Entrenamiento total. Jürgen Weineck
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Entrenamiento total - Jürgen Weineck страница 34
Crecimiento y aparato locomotor pasivo
La “ley de Mark-Jansen” (cf. Berthold/Thierbach, 1981, 165) sostiene que la sensibilidad del tejido se comporta de forma proporcional a la velocidad de crecimiento. De aquí se deduce que el niño y el joven están expuestos en mayor medida que el adulto a las lesiones por sobrecarga debido a estímulos de entrenamiento antifisiológicos. El planteamiento es importante sobre todo para el empujón de crecimiento de la adolescencia, asociado a un riesgo ortopédico por sobrecarga muy elevado. A este respecto debemos tener en cuenta que la capacidad de soportar carga puede ser muy diferente en niños de la misma edad cronológica e incluso biológica.
La figura 52 muestra que una carga dada puede actuar, dependiendo de la situación ortopédica de partida, de forma “biopositiva” o “bionegativa”, esto es, biológicamente favorable o desfavorable.
La capacidad de carga individual de los aparatos óseo, cartilaginoso, tendinoso y ligamentario debe ser la magnitud de rendimiento limitadora a la hora de configurar el entrenamiento, sobre todo el de niños y jóvenes, pues las estructuras en fase de crecimiento no presentan todavía la resistencia ante la carga que encontramos en el adulto.
Los siguientes aspectos se consideran particularidades de las edades infantil y juvenil:
•Los huesos son más flexibles debido a una mayor acumulación relativa de materiales orgánicos más blandos, pero menos resistentes ante la tracción y la presión, lo que supone una reducción global de la capacidad de carga del sistema esquelético en su conjunto.
•Los tejidos tendinoso y ligamentario no son aún suficientemente resistentes ante la tracción debido al menor asentamiento de la estructura micelar –las micelas forman estructuras parecidas a retículos cristalinos– y a un mayor porcentaje de sustancia intercelular (cf. Tittel, 1979, 125).
•El tejido cartilaginoso y las uniones de crecimiento aún sin osificar presentan, dado su alto grado de segmentación, un elevado riesgo ante cualquier fuerza intensa de presión o cortante.
En conjunto se puede afirmar que los estímulos de entrenamiento adecuados al crecimiento, esto es, submáximos, que hagan trabajar el complejo global del aparato locomotor pasivo de una forma múltiple y no unilateral, ofrecen un estímulo apropiado tanto para el crecimiento como para la mejora de las estructuras. Por el contrario, las cargas máximas, unilaterales o aplicadas sin preparación al organismo en crecimiento pueden provocar de forma inmediata o a largo plazo (daños tardíos) la destrucción de los tejidos mencionados.
Figura 52. Representación esquemática del efecto de las cargas sobre el aparato locomotor (Berthold/Thierbach 1981, 165, modificado según Nigg y cols.)
En este contexto hemos de señalar aún que las estructuras del aparato locomotor pasivo del niño y del joven se adaptan en mayor medida a cargas adecuadas en el sentido biopositivo, pero también que la velocidad de esta adaptación no es comparable con la que se da en el aparato locomotor activo: mientras que el músculo presenta ya modificaciones funcionales y morfológicas una semana después de un estímulo de entrenamiento, en huesos, cartílagos, tendones y ligamentos el proceso requiere semanas. Este transcurso lento de la adaptación, unido a una mayor sensibilidad frente a las sobrecargas, impone una progresión estricta de la carga en la edad infantil, para garantizar un tiempo de adaptación suficiente a las estructuras de sustentación pasiva del movimiento, evitando así sobrepasar la capacidad de carga con los correspondientes daños (cf. Weineck, 1982, 35).
La figura 53 muestra que el período de regeneración en el aparato locomotor pasivo discurre con más lentitud que en el activo, y que los estímulos de carga aplicados demasiado pronto provocan una recuperación incompleta y por tanto un mayor riesgo de las estructuras afectadas.
Así pues, desde el punto de vista ortopédico se pueden plantear las siguientes exigencias para el entrenamiento de fuerza en las edades infantil y juvenil:
Figura 53. Secuencia hipotética de los procesos de regeneración y de adaptación en el sistema muscular (a), en el sistema ligamentario y de sustentación (b) y después de una regeneración incompleta (c) (Dietrich 1979, modificado de Maeer, y citado por Berthold/Thierbach, 1981, 166).
1.Establecer tiempos de recuperación suficientes después de un entrenamiento orientado hacia la fuerza.
2.Evitar cambios bruscos de la carga que afecten un organismo sin preparación.
3.No entrenar con halteras ni trabajar por encima de la cabeza antes o durante el empujón del crecimiento de la adolescencia, pues se puede provocar alteraciones negativas sobre todo en el ámbito de la columna vertebral (cf. Hollmann/Hettinger, 1980, 601; Martin, 1980, 289, entre otros); la carga con el propio peso corporal es un estímulo suficiente para el desarrollo en esta edad.
4.Evitar cargas unilaterales: la suma de cargas unilaterales puede dañar en determinadas circunstancias un sistema parcial del aparato locomotor, amenazando así la capacidad funcional del sistema en su conjunto.
5.Evitar cargas estáticas prolongadas: la carga con presión cambiante favorece tanto al cartílago articular hialino como al cartílago fibroso de los discos intervertebrales. Las cargas estáticas empeoran la situación de riego sanguíneo de las estructuras a ellas sometidas, mientras que las cargas activas la mejoran; así pues, debemos optar siempre por ejercicios de fuerza de ejecución dinámica.
Crecimiento y aparato locomotor activo
Hasta el inicio de la pubertad, los sexos no se diferencian de forma sustancial ni por su fuerza muscular ni por su estado hormonal (factores ambos en estrecha correlación), ni siquiera tomando como parámetro de comparación la testosterona, hormona sexual masculina tan importante para la síntesis (anabolismo) de proteínas (v. tabla 11).
Edad | Mujeres | Hombres |
8-910-1112-1314-15 | 2010-6530-8030-85 | 21-3441-60131-349328-643 |
Tabla 11. Los cambios en el nivel de testosterona (ng/100 ml) en la edad infantil y juvenil (Reiter/Root, 1975, 128)
El nivel de testosterona es muy bajo en comparación con el de los adultos. Por este motivo, un entrenamiento centrado en la fuerza no es especialmente rentable antes de la pubertad. Poco antes de la primera fase puberal el nivel de testosterona aumenta en los chicos multiplicándose por diez aproximadamente (cf. Reiter/Root, 1975, 128; de Marées 1979, 346); en las chicas el ascenso es significativamente menor. Sobre la base de este poderoso empujón hormonal –que transcurre en paralelo a otras revoluciones hormonales– aparece un dimorfismo sexual, esto es, la divergencia entre chicos y chicas en cuanto a factores de rendimiento físicos y a magnitudes antropométricas.
En los chicos llama la atención sobre todo el marcado aumento de masa muscular, ligado a los cambios hormonales mencionados: el porcentaje de