La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras
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Me encuentro en la segunda España, en la tierra que abrió sus brazos a los valientes que defendieron los derechos de todos los trabajadores del mundo entero contra la reacción de los nazis, fascistas y franquistas —virus asqueroso—; me encuentro en la dulce patria del gran Cárdenas, donde existe la libertad, que es el don que piden los hombres para poder vivir como humanos y no como encarcelados. Me encuentro en la patria donde no se niega a nadie un pedazo de pan si se quiere laborar, en el suelo defensor de los intereses de los humildes y de los que luchamos. Laboro en la Escuela de Aviación Militar de este país, que forja aguiluchos que defenderán la libertad de su patria y la de todo el continente, donde los jóvenes aviadores salen con un espíritu de hombres libres difícil de superar, y tengo en mi labor la grata satisfacción de colaborar en una obra de engrandecimiento de un Ejército sano, libre y progresista.1
Sus palabras son demasiado halagadoras, como sabe cualquiera que haya leído algo de historia de México, pero ése fue su estilo en cada esfuerzo literario en el que se aventuró, y da cuenta del estado de ánimo con el que llegó. Cabe mencionar que alumnos suyos sí salieron a defender la libertad de las naciones del mundo en la lucha en contra del las fuerzas del Eje, formando parte del Escuadrón de Pelea 201 que voló con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos para liberar Filipinas en 1945. Pero eso es harina de otro costal.
Además de su dedicación a lo militar y a su familia, Bayo fue un autor prolífico, especializado en poesía y autobiografía. Buena parte de sus más de 20 libros son imposibles de encontrar, sin embargo hay tres o cuatro que valen la pena por su carácter histórico: Mi desembarco en Mallorca (México, 1944), 150 preguntas a un guerrillero (México, 1955) y Mi aporte a la revolución cubana (Cuba, 1960), este último sólo disponible en México en el fondo reservado de la Biblioteca Nacional.
Antes de que en el verano de 1955 Castro llegara a pedirle ayuda para entrenar a sus futuros guerrilleros hubo un episodio en la vida de Bayo que lo obligó a buscar la ayuda de una personalidad vital en las relaciones entre la izquierda en México y la Revolución cubana, figura recurrente en este ensayo: el general Lázaro Cárdenas, retirado en su casa de Michoacán. En otro de sus libros, en el que da cuenta de su participación en los complots armados en contra de la Nicaragua de Tacho Somoza y la Dominicana de Rafael Leónidas Trujillo, relata ese fallido acercamiento al expresidente, cuando el ejército de Somoza entró a Costa Rica y la crisis llegó a su punto cumbre. Bayo fue enviado de regreso a México a conseguir más pilotos y a entrevistarse con Cárdenas, porque José Figueres, el presidente costarricense, buscaba su apoyo de manera pública, mientras que Bayo dudaba si seguir a su lado. Se presentó en la casa de Jiquilpan para hacerle esa consulta al general, un día a las siete de la mañana, pero Cárdenas ya había salido. Esperó hasta el medio día, se fue desilusionado y ya en la capital fue a ver a Ignacio García Téllez, hombre de confianza de Cárdenas, con quien tuvo la siguiente conversación:
—El general Cárdenas no le hubiera aconsejado a usted nada si lo llega a ver en Jiquilpan. No se mete en política extranjera. Sólo actúa cuando lo cree conveniente en los problemas vitales de México.
—¿Y usted podría indicarme qué es lo que desearía que hiciéramos nosotros? —presionó Bayo.
—Bajo ningún concepto. Yo no soy nadie para hablar en nombre del general.
—Lo que sucede es que el predecesor de Figueres fue más liberal y progresista que él. Figueres tiene al clero en una posición privilegiada, y el clero mismo persigue a todo tipo de enemigos en nombre de la religión. Hay en la cárcel cientos de comunistas o de libres pensadores cuyo único pecado es no comulgar con los preceptos de la fe. Por otro lado, nosotros vemos que esas fuerzas que atacan a Figueres son enviadas por Somoza, están ayudadas por guardias del dictador, en fin, vemos tal lío en esta situación que no sabemos en qué lado está la reacción y en qué parte las fuerzas progresistas.
—No puedo decirle más que el general Cárdenas no apoya ni a uno ni a otro.
—Y usted, personalmente, señor Téllez, ¿qué opina?
—¡Ah! Yo soy distinto al general. Mi opinión la puedo decir, pero le repito que no crea que el general es un eco de mis palabras ni yo de las suyas. Yo en este caso ayudaría a Figueres, aunque no le autorizo hacer pública mi opinión personal.2
Ésa no intromisión de Cárdenas en cualquier asunto que no fuera de carácter nacional, acorde con la política internacional mexicana, que mantiene la soberanía de los países como un derecho inalienable, fue rota con el triunfo de la Revolución cubana, como se verá más adelante.
El siguiente en llegar a México fue Ernesto Guevara, huyendo del golpe de Estado al gobierno de izquierda de Jacobo Árbenz que la CIA financió en Guatemala,3 una experiencia que lo prepararía para unirse después a la odisea de Castro. Cuando los aviones mercenarios volaron sobre la capital y el gobierno se paralizó, el impulso del joven argentino de 26 años fue recomendarle al gobierno, a través de los conocidos que tenía en el Partido Comunista, que le repartieran armas a la población y que se replegaran en las montañas para aguantar el ataque, evidentemente financiado por Estados Unidos. No le hicieron caso, el presidente renunció a su cargo y el país, encaminado en una senda popular y progresista, nunca volvería a ser el mismo.
Pero quizá lo más importante de su estancia en Guatemala fue conocer a Hilda Gadea, con quien se casaría un año más tarde en México y con quien tendría una hija del mismo nombre. Gadea era tres años mayor; una verdadera militante de izquierda, culta y muy leída, que salió huyendo de Perú por ser uno de los principales miembros del APRA, y la historia del APRA comienza en México.
La Alianza Popular Revolucionaria Americana se fundó aquí en 1924 en un acto simbólico. Era la época en que José Vasconcelos estaba al mando de la Secretaría de Educación Pública, desde donde pudo otorgarle el puesto de su secretario particular al exiliado peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, un importante líder estudiantil y defensor de los derechos de los obreros. Encarcelado por el gobierno en turno, después de una huelga de hambre de seis días fue deportado a Panamá, de ahí a Cuba y luego al cobijo de Vasconcelos. El acto fundacional consistió en la entrega de la bandera indoamericana al presidente de la Federación de Estudiantes de México, bajo la idea de crear una institución política de carácter internacional, particularmente indoamericana, regida por cinco principios: lucha contra el imperialismo, unidad para América Latina, nacionalización de tierras e industrias, internacionalización del canal de Panamá y solidaridad con los pueblos oprimidos del mundo. En 1927 se fundó el Centro de Estudios Antiimperialistas del APRA en París, y posteriormente, a inicios de la década siguiente, “el APRA se diferencia de la III Internacional Comunista y propone alternativas de frente único antiimperialistas y no uniclasistas”.4 Cuando Haya de la Torre volvió a Perú como candidato presidencial en 1931 por parte del Partido Aprista Peruano, de nuevo fue apresado por el gobierno militar y liberado un par de años después, para vivir en la clandestinidad hasta 1945, año en el cual su partido deja de ser ilegal. En una alianza con otras organizaciones políticas de izquierda conquistó el poder, con el jurista José Luis Bustamante y Rivero como presidente, pero el control del espectro político mediante pactos entre las izquierdas fue insoportable para la derecha oligárquica y militar. Bustamante proscribió de nuevo al APRA y en 1948 fue derrocado por un golpe de Estado: una vez más los militares. Haya de la Torre acabó refugiado en la embajada de Colombia en Lima.
A pesar de que el APRA planteaba la idea de fundar partidos apristas en toda América Latina, el único que se llevó a la práctica con ese fundamento fue el peruano, que hoy es el más antiguo del país, habiendo conquistado el poder en 1985 y 2006, en ambos casos con Alan García, después de varias victorias negadas por la derecha militar. Pero su influencia fue importante en la formación de partidos de centro izquierda como Acción Democrática en Venezuela, inicialmente