Entrenamiento total. Jürgen Weineck
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Así pues, los lípidos constituyen la mayor reserva energética en el organismo. La importancia de la combustión de las grasas depende, sin embargo, del tipo de trabajo, de la duración (fig. 36) y la intensidad de éste, del volumen de la masa muscular utilizada y del tipo de fibras musculares (Hollmann/Hettinger, 1976, 69). Desde el punto de vista deportivo hemos de mencionar las ventajas que aportan los hidratos de carbono frente a los lípidos; aquí la intensidad máxima posible por unidad de tiempo suele desempeñar un papel decisivo: en su combustión, los lípidos aportan 9,3 kcal/g frente a sólo 4,1 de los hidratos de carbono (y proteínas). Sin embargo, este valor absoluto no es el factor decisivo, sino el valor calorífico conseguido por litro de oxígeno.
Figura 37. Vías metabólicas de los nutrientes productores de energía.
Aquí obtenemos los siguientes valores por gramo:
Glucosa | 5,1 kcal, esto es, 21,35 kJ ≃ 6,34 ATP |
Grasas | 4,5 kcal, esto es, 18,84 kJ ≃ 5,7 ATP |
(Proteína) | 4,7 kcal, esto es, 19,68 kJ ≃ 5,94 ATP |
Así pues, con igual oferta de oxígeno, la energía obtenida con la glucosa es un 13 % mayor –incluso un 16 % en el caso del glucógeno como forma de almacenamiento intracelular de la glucosa– que la obtenida en la combustión de los lípidos (Keul/Doll/Keppler, 1969, 153). Se comprende, pues, la necesidad de que el deportista de resistencia acumule glucosa en la mayor cantidad posible.
No obstante, dado que con cargas continuas muy prolongadas las reservas de glucógeno no bastan por sí solas para cubrir las necesidades energéticas, la combustión de los ácidos grasos va adquiriendo un papel cada vez más importante al prolongarse la carga.
Según Keul/Doll/Keppler (1969, 153), con un trabajo muscular prolongado durante horas los ácidos grasos pueden cubrir entre un 70 % y un 90 % de las necesidades energéticas.
De la figura 37 se deduce que en la combustión oxidativa todos los nutrientes entran finalmente en el ciclo del citrato. Los equivalentes del hidrógeno producidos durante este ciclo (iones H+) son oxidados por las enzimas de la cadena respiratoria en presencia de oxígeno, un proceso del que se obtiene energía (ATP), dióxido de carbono y agua. Las enzimas del ciclo del citrato y de la cadena respiratoria se encuentran en las “centrales térmicas” de la célula, las mitocondrias. Finalmente hemos de indicar que tanto la producción de energía aeróbica como la anaeróbica recorren el mismo camino catabólico hasta llegar al piruvato.
Fundamentos generales de las estructuras y funciones del sistema neuromuscular y de la motricidad deportiva
El desencadenamiento de una contracción muscular, como requisito básico del movimiento humano, necesita un impulso nervioso, esto es, una regulación nerviosa central. La instancia jerárquicamente superior, el sistema nervioso central, permite efectuar movimientos intencionales y coordinados entre sí a partir de un potencial ilimitado de movimientos aislados.
Estructura de una célula nerviosa. Unidad motora
La célula nerviosa, con las fibras que parten de ella, constituye la unidad básica del sistema nervioso central (fig. 38).
Figura 38. Estructura de una célula nerviosa (neurona).
Distinguimos entre unas protuberancias cortas, las llamadas dendritas, que conducen en dirección a la célula y sirven para captar la información procedente del entorno, y una protuberancia larga, la neurita (axón), que transmite las informaciones a otras células o al órgano final, por ejemplo, al músculo.
Las dendritas, junto con la membrana del cuerpo celular, modulan la actividad de la célula nerviosa mediante la integración de los diversos estímulos e inhibiciones. Esta membrana está cubierta de una corteza de al menos un millón de sinapsis (cf. Kugler, 1981, 7).
El axón se puede dividir en fibras mielinizadas, de conducción rápida, por ejemplo, las fibras motoras (velocidad de conducción de hasta 120 m/s o 432 km/h), y fibras no mielinizadas, de conducción lenta, por ejemplo, las fibras de transmisión del dolor.
Un grupo de varios axones se reúne en un racimo de conexiones, comparable a un cable de conducción eléctrica, que, recubierto de una vaina de tejido conjuntivo, forma el conjunto que conocemos como nervio.
Las neuronas desarrollan sus “elevadas” capacidades en unión recíproca, como sistema nervioso. Conectan unas con otras en circuitos funcionales mediante sinapsis, puntos de conexión o de contacto, que producen diferentes sustancias transmisoras (transmisores) dependiendo de que su función sea excitadora o inhibidora (cf. la teoría del bucle largo, pág. 511). Aquí no se trata de una transmisión sencilla 1:1, sino de una malla de muchos miles de conexiones (cf. Kugler, 1981, 6); el cuerpo celular de cada neurona está cubierto por una corteza de sinapsis. El número se sinapsis se incrementa considerablemente por el hecho de que todas las dendritas pueden establecer, en toda su longitud y en todos sus lados, sinapsis axodendríticas (uniones entre axón y dendritas) y dendrodendríticas (uniones entre varias dendritas ).
La sincronía (simultaneidad) y la acumulación espacial de flujos de excitación constituyen la base de la transmisión compleja de información e influyen sobre el modelo de descarga codificado de las neuronas conectadas sucesivamente.
Desde las células nerviosas (neuronas) del sistema nervioso central se transmiten los impulsos motores a través de los nervios eferentes y la vía piramidal hasta las células motoras del asta anterior (motoneuronas alfa) de la médula espinal, que a su vez inervan la musculatura esquelética correspondiente. Como se puede ver en la figura 39, el nervio motor periférico presenta, al llegar al músculo, una ramificación múltiple en fibras nerviosas aisladas, que por su parte inervan una cantidad determinada de fibras musculares a través de una placa motora terminal, una especie de sinapsis que constituye el miembro de unión entre fibra nerviosa y músculo.
La totalidad de fibras musculares inervadas por una célula del asta anterior motora se denomina unidad motora.
El número de fibras musculares inervadas por una motoneurona alfa varía dependiendo del tipo y de la función del músculo; en los músculos grandes y orientados hacia la fuerza, como el gastrocnemio (gemelos de la pantorrilla), la relación de inervación entre la célula nerviosa y las fibras musculares es 1:1.600 aproximadamente; en los músculos pequeños, de motricidad fina, como p. ej. los del ojo, esta relación es sólo 1:10 (cf. Feinstein/Lindegard/Nyman, 1955, 127).
Desde el punto de vista