias articulaciones. Desde un punto de vista funcional (papel que desempeña) el pie posee tres zonas con misiones distintas (figuras 1-2a y 1-2b). Estas zonas son el retropié y el antepié. Si concretamos mucho la función, aún podemos distinguir una tercera, que es el mediopié. Todas ellas participan en la bipedestación y en los movimientos del pie. No obstante, cada una de estas zonas posee alguna función más específica de ella misma.

      Figura 1-2a. El pie en una visión plantar.

      Figura 1-2b. El pie en una visión medial.

      En concreto, el retropié posee una estructura (esencialmente el hueso calcáneo) preparada para la función de carga, recibiendo y soportando una parte importante del peso que le llega. De las fuerzas que debe soportar el pie cuando estamos en bipedestación, un 60% se dirigen hacia el retropié y un 40% se dirigen hacia el antepié (Viladot Voegeli, 2000).

      El retropié es el primero que contacta con el suelo durante la marcha (contacto inicial, recepción o implantación del paso, adaptación al terreno).

      El antepié (lo que para algunos englobaría medio y antepié) es menos rígido, pero posee un mayor número de piezas óseas y por lo tanto mayor movilidad. Cumple esencialmente las siguientes funciones: adaptación al terreno sobre el que caminamos y propulsión del paso en el ciclo de la marcha (entendiendo como ciclo de marcha el intervalo comprendido entre dos choques de talón sucesivos de un mismo pie con el suelo).

      En la danza, el antepié adquiere un protagonismo especial debido a la importancia de las posiciones en media punta y punta. Es decir, en la danza, el antepié asume a menudo los dos tipos de funciones (soporte del peso y movilidad). Además, requiere un grado de movilidad importante.

Podemos resumir las funciones del pie de la siguiente manera:
Conjunto del pie Bipedestación Locomoción Contacto con el suelo En el caso de la danza, el gesto dancístico
Retropié Soporte de la carga Recepción del paso Adaptación al terreno (corresponde a las articulaciones subastragalina y de Chopart)
Antepié Movilidad Propulsión del paso En la danza, soporte del peso

       EL TOBILLO

      Cuenta con dos articulaciones:

       Articulación tibioastragalina: es la responsable de los movimientos de flexión y extensión del tobillo.

       Articulación tibioperonea inferior: con poca movilidad pero importante para los movimientos del conjunto pie-tobillo.

      Desde un punto de vista funcional, no podemos separar la función de estas dos articulaciones de la de una tercera y cuarta, la articulación subastragalina y la de Chopart (figura 1-3), gracias a las cuales podemos coordinar la acción del tobillo (con sus movimientos de flexoextensión, en un plano sagital) y la del pie (con sus movimientos en el plano frontal).

      Figura 1-3. Articulaciones del tobillo.

       CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL CONJUNTO PIE-TOBILLO

       La bóveda plantar

      Utilizamos este término arquitectónico para referirnos a la estructura arciforme del pie, en la que podríamos dibujar varios arcos longitudinales y transversales (figuras 1-4a y 1-4b). En ella podemos distinguir:

      Figuras1-4a-b. a) La bóveda plantar. b) Sistemas de estabilización en las caras medial (imagen superior) y lateral (imagen inferior).

       Tres puntos de apoyo (dos anteriores y uno posterior).

       Tres arcos principales:

      – externo (el más rígido),

      – interno (el más flexible),

      – anterior (sólo presente en situación de descarga).

       La clave de la bóveda, el hueso astrágalo, que recibe y transmite el peso hacia el retropié y el antepié.

      En carga (cargando el peso del cuerpo sobre el pie), estos arcos, especialmente el interno y el anterior, pierden curvatura. En la danza, cuando esta carga se realiza únicamente sobre el antepié (posiciones de media punta y punta), la bóveda debe mantener su correcta estructura arciforme, y lo hace mediante la acción de los músculos, que actúan como un elemento “tensor” (figura 1-5).

      Figura 1-5. El pie en media punta y la acción de los músculos.

      La forma de la bóveda plantar y la posición del retropié condicionan el tipo de apoyo que veremos más tarde (pie cavo, plano o normal).

      En condiciones normales, cuando cargamos el peso sobre ambos pies, el pie se “derrumba” hacia dentro debido a la distribución del peso y a la mayor flexibilidad del borde interno del pie. Por esto es normal observar en bipedestación una leve inclinación del talón en valgo o hacia dentro, que queda limitada y controlada por la acción de los elementos estabilizadores (figura 1-9).

       Sistemas de estabilización

      Son los mecanismos que posee el pie para controlar su postura y forma, así como para evitar lesiones debidas a algún movimiento demasiado amplio o rápido.

      Estos

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