El conflicto del agua. José Esteban Castro

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El conflicto del agua - José Esteban Castro

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para finalizar abordando las lecciones del caso. Este autor sostiene que las causas de dicho fracaso se encuentran en la ruptura de la participación en el ciclo de la política pública, en la ausencia de reglas para el funcionamiento de los espacios de participación y en la descalificación que las autoridades hicieron de las movilizaciones ciudadanas; por esto la conclusión que propone es que la estrategia de participación propuesta no logró vincular las comunidades locales con los objetivos de la iniciativa; lo que refleja una visión estrecha de la participación ciudadana y demuestra que todavía no es un elemento central para la toma de decisiones en política pública.

      Tercera parte. El otro gobierno del agua

      Esta última parte del libro reúne los textos que exploran formas de gobierno y de acceso al agua no convencionales o alternativas. Por ejemplo, el uso de pipas, que está sujeto a reglas institucionales y no institucionales. Además de casos como este se estudian otros cuyo desarrollo ha originado mecanismos formales e informales. Hay también un capítulo dedicado al gobierno comunitario del agua, el cual oscila en un amplio rango de posibilidades, en ocasiones vinculado más o menos a los poderes municipales y estatales. La idea es explorar esas otras formas de gestión y de gobierno.

      Así, el capítulo 8, de Palerm-Viqueira y Gómez Valdez, estudia el abasto de agua mediante pipas en el valle de Texcoco. El propósito, señalan las autoras, es:

      […] describir a los consumidores y el abasto de agua potable por camiones cisterna o carros tanque, conocidos en México como pipas, en cinco municipios de la zona oriente del Estado de México, denominada valle de Texcoco. La principal motivación del estudio se debe a que la actual política nacional e internacional plantea el abasto universal del agua para uso doméstico, en cantidad y calidad (Banco Interamericano de Desarrollo, 2013).

      La tesis principal del capítulo es que, con base en el estudio del valle de Texcoco, se ha observado que el abasto de agua por pipas sirve para evitar el ordenamiento urbano y territorial, cuando en este no se ha previsto la necesidad de vivienda de bajo costo y de acceso al agua de uso doméstico. Asimismo, de este modo algunos ciudadanos evitan su participación en las exigencias respecto de la gestión de redes de distribución de agua.

      Es una investigación que aporta información empírica inédita como el conteo de las casas abastecidas por pipas o el número final que suma asentamientos irregulares, regulares, fallas permanentes y calidad del agua. Las autoras identifican también la diversidad de causas que inducen al abasto del agua por pipas, lo cual no es solo porque se carece de conexión a la red de distribución, sino también por falla de esta, daño del pozo, por calidad del agua, o bien, para eludir responsabilidades y compromisos con la comunidad, como sucede con el sector de servicios (hoteles, restaurantes, lavanderías, lavados de autos, gasolineras, etcétera).

      La conclusión de Palerm-Viqueira y Gómez Valdez es que la deficiente cobertura, las fallas en el servicio y la calidad del agua se suplen con el servicio de agua con pipas, lo que, en efecto, quita presión a los responsables de suministrar el servicio. Por otro parte, allí donde es más estricta la administración del agua, los avecindados eluden sujetarse a las cuotas y otras responsabilidades mediante el recurso del servicio de agua por pipas, en tanto que las políticas públicas se limitan a repetir esa solución de mercado.

      En el capítulo 9, Silvia González analiza el caso de la delegación Iztapalapa y hace una aproximación a la vida cotidiana de quienes buscan abastecerse de agua y de quienes la abastecen por tandeo y de dudosa calidad. Así, la autora destaca el papel de los piperos y evidencia los altos costos sociales y económicos que debe pagar la población afectada, en particular, las mujeres cuya mayor parte de su tiempo y energía se destina al acarreo, a potabilizar el agua (hirviéndola o clorándola) y a atender las enfermedades por la mala calidad del líquido, aunado a que tienen que enfrentar a los piperos que venden el agua para uso comercial.

      La autora realiza una completa caracterización socioeconómica de la delegación, vinculando la pobreza y marginación de la mayor parte de su población con el crecimiento urbano desordenado; el fin es argumentar que el deterioro ambiental afecta de manera diferenciada a las mujeres: “La marcada segregación de las mujeres en el uso del agua, así como en las actividades productivas para las cuales es un insumo fundamental, origina diferencias y desigualdades entre mujeres en cuanto al acceso, uso, manejo y control de los recursos hídricos y tiene como corolario la baja incidencia de las mujeres en las instancias de toma de decisiones relacionadas con el agua”.

      Asimismo, González detalla cómo en los lavaderos públicos del barrio de San Pablo, se vive un conflicto entre hombres trabajadores de un mercado y mujeres que trabajan en su hogar, en el cual la llave se abre para los primeros pero se cierra para las segundas, situación que se agudiza en temporada de estiaje; una situación que reproduce la violación al derecho humano al agua y, por ende, a los derechos económicos, sociales y culturales, mismos que no se observan como tales porque la población los asume como parte de la “normalidad” de vivir en Iztapalapa, donde “se batalla todo el tiempo por el agua”. Con ello la autora demuestra las relaciones asimétricas de poder entre mercaderes, piperos y mujeres, donde estas se encuentran en desventaja para el acceso, uso, manejo y control del agua.

      Escobar Neira, en el capítulo 10, analiza un caso de organización comunitaria muy particular, la gestión comunitaria del agua en el contexto de las Presidencias de Comunidad en tres municipios del estado de Tlaxcala. Le interesa tal organización en relación con una instancia descentralizada a nivel de comunidad, por lo que parte de la consideración del agua como un bien común, un fundamento de los sistemas comunitarios de abasto de agua para consumo doméstico. Su propuesta surge del neoinstitucionalismo desde la perspectiva de Ostrom, autor que define los bienes comunes como los de carácter colectivo y transgeneracional (agua, suelo, semillas, tradiciones, conocimientos, ideas, cultura, entre otros), naturales, culturales o sociales, palpables o intangibles, heredados de forma colectiva y que no son exclusivos de una generación y en algunos casos ni de las personas, porque son fundamentales para la vida del planeta en sus diferentes expresiones (Ostrom, 2009).

      Escobar Neira busca ejemplificar una forma de acción colectiva: la gobernanza colaborativa, la cual se constituye como un modelo de gestión heterónomo en el que, además de la comunidad organizada —en este caso en los Comités de Agua—, intervienen también los individuos, el Estado desde el gobierno central y local —encarnado aquí en las Presidencias de Comunidad— y el sector privado (World Bank, 1999); lo que convierte a Tlaxcala en un caso de estudio interesante. Según Escobar, “[…] estos aspectos toman un carácter particular al reconocer esas formas de organización tradicional mediante mecanismos jurídicos, pero adicionalmente al vincularlas de forma oficial a instancias de toma de decisiones a nivel municipal, al conferirles representación con voz y voto en el cabildo municipal”. Ello implicará, dice la autora, un proceso de transformación de la gestión del agua en este nuevo contexto en el que se encuentran distintas instancias de gobierno y diversas formas de organización y de las relaciones que se establecen entre comunidades y municipios en Tlaxcala a partir de las Presidencias de Comunidad.

      En el capítulo 11 del libro, María Guadalupe Díaz Santos aborda el caso del Sistema Morelos del Estado de México para analizar el territorio como poder en la gestión comunitaria del agua. Siguiendo a Palerm-Viqueira, esta autora señala que la gestión del agua se ha diversificado en múltiples formas, legales y a-legales, y que entre estas últimas existen modelos de gestión del agua comunitarios y autogestivos que son otras formas de manejo y organización de dicho recurso; para entender esto, en el capítulo se propone estudiar las relaciones de poder basadas en el territorio, para lo cual retoma la categoría teórica de espacio social complementada con conceptos de Milton Santos y Pierre Bourdieu,

      Santos entiende el espacio social como un conjunto de sistema de objetos (que implica la configuración territorial donde se instalan los objetos naturales como fabricados)

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