Entrenamiento total. Jürgen Weineck

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Entrenamiento total - Jürgen Weineck Entrenamiento Deportivo

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condiciones psicofísicas en esta etapa, extremadamente favorables para la adquisición de destrezas motoras (la ampliación del repertorio motor y la mejora de las capacidades coordinativas son el punto central de la formación deportiva durante toda la edad escolar, temprana y tardía), se deberían aprovechar para aprender un gran número de técnicas básicas en la coordinación gruesa y para refinarlas posteriormente. El trabajo multidisciplinar debería ser un asunto prioritario. En modalidades que requieren una formación técnica de varios años, iniciada en un momento temprano (como, p. ej., patinaje artístico, gimnasia de aparatos, etc.) hemos de procurar que se aprenda ya la técnica refinada. No obstante, el entusiasmo de los niños por el deporte se debería aprovechar con una práctica de ejercicios motivadora y acompañada de vivencias de éxito, hasta que se desarrollen actitudes y hábitos que aseguren la continuación de la práctica deportiva durante toda la vida.

      Edad escolar tardía

      La edad escolar tardía comienza a los 10 años de vida aproximadamente y dura hasta la entrada en la pubertad.

      Esta etapa se suele considerar como “la mejor edad del aprendizaje” (aprendizaje a primera vista). No obstante, las diferencias con la etapa anterior son sólo graduales, las transiciones son fluidas.

      La continua mejora de las relaciones peso-fuerza (mayor crecimiento en anchura, optimización de las proporciones y aumento relativamente marcado de la fuerza con escaso aumento de estatura y de masa [cf. fig. 48]) proporciona a los niños, sobre todo si se les plantean las correspondientes exigencias, un elevado dominio del cuerpo (“agilidad felina”). Ello se explica también porque a la edad de entre 10 y 11 años el aparato vestibular (órgano del equilibrio) y los restantes analizadores (v. pág. 486) experimentan una rápida maduración morfológica y funcional, alcanzando valores casi propios de adultos (cf. Demeter, 1981,84). Por ello, en la edad escolar tardía se puede aprender y dominar ya –con su correspondiente trabajo previo– movimientos de notable dificultad, con exigencias elevadas en cuanto a la orientación espacio-temporal. Dado que en esta etapa subsiste una marcada pulsión por el movimiento, y dado que la disposición para la acción, el ánimo y la disposición al riesgo ejercen un influjo extraordinariamente favorable sobre la capacidad de desarrollo motor, nos encontramos a esta edad en una fase clave para las capacidades motoras posteriores: los atrasos en ella se recuperan sólo con dificultad y con un gasto de energía incomparablemente superior.

       Figura 54. Período de alta, ingreso y baja en el club deportivo como una función de la edad y del sexo (de Sack, 1982, 40).

       Consecuencias para la práctica del entrenamiento:

      La “mejor edad para el aprendizaje” debería asegurar, a través de un ejercicio selectivo variado y apropiado para el niño, la adquisición de las técnicas deportivas básicas en la forma gruesa, y de ser posible incluso en la forma fina. La ampliación multilateral del repertorio de movimientos no debería incluir un “gran surtido” de movimientos de escasa calidad y a medio aprender, sino destrezas motoras aprendidas con exactitud. Así pues, se debería aprovechar desde un principio la capacidad de aprendizaje elevada para adquirir movimientos exactos; es muy importante evitar la “automatización” de movimientos incorrectamente aprendidos para no tener que reaprenderlos con posterioridad (v. pág. 512).

      Los fundamentos coordinativos para los posteriores rendimientos máximos se cimentan en las edades escolares temprana y tardía. No obstante, constatamos que todas las etapas de la edad se encuentran en una mutua y estrecha relación de dependencia: las etapas siguientes se estructuran siempre sobre la base de las etapas anteriores.

      Primera fase puberal (pubescencia)

      La primera fase puberal –conocida también como segunda transformación morfológica– comienza entre los 11 y 12 años en las chicas y entre los 12 y 13 en los chicos, y se prolonga hasta la edad de 13-14 o de 14-15 años.

      Los cambios bruscos en la existencia física –irrupción de la sexualidad, disgregación de las estructuras infantiles, empujones marcados que afectan las proporciones (aumento anual de estatura de hasta 10 cm y de peso de hasta 9,5 kg)– provocan una acentuada inestabilidad psíquica, alimentada además en gran medida por la inestabilidad hormonal. La nueva existencia corporal tiene que pasar por un proceso de elaboración psíquica.

      Con la entrada en la pubertad, el proceso de separación de la casa paterna experimenta un nuevo impulso. Como rasgos característicos podemos mencionar un comportamiento crítico y un cuestionamiento de las autoridades hasta entonces aceptadas. El deseo de independencia y responsabilidad propia se sitúa en un primer plano. La discrepancia entre el querer y el poder provoca a veces fuertes conflictos con el mundo de los adultos, un distanciamiento frente a los padres, profesores y entrenadores, con el correlato de una mayor dedicación al grupo de la misma edad. El grupo de coetáneos es la medida de todas las cosas. Se otorga un gran valor a las actividades comunes de la cuadrilla de amigos.

      Del entorno social se espera experiencia y respeto mutuo; en el ámbito deportivo esto se refiere sobre todo al profesor y al entrenador. El derecho democrático a tener voz en el momento de organizar el ejercicio deportivo y la participación activa en dicha organización son exigencias básicas en esta etapa de edad.

      El cambio completo de la existencia psicofísica y social conlleva profundas transformaciones en el abanico de intereses generales, circunstancia que no deja de incidir sobre el interés por el deporte (fig. 55). También sufren una profunda transformación las expectativas asociadas a la actividad deportiva (fig. 55).

      La figura 55 muestra que el interés por el deporte disminuye de forma abrupta con la entrada en la pubertad. La actividad deportiva, que en la edad escolar era poco menos que “el sentido de la vida”, sufre una fuerte presión de sus competidores y pierde relevancia.

      La figura 56 muestra que la actividad deportiva se basa sobre todo en la necesidad de contacto social con personas de la misma edad. La emulación, la rivalidad y la necesidad de competir han perdido terreno en comparación con las etapas previas del desarrollo.

       Consecuencias para la práctica del entrenamiento:

      El fuerte aumento de estatura y peso, que se refleja en un pronunciado empeoramiento de las relaciones pesofuerza, suele producir pérdidas en la capacidad de rendimiento coordinativo. La precisión de la regulación motora deja bastante que desear: los movimientos excesivos son típicos de esta edad. Por otra parte, la pubertad es la edad de la entrenabilidad máxima de las características físicas, y específicamente la primera fase puberal. Estas nuevas circunstancias exigen el correspondiente enfoque del entrenamiento. Así pues, en la primera fase puberal se mejoran punto por punto las capacidades físicas, mientras que las coordinativas se estabilizan únicamente, o se consolidan poco a poco en el mejor de los casos.

      El predominio del análisis intelectual en esta edad permite nuevas formas de aprendizaje motor y de organización general del entrenamiento. Dado el nuevo catálogo de expectativas del joven, se debería conceder más importancia a la participación en el momento de planificar a la propia realización en la cuadrilla de amigos y a una oferta de entrenamiento amplia (aprender, ejercitar, jugar), individualizando cada vez más el control de la actividad. Los conflictos latentes se deberían

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