El concepto Mulligan de terapia manual (Color). Wayne Hing
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Figura 1
Plano de tratamiento. (A) Plano de tratamiento definido respecto a un ejemplo de la articulación femorotibial. El plano de tratamiento es perpendicular a una línea que va desde el centro de rotación de los cóndilos del fémur (miembro convexo) hasta el centro de la meseta tibial (miembro cóncavo). Se cree que los deslizamientos y rotaciones en este plano son los más eficaces mecánicamente. (B) Se ajusta un deslizamiento lateral con una ligera inclinación posterior, donde el círculo representa el punto de contacto y la flecha, la dirección. El punto de contacto y la aplicación se modifican cuando se ajusta la dirección.
Fuente: Vicenzino y cols., 2011; p. 16.
Las MCM se integran fácilmente en el examen de fisioterapia manual estándar para evaluar su potencial como intervención. Se procede con una integración estándar después de examinar los movimientos activos/funcionales apropiados, los músculos estáticos y los movimientos accesorios pasivos. Las pruebas se practican fácilmente durante la primera sesión de tratamiento. La reevaluación suele consistir en que el practicante retire las manos que están en contacto con el paciente y le pida que mueva la articulación (sin cambiar de postura) y evalúe el efecto de la MCM. Habitualmente, el tratamiento y su reevaluación se aplican en posturas en carga con las extremidades inferiores y en problemas de columna, ya que la mayoría de las MAEC se suelen tomar en posturas en carga funcional. Existe la noción de que el tratamiento en carga suele aportar la máxima mejoría del estado del paciente.
Las indicaciones para las MCM, tanto en la exploración física como en el tratamiento, son esencialmente las mismas que para otros métodos de terapia manual, al igual que las contraindicaciones, aspecto que se examinó más a fondo en nuestro primer libro. Por lo general, las técnicas de movilización, entre ellas las MCM, se han conceptualizado como indicadas para casos de dolor articular mecánicamente inducido y para casos de rigidez articular que limita el ROM. Sin embargo, Mulligan también propone que las MCM influyen favorablemente en lo que parecen ser afecciones de los tejidos blandos, como la epicondilalgia lateral del codo y la enfermedad de De Quervain, y existen estudios clínicos con distribución aleatoria (ECDA), series de casos y estudios de casos que respaldan su afirmación (Vicenzino y cols., 2011).
Aunque original en su naturaleza, el concepto de las MCM tiene paralelos con otros métodos de terapia manual que facilitan su inmediata adopción por los masoterapeutas. Por ejemplo, el concepto de la mecánica articular de algunas técnicas de las MCM es afín al método por el que aboga Kaltenborn (1980), y el énfasis en el autotratamiento con movimientos repetidos les resulta familiar a los practicantes del método McKenzie (McKenzie y May, 2003). Esto no es sorprendente dado que Mulligan fue mentor e influyó tempranamente en el enfoque laboral de estos practicantes. Coincide con los métodos de Maitland (2005) y de McKenzie en los que se emplea un cambio en la respuesta álgica como indicación de que se está aplicando la técnica correcta, aunque, en vez de provocar o localizar el dolor, el objetivo de las MCM sea su eliminación total e inmediata.
En contraste con los métodos de Maitland y Kaltenborn, no existe un sistema que gradúe la fuerza ni el grado de movimiento de las MCM, sino que, al aplicar estas técnicas, el practicante ejerce tanta fuerza en la movilización como se requiera para mejorar la MAEC pero sin causar dolor. En ocasiones, el dolor es provocado por la aplicación de excesiva fuerza de deslizamiento, o por un grado de movilización demasiado fuerte. Una ligera fuerza es a menudo todo cuanto se necesita para lograr una mejora indolora de la función. Si no se consigue esta mejora con fuerza ligera, entonces la fuerza (y, por tanto, el grado) debe aumentar hasta que sea eficaz o se muestre inadecuada y se descarte. Además de estas diferencias entre el concepto de MCM y otros métodos de terapia manual, las MCM combinan elementos activos y pasivos. Esto contrasta con centrarse en solo un aspecto (p. ej., el movimiento articular pasivo según Kaltenborn). Con respecto a esto último, hay cierta similitud con el método de movimientos combinados descrito por Edwards (1999), en el cual el posicionamiento articular indoloro sirve para permitir la movilización en los grados finales de movilidad pasiva.
Las técnicas de MCM se definen como la aplicación de un vector de fuerza específico en una articulación (la movilización o primera M de las siglas MCM), que se mantiene mientras el paciente practica una tarea física previamente alterada. La clave para aplicar con éxito las técnicas de MCM es la aplicación diestra y eficaz de esta fuerza de movilización para lograr de manera indolora un alivio inmediato y crónico del dolor (Vicenzino y cols., 2011).
La movilización de las técnicas de MCM (figura 2) se describe mediante parámetros como la cantidad, la dirección y el volumen de la fuerza aplicada, así como con la localización y el modo de aplicación de la fuerza (Vicenzino y cols., 2011). Además, un rasgo clave de la aplicación de MCM es el movimiento de la segunda M de la MCM, llamada MAEC, y que se abordó con anterioridad.
Figura 2
Elemento de movilización de las técnicas de MCM. Los parámetros de la «movilización» de las MCM se enumeran en la columna izquierda. El umbral del dolor se refiere a la medición de la tarea con patrones distintos del dolor, como el ROM o la fuerza generada cuando el paciente experimenta por vez primera el inicio del dolor. Es decir, el dolor no es la variable, sino que son el ROM y la generación de fuerza los criterios de producto primordiales. Cuando el dolor no es el principal rasgo limitador del problema del paciente, entonces las mediciones del dolor, del ROM y de la fuerza generada se convierten en los posibles criterios de producto. A partir de estos criterios, se toman decisiones para modular los parámetros de entrada (localización y fuerza en la columna izquierda, volumen en la fila del medio, encima de las notas a pie de página) de la movilización (primera M de las MCM). En el diagrama de flujo está implícita la naturaleza iterativa de las aplicaciones de las MCM.
Fuente: Vicenzino y cols., 2011; p. 14.
Solo se debería aplicar una técnica de MCM cuando haya una medición clínica significativa de una tarea física problemática, similar a un signo comparable de Maitland. Es decir, el rasgo clave de una MAEC es que refleje la principal inquietud(es) del paciente. La medición se debe centrar en el paciente y ser significativa para dicha persona, y por eso la denominamos MAEC. La MAEC evaluada en la consulta puede ser la tarea en sí; por ejemplo, llevarse la mano a la espalda para remeterse la camiseta en el pantalón por un problema de hombro, o bajar escalones por un problema de rodilla.
Es decir, una actividad física o una tarea que sea fácilmente reproducible en la consulta es probable que se incorpore directamente a la MCM, mientras que la que no sea fácilmente reproducible en la consulta tendrá que abordarse de una forma un poco distinta. Un ejemplo de tarea reproducible en la consulta, pero no susceptible de inmediato a la aplicación de una MCM, es cuando un paciente siente dolor en cuclillas, pero tal vez no sea deseable reproducir demasiadas veces la postura en cuclillas, por lo que,