Rasputín. Alexandr Kotsiubinski
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Veamos también qué es lo que consignan otros testimonios de personas con un perfil psíquico sólido y una estabilidad emocional menos dúctil que la de Kokovtsov. P. A. Stolypin, por ejemplo, escribe: «[Rasputín] me recorría con sus ojos blancuzcos... pronunciaba no sé qué fragmentos misteriosos e inconexos de las Sagradas Escrituras, agitaba los brazos de forma harto desacostumbrada, y yo sentía cómo me ganaba una repugnancia insuperable... Pero, al mismo tiempo, comprendía que de ese hombre emanaba una gran fuerza hipnótica y que ejercía sobre mí una impresión muy fuerte, que por muy grande que fuera la repugnancia que me producía, tenía un carácter moral».158 M. V. Rodzianko, por su parte, relata que «[Rasputín] se volvió hacia mí y me examinó con la mirada. Primero estudió mi rostro, después bajó los ojos al pecho, como auscultándome el corazón, y los volvió a subir y me miró fijamente a los ojos. Así se mantuvo durante unos instantes. Personalmente, soy inmune a los efectos de la hipnosis, como he tenido ocasión de comprobar en innumerables ocasiones, pero aquí me estaba topando con una fuerza desconocida de un potencial enorme».159
Al mismo tiempo, el propio Rasputín poseía una voluntad extraordinariamente poderosa, una «suerte de fuerza interior»,160 y quienes le conocían íntimamente señalaban la absoluta inutilidad de cualquier intento de ejercer alguna influencia sobre él, pues con ello «no se conseguía más que enojarlo».161
En Rasputín, la capacidad de ejercer una influencia psicológica sobre las personas se completaba con una finísima intuición, que le permitía actuar como un «profeta», y no sólo en relación con su propio porvenir (en el caso de las personalidades histeroides, ocupadas permanentemente de sí mismas, lo último es más una norma que un «don divino»). Según relatos de testigos, la víspera del asesinato de P. A. Stolypin en Kiev, al paso del carruaje que llevaba al Primer Ministro, Rasputín «de pronto, se estremeció y se puso a gritar: “¡Tras él va la muerte! ... ¡La muerte va detrás de él! ... Sigue a Piotr ... va en pos de él”».162 En otra ocasión, poco antes del estallido revolucionario, Rasputín, que se encontraba junto a la fortaleza de Pedro y Pablo rodeado de sus admiradoras, declaró: «Veo mucho sufrimiento y muchos cadáveres; no unos pocos, sino legiones de cadáveres; cerros de cadáveres entre los que hay algunos archiduques y cientos de condes. La sangre teñirá de rojo el río Neva».163
En efecto, sus «aptitudes para predecir el futuro y su clarividencia», escribe su hija Matriona, «eran las que más extrañeza e incomprensión suscitaban entre quienes le rodeaban».20 164 A veces adquirían dimensiones verdaderamente maravillosas, como, por ejemplo, y siguiendo un relato de Feofán, cuando en una ocasión en que Rasputín se alojaba con él en Pokrovskoie, «Grigori se apartó de la mesa, pronunció una oración y dijo con voz firme: “durante tres meses, hasta el día del Patrón, no habrá lluvias” ... Y así fue».165
«No sufras. Tu hijo vivirá»
Los talentos de Rasputín para la sugestión resultaban insustituibles cuando se trataba de desempeñar el papel de curandero, indispensable en el desempeño de cualquier «Hombre de Dios», alguien capaz de erradicar las enfermedades mediante la sugestión psicológica. «Me sucedió una vez», recordaba L. V. Golitsyna, «que se me inflamó la lengua, nadie comprendía de qué se trataba, temían que habría que operar. Pero Gr.[igori] Yef.[ímovich] me dijo: “Se te pasará” y me dio una manteca de Ioan de Tobolsk y podéis creer que la hinchazón desapareció sola».166
Al hijo de A. Simanóvich, que padecía brotes epilépticos, tras los que solía desarrollar una parálisis lateral izquierda, Rasputín lo trató de la siguiente manera: «Salió de su habitación al encuentro del enfermo, se sentó frente a él en la butaca, colocó sus manos en sus hombros, lo miró fijamente a los ojos y comenzó a sacudirse con fuerza. Los temblores se fueron apaciguando y Rasputín recuperó la calma. Seguidamente se levantó de un salto y le gritó: “¡Andando, muchachito! ¡Regresa inmediatamente a casa o te voy a dar una tunda de golpes!”. El niño abandonó el asiento, se echó a reír y corrió a su casa».167 Según contaba el propio Simanóvich, Rasputín lo había «desactivado» para los juegos de cartas, sirviendo vino en dos vasos, mezclado el contenido de ambos después, para que a continuación «bebiéramos los dos al unísono».168
Para el tratamiento del impresionable zarevich Alexei, «el padre Grigori» también utilizó plenamente su don sugestivo-curativo. Suena el teléfono en la casa de Rasputín. Al heredero le duele un oído y no consigue quedarse dormido. El starets se pone al habla: «¿Qué pasa, Alioshenka, que andas despierto a estas horas? ... ¿Qué te duele? ... Pues no te duele nada. Ve ahora mismo a acostarte. ... Esa orejita no te duele nada. ... Que no te duele, ya te lo digo yo. Duérmete, duérmete ahora mismo. ... Que te vayas a dormir, te digo. ¿Me oyes? A dormir». Quince minutos más tarde vuelven a llamar para comunicar que a Aliosha ya no le duele el oído y que duerme plácidamente.169
En 1907, el heredero, enfermo de hemofilia, se encontraba al borde de la muerte. Rasputín consiguió detener la hemorragia sin rozar siquiera al zarevich con las manos: se limitó a sentarse a rezar junto a él.170 «Quizás sea posible», escribió el genetista británico J. B. S. Haldane, «que fuera capaz de generar un estrechamiento de las arterias menores por medio de la hipnosis o de algún otro procedimiento similar. El sistema nervioso las controla y si bien es cierto que generalmente no lo hace la conciencia, es posible que se hubiera producido un estrechamiento en el organismo del sujeto hipnotizado».171 Más tarde, los médicos establecieron que mediante la hipnosis o incluso la distracción de la atención de un enfermo agobiado por su padecimiento hacia cualquier otro asunto, se consigue una merma significativa de la hemorragia durante la práctica de operaciones a hemofílicos.
También es conocido que el estado psicológico de los pacientes hemofílicos deriva en buena parte del sosiego que mantengan sus allegados. Dicho en otras palabras: hasta cierto punto, es posible infundir en un hemofílico una mejoría en su estado y, de esa manera, ayudarlo a superar una crisis. Y la capacidad de Rasputín para ejercer una influencia positiva sobre las personas sumidas en una situación de desasosiego era fundamental para este propósito: «Tenía una sagacidad y un encanto tan especial, o un carisma, que hacían que su presencia ejerciera un efecto tranquilizador en quienes le rodeaban».172
Uno de los más conocidos casos de esta cualidad de Rasputín lo constituye la curación del zarevich Alexei de una terrible crisis hemofílica que sufrió en Spala (no lejos de Varsovia) en octubre de 1912. Grigori Yefímovich, que se encontraba a miles de kilómetros del paciente, consiguió aliviarlo tan sólo enviándole un telegrama tranquilizador. Durante el primer día, la temperatura del paciente había subido hasta los 39,4 grados y el pulso se había acelerado hasta las 144 pulsaciones por minuto. Ya desde el 10 de octubre, la familia real y toda Rusia comenzaban a prepararse para la muerte del zarevich. El 11 de octubre se preparó un boletín que anunciaba la muerte de Alexei para enviarlo a San Petersburgo.173 Y fue entonces cuando A. Vyrubova envió un telegrama a la lejana Pokrovskoie, donde se encontraba G. Rasputín. A la mañana siguiente, Alexandra Fiodorovna, pálida y desmejorada, sonreía: «Los médicos no han conseguido constatar ninguna mejoría pero, personalmente, ya no me preocupo más. Esta madrugada recibí un telegrama del padre Grigori, que me ha devuelto completamente la calma». El telegrama rezaba: «Dios ha reparado en tus lágrimas y ha escuchado tus plegarias. No sufras. Tu hijo vivirá». Poco después, Alexei se repuso.174
A principios de 1916, el heredero padeció una hemorragia nasal incontenible y el zar regresó inesperadamente con él desde Stavka. Los esfuerzos desplegados por el Privatdozent V. N. Derevenko y el profesor S. P. Fiodorov resultaron infructuosos, a pesar de todas las oportunas medidas que tomaron. «La emperatriz estaba de rodillas junto a la cama devanándose los sesos e intentado dar con una solución... Entonces, él