Educar para ser. Francisco Riquelme Mellado

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Educar para ser - Francisco Riquelme Mellado Biblioteca Innovación Educativa

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      Spot audiovisual “Efecto Pigmalión”, Divina Pastora, 2015.

      • La motivación

      Motivar es “dar motivo” y generar movimiento. Sin acción no hay realización. El aprendizaje transformacional es la acción que detona la potencialidad, los talentos y capacidades de los alumnos desde la construcción de un sentido. Motivar es también “alumbrar”, dar a luz en el mismo sentido que Sócrates concibió su mayéutica.

      • El compromiso

      El vínculo emocional construido con escucha, respeto y confianza genera en el alumno un compromiso voluntario para madurar y crecer. En el docente ese compromiso le hace mantenerse activo en el proceso. El comprometerse ya no es una obligación forzada, sino que hay en ella una implicación más importante, la propia, en la que puede encontrarse el principio del placer y no tanto el del deber.

      Desde la acostumbrada motivación externa y la exigencia se apela al esfuerzo. Pero cuando la motivación es interna, propia, el alumno está en condición de asumir su propia responsabilidad y disfrutar con el aprendizaje y sus tareas; la actitud es más positiva.

      El esfuerzo por sí mismo no es un valor más allá de lo instrumental. El esfuerzo se sostiene si tiene un sentido y es inspirado desde el placer y la alegría El ejercicio de la propia libertad y de la propia responsabilidad permite madurar.

      • Inspirar

      Inspirar es acompañar al alumno para que tome rumbo, fijar su destino, marcarse metas, ideales, objetivos que concreten el camino de vida en esa lenta germinación de la semilla del ser. Inspirar es llevar la mirada al horizonte y generar esa tensión para desear alcanzarlo. Inspirar es llevar al alumno a la vastedad de su ser y desde ahí dar un sentido a lo que sucede en la vida, crear un contexto más amplio desde el aula y que el alumno encuentre su para qué.

      Inspirar es dar permiso para contemplar diversas opciones y aplicar la creatividad desde la libertad de poder elegir según criterios propios, sin miedo al error ni sentir culpa por las consecuencias recogidas, asumiéndolas de forma madura.

      • Crear

      Crear es inherente al ser humano. Creamos nuestra vida a cada paso con nuestras decisiones y actos que nacen de impulsos o reflexiones internas. Cada instante plasmamos en el lienzo de nuestra vida una nueva pincelada. Creamos con un sentido, construimos para una finalidad. Con estar inspirados no basta; solo la acción nos compromete y nos realiza.

      Ser creativos es ser activos. La creatividad nos aporta el crear algo nuevo sobre los hábitos y la costumbre. La creatividad nos devuelve la posibilidad de ser nosotros mismos, de reinventarnos una y mil veces desde la pasión por seguir construyéndonos en el gozoso vivir concebido satisfactoriamente como una obra reconocida y a la vez permanentemente inacabada.

      Nada se consigue sin acción, sin trabajo o perseverancia. Es sobre todo en los objetivos a largo plazo donde aparecerá la frustración, pero también la necesaria resiliencia y la puesta en práctica de los talentos y recursos internos para seguir avanzando.

      • Lograr

      A veces se alcanza la meta y otras no. Gestionar el éxito y el fracaso para el aprendizaje es un reto tanto en el aula como en la vida. Es importante celebrar los logros, pero también aprender de los errores como escalones que nos impulsan a nuevos desarrollos. El error suele estar penalizado culturalmente y es imprescindible para el aprendizaje. Con frecuencia hay tanto miedo al fracaso o al error que ni siquiera hay un intento de logro. Y ese miedo, esa tensión emocional, puede gestionarse para que no bloquee la autorrealización. Salir de las zonas de confort implica asumir riesgos y atravesar el miedo que ello implica.

      Lo más importante no es alcanzar una meta, sino darme cuenta de la persona en que me he convertido para alcanzarla. Lo que enriquece es el viaje, no llegar al destino. El proceso, el itinerario creativo, es lo más valioso. Y esa revisión o evaluación del aprendizaje no puede ser binaria: lo he logrado o no lo he logrado. Es esencial dar más importancia a la persona como ser completo que está en proceso de manifestar su potencialidad. Y desde ahí podemos reflexionar en torno a lo que se ha conseguido y lo que queda por desarrollar y descubrir para alcanzar una determinada meta o reto.

      El docente es un aprendiz en el mirar, el mimar y el motivar. La mirada, el reconocimiento y el alumbramiento son dimensiones cultivadas internamente que conforman la expresión de su presencia en el aula para ser mirada apreciativa (valor), para acompañar desde la confianza y la creencia en el ser del alumno, para acompañar en el alumbramiento de la propia luz interior.

      Y ahora, ¿cómo lo hacemos? Propuestas de acción

      Al binomio docente-alumno hay que sumarle la familia y la sociedad. Con estos tres aspectos (alumno, docente, familia-sociedad) construimos un triángulo estable que nos va a permitir desarrollar un practicum, que no busca ser un vademecum educativo y sí un generador de propuestas para que cada centro y docente las concrete según su contexto e identidad propios.

      Actualmente los tres vértices suelen tener intereses distintos y el triángulo no es equilátero, sino que según el contexto tiene sus desequilibrios en lados y ángulos.

      Este triángulo tiene sus correspondientes en otros aspectos y niveles como cuerpo-mente-corazón, recursos-currículo-metodología, por ejemplo.

      En el interior de ese triángulo estaría el ¿para qué?, la parte más profunda: identidad, propósito y valores, integrando la totalidad de los aspectos educativos en un todo unitario y coherente como un vector que genera dirección y rumbo.

      De él se irradia el ¿cómo?: metodologías, plan docente, estrategias y planificación.

      Por último, se concretaría el ¿qué hacemos?: tareas, acciones, gestión de aula, experiencias de aprendizaje y recursos. No puedo extenderme adecuadamente en este espacio sobre propuestas de acción, muy necesarias y pertinentes. Pero estas surgen también por sí mismas cuando el docente se transforma, cambia la mirada y pone en marcha su creatividad. Aun así, hay varios aspectos que constituyen unas claras áreas de mejora:

      1. Colocar al aprendizaje y al alumno en el centro. Todo lo demás está a su servicio.

      2. Aportar a la formación docente el desarrollo de habilidades no cognitivas y la invitación al crecimiento personal constante. Por encima de nuestra erudición intelectual, hemos de ser maestros de vida. Hace falta romper creencias muy arraigadas para generar nuevas perspectivas.

      3. Conseguir aulas abiertas a la vida, centros que se abren a la sociedad, espacios abiertos donde la comunidad pueda entrar y ser usuaria de los centros educativos y donde la sociedad se enriquezca de las aportaciones de una comunidad que participa activamente.

      4. Generar centros con identidad propia y sentido de pertenencia, ecosistemas inclusivos de trabajo en equipos de docentes y alumnos con tareas asignadas a partir de los valores, objetivos y necesidades del centro donde todos sean partícipes importantes de la identidad y el devenir del mismo.

      5. Educar para ser desde las materias y contenidos. Impregnar la docencia de valores y el aprendizaje de habilidades no cognitivas: de manera específica (por ejemplo, en tutorías) y de manera transversal, constantemente, en cada área y en cada clase.

      6. Generar experiencias de aprendizaje significativas. Desde la presencia docente, mantener un proceso de aprendizaje que empodere, empleando metodologías activas, creativas, formales e informales (disruptivas

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