La literatura como oficio. Colombia 1930-1946. Felipe Van der Huck

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invocar grupos, buscan evocarlos, convocarlos, darles existencia. Sus categorías son para hacer –diseñadas para agitar, convocar, justificar, movilizar, encender y energizar–. Al reificar a los grupos, al tratarlos como cosas sustantivas en-el-mundo, los líderes etnopolíticos pueden, como señala Bourdieu, “contribuir a producir lo que aparentemente describen o designan” (Brubaker, 2004, p. 10 [traducción propia; cursivas en el original]).

      En lugar, entonces, de tomar el grupo como categoría analítica básica, Brubaker propone un enfoque centrado en los procesos de constitución de los grupos e introduce para tal fin el concepto de groupness, que podría traducirse como “agrupamiento”, es decir, como la capacidad fluctuante y contextualmente determinada de los actores sociales de atravesar por fases de cohesión y solidaridad colectiva.

      Brubaker introduce además una diferencia clave entre grupoycategoría:

      Mucho de lo que se dice sobre grupos étnicos, raciales o nacionales se ve oscurecido por la incapacidad de distinguir entre grupos y categorías. Si por “grupo” nos referimos a un colectivo mutuamente interactivo y orientado, con fronteras claras, sentido de solidaridad, identidad colectiva y capacidad de acción concertada, o incluso si adoptamos un punto de vista menos exigente sobre los “grupos”, debería quedar claro que una categoría no es un grupo. Es, en el mejor de los casos, una base potencial para la formación-de-grupos o “agrupamiento” (Brubaker, 2004, p. 12).

      Si bien estas reflexiones de Brubaker provienen sobre todo de sus trabajos sobre raza, etnicidad y, recientemente, género, son útiles también para los fines de mi investigación. En primer lugar, al hablar de los escritores como grupo social, no he dado por sentado que los escritores que constituyen la base de mi investigación formaron un colectivo “mutuamente interactivo y orientado, con fronteras claras, sentido de solidaridad, identidad colectiva y capacidad de acción concertada”; al contrario, y basado en la evidencia reunida, sostengo que la categoría de escritor, como categoría referida a una actividad u oficio intelectual, sirvió de base para que un conjunto de hombres, que compartían la escritura literaria y el deseo de reconocimiento de ese oficio (y, algunos de ellos, ideales sociales colectivos y vínculos partidistas), invocaran la presencia, en la sociedad colombiana de las décadas de 1930 y 1940, de una figura, la del escritor, que luchaba por establecerse y ser reconocida material y simbólicamente. Cuando, desde las páginas de la prensa literaria, los escritores invocaban la figura del escritor colombiano o hablaban en nombre de “los escritores colombianos” como colectivo social, estaban, pues, evocándolos, convocándolos, dándoles una existencia común. Esta invocación de una existencia común hacía posible, y también plausible, su reclamo de mejores “condiciones de existencia” (ver el capítulo IV: “Los escritores se quejan”).

      En segundo lugar, los escritores colombianos a los que me refiero en estas páginas no estaban reunidos en ningún tipo de organización formal; no tenían una existencia discreta, fronteras claras, coherencia o intereses y agencia concertados, características que se atribuyen a los grupos, pero que caracterizan mejor a las organizaciones (Brubaker, 2004, p. 15). No sostengo, pues, que los escritores sobre los que trato en este estudio hayan formado un grupo social sustantivo y homogéneo, pero sí afirmo y trato de demostrar que compartieron unas condiciones materiales y unos principios de visión y división del mundo que están en la base de su particular construcción de la figura del escritor y de los escritores como un colectivo social. Un trabajo de construcción/ representación que llevaron a cabo, de manera muy notable, en la prensa literaria, y cuyo resultado no fue una acción colectiva visible, agrupamiento o agremiación, sino una “conciencia profesional” creciente, expresada, por ejemplo, en el reclamo (y la legitimación) de la retribución económica del trabajo literario/intelectual.

      También la sociología de Pierre Bourdieu (1985; 2001b) permite construir un enfoque no esencialista de los grupos sociales. En particular, resulta pertinente la diferencia que el sociólogo francés establece entre la existencia “teórica” y la existencia “práctica” de los grupos. Según Bourdieu, esta propuesta se basa en una serie de rupturas con la teoría marxista, entre las cuales las más importantes serían:

      [la] ruptura con la tendencia a privilegiar sustancias –es decir, los grupos reales, cuyo número, límites, miembros, etc., uno pretende definir– a expensas de las relaciones; y con la ilusión intelectual que lleva a considerar la clase teórica, construida por el sociólogo, como clase real, un grupo movilizado efectivamente (Bourdieu, 1985, p. 723 [traducción propia; cursivas en el original]).

      Estas rupturas no niegan que, según un conjunto de propiedades comunes –origen social, educación, edad, ocupación, oficio, etc.–, un investigador pueda construir grupos analíticamente. Pero, en lugar de identificar “grupos homogéneos de individuos diferenciados”, se trata, según Bourdieu, de identificar un “espacio social de diferencias”, es decir, un espacio estructurado según distintos principios de diferenciación (Bourdieu, 2001, p. 104). Desde este punto de vista, que el autor llama “realismo de la relación”, lo real de los grupos sociales ya no se concibe como sustancia, sino como relación.

      [Los grupos sociales] construidos pueden ser caracterizados en cierto modo como conjuntos de agentes que, por el hecho de ocupar posiciones similares en el espacio social (…), están sujetos a similares condiciones de existencia y factores condicionantes y, como resultado, están dotados de disposiciones similares que les llevan a desarrollar prácticas similares (Bourdieu, 2001, p. 110).

      Los grupos sociales pueden alcanzar una existencia “práctica” como grupos “efectivamente movilizados”, el equivalente de lo que Brubaker llama groupness. Sin embargo, si bien hay coincidencias entre ambos autores, Brubaker parece conceder más importancia a la tarea de construcción simbólica de los grupos sociales, pues, aunque no niega que un principio de formación de los grupos sea el hecho de que los agentes compartan “posiciones similares en el espacio social” y “estén sujetos a similares condiciones de existencia y factores condicionantes”, admite que, en algunos casos, pueden actuar como grupo actores no necesariamente próximos en el espacio social, mientras que otros que sí lo están pueden exhibir una variedad de prácticas difícilmente comprensibles por medio de una categoría abarcadora como la de clase social, que, según Brubaker (1985), es la categoría más abarcadora para Bourdieu.

      En todo caso, Bourdieu resalta que los grupos “son [también] construcciones simbólicas orientadas por la búsqueda de intereses individuales y colectivos (y, sobre todo, por la búsqueda de los intereses específicos de sus portavoces)” (Bourdieu, 2001, p. 116). De esta manera, si un investigador se dedica al estudio de un grupo social (llámese clase, partido, comunidad, o, como en este caso, escritores),

      debe ser tenido en cuenta el trabajo simbólico de fabricación de grupos, de elaboración de grupos. Es a través de ese trabajo de representación sin fin (…) como los agentes sociales tratan de imponer su visión del mundo o la visión de su propia posición en ese mundo, y de definir su propia identidad (Bourdieu, 2001, p. 118).

      Desde luego, es posible establecer relaciones entre la posición de los agentes en el espacio social y el trabajo simbólico mediante el cual buscan imponer su visión del mundo; sin embargo, no es posible determinar esas relaciones a priori, como en la conocida lógica del reflejo: a tal grupo, dadas tales propiedades –pensadas no como principios relacionales de diferenciación, sino como atributos esenciales– corresponde necesariamente tal visión del mundo. Como alternativa, está la noción bourdieuana de punto de vista: “el punto de vista es una perspectiva, una visión subjetiva parcial (momento subjetivista); pero es al mismo tiempo un panorama, tomado desde un punto, desde una posición determinada en un espacio social objetivo (momento objetivista)” (Bourdieu, 2001, p. 102).

      Según el enfoque derivado de Brubaker y Bourdieu,

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