La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras
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Pero entonces, ¿por esto comunismo? La polémica, mediática, de los neorrealistas ha revelado de hecho a la hermenéutica como una posición incluso política; los hermeneutas son sus “adversarios”, no simples estudiosos de otra escuela colocada en el museo imaginario ideal de las doctrinas filosóficas. Por lo demás, de manera realista, los neorrealistas no nos “describen”, nos atacan. Y nosotros, por nuestra parte, dada la incongruencia de sus argumentos, no podemos sino preguntarnos a quién o para qué sirven. La hipótesis que nos parece más verosímil es que el trabajo de ellos —no requerido por ningún peligro inminente sobre el pensamiento; no impuesto por la posibilidad de que la sentencia de Nietzsche produjese desajustes en la mentalidad común, caos en los transportes aéreos ni en las previsiones meteorológicas... (¡incluso esto nos ha sido objetado!)— es sólo una manera para lograr que la filosofía participe en el general “retorno al orden” requerido precisamente por la lógica de la globalización. Convincentes indicios de todo ello se ven en la crónica del nacer y difundirse, esencialmente mediático, del neorrealismo.
Evocar una vocación “comunista” de la hermenéutica significa sólo tomar conciencia de este estado de cosas. En cierto sentido, es de nuevo el “enemigo” el que nos define. Como cuando nos dimos cuenta de que los realistas nos atacan porque la hermenéutica “molesta”. No es que cualquier oposición al dominio de la metafísica, es decir, de la globalización técnico-científica del mundo, sea en sí misma comunista. Sin embargo, llamarla así significa resumir en un solo término todas las razones de esa oposición: la globalización es pura electrificación, para retomar los términos de Lenin, sin ningún soviet, sin compromiso alguno de los sujetos interesados, sin participación de los ciudadanos en las decisiones. Sin responsabilidad de los intérpretes. ¿Deberíamos por ello proyectar una sociedad comunista semejante a la soviética o a la china, con los planes quinquenales y la KGB, etc.? La hermenéutica obviamente no tiene nada que ver con todo eso. Si recuerda el término y la noción de comunismo es porque este término y esta noción han sido determinados en el sueño de transformación de las clases explotadas de gran parte del mundo. El “escándalo” de retomar ahora estos términos se deriva del hecho de que el ideal comunista, debido a la presión ejercida por el mundo capitalista, se ha dejado contaminar por la mentalidad cientificista dominante en la metafísica. Metafísica —como objetivismo cientificista que reduce al ente y al mismo existir a objeto calculable, a Bestand, recurso utilizable— es esencialmente capitalismo, por lo menos en nuestra fase histórica. Las razones que indujeron a Heidegger a alinearse con los nazis, depuradas por los prejuicios y por las costumbres mentales a las cuales él mismo, con toda culpa, cedió en aquella situación, siguen vivas aún ahora: no tenía nada que ver y no tiene que ver hoy ningún “pueblo metafísico” que sería responsable de la traición. Ya entonces, lo que Heidegger pensaba combatir era la lógica globalizante del capitalismo, que se había impuesto no sólo a Hitler sino también al comunismo soviético, ahogando los impulsos revolucionarios originarios bajo la necesidad histórica de “copiar” por etapas forzadas la estructura y los modos de producción del taylorismo estadounidense. En resumen, Stalin se vio corrompido por el ejemplo del capitalismo occidental y por esto todavía ahora hablar de comunismo es un escándalo.
(¿Pero la praxis? ¿Nosotros qué hacemos con ella? ¿Y la cuestión de los intelectuales en términos gramscianos? Creo que no tenemos que avergonzarnos de practicar una filosofía militante si asumimos responsablemente nuestro pasado como Gewesen y no sólo como dato arqueológico.)
* Traducción del italiano de Tomás Serrano Coronado.
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