Amor perdido - La pasión del jeque. Susan Mallery

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Amor perdido - La pasión del jeque - Susan Mallery Libro De Autor

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que alguien podría llevarme a casa? —preguntó Kari—. ¿O sigue Willy conduciendo su taxi por aquí?

      —Me gustaría poder llevarla a casa yo mismo. Por desgracia, tengo trabajo que hacer. Le diré a uno de los oficiales que la lleve.

      Kari dio las gracias con una sonrisa. Cuando se quedó sola, miró a su alrededor. Sólo quería echar un vistazo, se dijo. No buscaba a nadie en especial. Y menos a Gage.

      Pero, como una abeja busca la flor más dulce, su mirada se posó en él. Estaba sentado en su despacho de paredes de cristal, hablando con algunos hombres del equipo táctico. ¿Estarían intentando convencerlo de que dejara Possum Landing y se uniera a ellos? Kari negó con la cabeza. Había cosas que no cambiaban nunca, se dijo. Gage Reynolds nunca dejaría Possum Landing antes de que Ida Mae fuera enviada como astronauta a la Luna.

      Observó a Gage mientras hablaba y los otros hombres reían. El tiempo lo había convertido en un hombre, pensó. Con fuertes músculos y rostro firme. A pesar de que ella misma lo había presenciado, no podía creer que hubiera entrado así en medio de un atraco. ¡A propósito! Había actuado con calma y frialdad y casi la había vuelto loca.

      —Señorita Asbury, puede esperar en el mostrador de la entrada. Un oficial la llevará a casa dentro de un par de minutos.

      Kari se lo agradeció y caminó hasta la salida. Ida Mae estaba sentada en la sala de espera, con las manos entrelazadas en el regazo. Al verla, esbozó una amplia sonrisa.

      —Kari.

      La mujer se levantó y extendió las manos. Kari se acercó y aceptó su abrazo. Le resultó tan familiar… Los brazos huesudos de Ida, su cabello peinado de forma impecable, con su tupé, el aroma de gardenias de su perfume de siempre…

      —Tienes buen aspecto, pequeña —comentó Ida y se sentó de nuevo.

      —Y tú no has cambiado nada. ¿Estás bien?

      —Pensé que me iba a dar un ataque al corazón allí en medio. No podía creerlo cuando aquellos hombres nos apuntaron con sus pistolas. Entonces, entraste tú y fue como ver un fantasma. Luego entró Gage. Qué valiente, ¿verdad? —comentó Ida Mae.

      —Claro que sí —contestó Kari y pensó que ella tal vez no se hubiera atrevido a entrar en medio de un atraco de forma consciente, a pesar de quién estuviera en peligro. Pero Gage siempre hacía aquello en lo que creía.

      —Aún es muy atractivo, ¿no crees? ¿No está más alto que cuando te fuiste?

      Kari no respondió.

      —Nadie sabía que habías vuelto —continuó la mujer mayor—. Por supuesto, sabíamos que algún día lo harías, ya que aún posees la casa de tu abuela y sus pertenencias. Puedo decir que las malas lenguas dijeron muchas cosas cuando te fuiste del pueblo hace años. Pobre Gage. Casi le rompiste el corazón. Por supuesto, eras joven y debías perseguir tus sueños. Fue una pena que tus sueños no lo incluyeran a él.

      Kari no supo qué decir. También a ella se le había roto el corazón, pero no quería hablar de eso. Lo pasado, pasado. Al menos, eso era lo que se decía a sí misma, a pesar de que no lo creía.

      —Me alegro de que hayas vuelto.

      —Ida Mae, no he vuelto. He venido sólo a pasar el verano —repuso ella, suspiró y pensó que, después, iba a sacudirse de los zapatos el polvo de ese pequeño pueblo y nunca mirar atrás.

      —Ajá —replicó Ida Mae, sin parecer convencida.

      Por suerte, el oficial llegó en ese momento. Kari preguntó a Ida Mae si necesitaba que la llevaran a casa también.

      —No, no. Mi Nelson me estará esperando fuera. Lo llamé justo antes de que salieras.

      Las dos salieron del edificio acompañadas por el oficial. Nelson estaba esperando a su esposa y Kari se sintió abrumada por el calor, con dificultad para respirar.

      —La pequeña Kari Asbury —dijo Nelson mientras se acercaba. Sonrió y se secó el sudor de la frente con un pañuelo—. Estás hecha una mujer.

      —¿No está guapa? —comentó Ida Mae—. Pero siempre has sido encantadora. Debiste participar en el concurso de Miss Texas. Podrías haber llegado lejos.

      Kari esbozó una débil sonrisa.

      —Me alegro de haberos visto —replicó de forma educada y se dirigió hacia el coche de policía que la estaba esperando.

      —Gage ha tenido un par de novias —gritó Nelson hacia ella—. Pero ninguna ha conseguido llevarlo al altar.

      Kari hizo un gesto con la mano. No estaba dispuesta a entrar en ese tema.

      —Me alegro de que estés de vuelta —gritó Nelson, aún más alto.

      Kari no pudo contenerse. Se giró para mirar al hombre y negó con la cabeza:

      —No estoy de vuelta.

      Nelson la despidió con la mano.

      Kari se subió al coche. El oficial que la esperaba tenía un aspecto muy joven. Ella sólo tenía veintiséis pero, a su lado, se sentía una anciana.

      Le dio su dirección y se apoyó en el respaldo, respirando el fresco del aire acondicionado. Tenía un millón de cosas en las que pensar pero, en vez de hacerlo, se encontró recordando la primera vez que había visto a Gage. Ella había tenido diecisiete años y él veintitrés.

      —Sé que es una pregunta estúpida —comentó Kari, mirando al hombre que conducía a su lado—. Pero, ¿cuántos años tienes?

      Era un joven rubio, con ojos azules y mejillas pálidas. La miró perplejo.

      —Veintitrés.

      La misma edad que Gage había tenido hacía ocho años. No parecía posible. Si Gage hubiera tenido un aspecto tan joven como el de aquel hombre, ella no habría tenido problema en hablarle con claridad. ¿Por qué le había resultado tan difícil compartir con él sus sentimientos mientras salían? ¿Por qué el mero pensamiento de contarle la verdad la había aterrorizado?

      La respuesta no era sencilla y, antes de que pudiera dar con una explicación, llegaron a su casa.

      Kari le dio las gracias al oficial y salió del coche. Frente a ella, estaba la casa donde había crecido. Había sido construida a mediados del siglo pasado y tenía un gran porche y ventanas con contraventanas. La calle estaba bordeada por casas muy parecidas a la suya, de diferentes colores. Incluida la casa de al lado. La miró y se preguntó cuándo iba a tener el siguiente encontronazo con su vecino. Como si regresar a Possum Landing no fuera lo suficientemente difícil, Gage Reynolds vivía en la casa de al lado.

      Kari entró en la casa de su abuela y se detuvo en la habitación principal. Un salón donde la gente se reunía cuando el tiempo no era bueno para sentarse en el porche. Recordó las horas incontables que pasó escuchando a las amigas de su abuela charlar sobre quién estaba embarazada o quién le era infiel a quién.

      Había llegado al pueblo la noche anterior. No había encendido muchas luces al llegar y, de alguna manera, se había convencido de

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