Rasputín. Alexandr Kotsiubinski

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Rasputín - Alexandr Kotsiubinski General

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han llegado a un acuerdo respecto a la cuestión cardinal de la psicopatía, a saber, las causas de su aparición, y si se tratan fundamentalmente de patologías adquiridas o condicionadas genéticamente.

      Regresemos ahora a la personalidad de Grigori Rasputín, comenzando por establecer su tipo psicopático como «his­teroide». Rasputín era una persona con un tipo de carácter histriónico y exhibicionista, cuyos motivos vitales son los elogios, los aplausos, la gloria, etc. En el caso de Rasputín, los ­rasgos histeroides se manifestaban en una conducta extra­vagante permanente. Todo parece indicar que el desarrollo de la psicopatía histeroide de Grigori Rasputín fue condicionado tanto por las características especiales de la educación que recibió y sus condiciones de vida (era hijo único en una familia patriarcal, «la niña de los ojos», cabría decir), como por toda una serie de padecimientos mentales derivados de un parto traumático: memoria deficiente, una prolongada enuresis, etc.

      La presencia de esos trastornos psicopáticos de la personalidad privaba al starets de una adaptación normal a la sociedad y lo empujaba a emprender incesantes aventuras sociales, en particular, al vagabundeo que, en realidad, venía motivado por su incapacidad para trabajar de forma planificada y productiva, así como para establecerse en un lugar específico. El único «lugar de trabajo» en el que Grigori Yefímovich consiguió mantenerse durante un período prolongado de tiempo, aunque sazonado de interrupciones, resultó ser el traspatio de la corte. Sin embargo, esa circunstancia es menos un testimonio de la normalidad del «padre Grigori» que una prueba de la dimensión patológica que afectaba la atmósfera de las «altas esferas» del Imperio ruso durante el último decenio previo al estallido de la revolución.

      Si bien codiciaba el interés que hacia su persona pudie-

      ra manifestar cualquier mortal, es natural que valorara aún

      No parece que esta declaración evidencie ninguna hipocresía o contradicción interior. Lo que Rasputín buscaba no era el poder como tal, en el sentido de la ocupación de una función social cuya autoridad de mando fuera significativa, como la posibilidad de continuar «pavoneándose» eternamente, sin encontrar ninguna limitación, ya fuera de tipo vertical (administrativa) u horizontal (social).

      «Siempre exige que le prodiguen una atención exclusiva»

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