Entrenamiento total. Jürgen Weineck
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Figura 48. El aumento anual de crecimiento en la edad infantil y juvenil (según Eiben, 1979, 193).
Figura 49. La edad biológica de alumnos (trazo discontinuo) y alumnas (trazo continuo) con una edad cronológica media de 12,9 años. El diagnóstico de la edad se objetivó mediante radiografías de las epifísis de los huesos de la mano (Weineck, según datos de Kemper/Verschuur, 1981, 97).
Tabla 9. Variantes extremas de la dispersión (estatura y peso) en niños “seleccionados” y entrenados para el rendimiento, en la categoría de edad de los 12 años, con ocasión de la espartaquiada de 1977 en Leipzig (Winter, 1981, 284)
El inicio de la pubertad supone un profundo corte en el desarrollo psicofísico del niño o del joven, cuyos cambios “revolucionarios” no tienen equivalente en la vida del adulto: sólo tenemos que comparar, por ejemplo, el perfil de cambios entre los 12 y los 16 años de vida con el que observamos entre los años 32-36 o 52-56.
Otro problema especial para el entrenamiento en el grupo o clase de niños de edades cronológicas iguales lo plantea el momento de aparición del empujón de crecimiento puberal, debido a la amplia dispersión y a su diferente grado de asentamiento.
La figura 49 y la tabla 9 muestran hasta qué punto la edad cronológica puede diferir respecto de la edad biológica; por lo general se constata, en el ámbito escolar, un margen de dispersión de 5 años desde el alumno más joven biológicamente hasta el más desarrollado, y en el ámbito de la selección deportiva incluso de 7 años.
Figura 50. Diagrama para la comparación de los desvios de la edad esquelética de individuos precoces (A) y retardados (R) frente a los de desarrollo normal (N). Trazo continuo: chicos; trazo discontinuo: chicas (de Wutscherk/Schmidt/Köthe, 1985, 144).
Hemos de constatar, no obstante, que en los tres tipos de desarrollo el crecimiento es armónico en cuanto a la capacidad de rendimiento orgánico, a las dimensiones de los órganos y al sistema esquelético. Numerosos estudios actuales refutan la tesis de un crecimiento inarmónico, tantas veces mencionada en el caso de los individuos acelerados, en relación con un desarrollo acelerado del esqueleto frente a un desarrollo más lento de los órganos (cf. Hollmann/Hettinger, 1980, 607).
En los niños de desarrollo normal coinciden la edad cronológica y la edad biológica. En los individuos precoces, la sucesión de las fases del desarrollo corporal se acelera uno o más años, y en los retardados dicha sucesión se retrasa uno o más años.
Como se puede ver en la figura 50, la edad esquelética de los individuos acelerados y retardados presenta claras diferencias en comparación con la de los individuos de desarrollo normal. Las desviaciones aumentan con el paso de los años y alcanzan su dimensión máxima en el 13o año cronológico en los chicos y en el 12o en las chicas (cf. Wutscherk/Schmidt/Köthe, 1985, 144).
Hasta el 16o año de vida (chicos) o el 15o (chicas) no se clasifica a la mayoría de los jóvenes como normales en su desarrollo.
La edad esquelética influye claramente sobre la estatura corporal (fig. 51). En ambos sexos se acepta que la estatura es mayor en los individuos acelerados que en los de desarrollo normal y que la estatura de éstos supera a su vez la de los retardados.
Frente a lo que ocurre con la edad esquelética, las diferencias de crecimiento en estatura aún no se han compensado en el 16o año de vida. Como la masa corporal está en función de la estatura, se acepta asimismo que la masa corporal de los individuos acelerados supera la de los individuos de desarrollo normal y que la de éstos a su vez es mayor que la de los retardados. Ambos sexos presentan los porcentajes medios de masa corporal que figuran en la tabla 10, en comparación con los promedios de masa corporal de su población.
En los ámbitos de condición física sobre todo (fuerza, velocidad, resistencia), los individuos acelerados poseen, debido a su mayor estatura y peso, una elevada capacidad de rendimiento y de carga; la resistencia (cf. fig. 108) y la fuerza están en estrecha correlación con la edad biológica, la estatura y el peso corporal (cf. Frey, 1978, 174); por esta razón la realización de campeonatos escolares, con la consiguiente elaboración de listas de los mejores de la escuela, etc., nos parece muy poco razonable, máxime cuando estos campeonatos, como suele ser la norma, se organizan dentro de las promociones anuales. Las oportunidades de triunfo o de clasificación están exclusivamente en manos de los individuos biológicamente precoces (acelerados); en esta “comparación” con los acelerados de su misma edad cronológica, los individuos de desarrollo normal o retardado obtienen malos resultados como consecuencia de sus desfavorables condiciones antropométricas, sobre todo en modalidades donde estos parámetros desempeñan un papel importante para determinar el rendimiento, como ocurre, por ejemplo, en atletismo.
Figura 51. Diagrama de desviaciones de la estatura corporal en individuos acelerados (A) y retardados (R) frente a los de desarrollo normal (N). Los trazos corresponden a los de la figura 50 (de Wutscherk/Schmidt/Köthe, 1985, 144).
Las edades infantil y juvenil como “estadio de transición” hacia la edad adulta presentan otra serie de particularidades, en estrecha conexión con el crecimiento, también importantes para la organización del entrenamiento.
Chicos | Chicas | |
Retardados | 97 % aprox. | 96 % aprox. |
Desarrollo normal | 99 % aprox. | 100 % aprox. |
Acelerados | 102 % aprox. | 103 % aprox. |
Tabla 10. Masa corporal de chicos y chicas retardados, normales y acelerados en comparación con el promedio de masa corporal de su población (de Wutscherk/Schmidt/Kothe, 1985, 144)
Crecimiento y metabolismo
En el niño y el joven en crecimiento, el metabolismo constructivo (anabolismo) desempeña un papel muy especial. Los intensos procesos de crecimiento y de diferenciación, que requieren una amplia serie de procesos de incorporación, reconstrucción y fabricación, originan un aumento del metabolismo basal; el metabolismo basal es un 20-30 % aproximadamente más elevado en los niños que en los adultos (cf. Demeter, 1981, 48). También aumentan las necesidades de vitaminas, minerales y nutrientes. No obstante, son las necesidades de proteínas las más elevadas. Los niños necesitan hasta 2,5 g de proteínas por kilogramo de peso corporal, cifra que se corresponde con los requisitos de un deportista “de fuerza” adulto. Las cargas suplementarias pueden incrementar aún estas necesidades.
Con un entrenamiento muy voluminoso e intenso –como ocurre en algunas modalidades donde los rendimientos de elite se alcanzan ya en la edad infantil