El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

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vez que el porján llevaba a la niña a su lugar, le soplaba con el pitido a la cara y ella de inmediato entraba en razón, para volver al círculo otra vez. Era obvio que el dirigente no planeaba dejarla en paz. Cada vez que ella se encontraba en el círculo, él comenzaba de nuevo a gritar órdenes extrañas:

      —¡Unga! ¡Munga! –y la chica obedientemente corría a un lado o al otro… Finalmente cayó toda agotada: la llevaron al lugar donde se encontraban las mujeres y la sentaron en el piso.

      El ritual se acabó. Porján se le acercó a Yuri y dijo:

      —Tienes tres hermanos, todos regresaron de la guerra, todos ellos están vivos, ni siquiera están heridos… Tu padre está vivo, tu madre está viva…

      No se sabe si el chamán contaba al menos con algún tipo de asombro de parte de Yuri. Pero al presuntuoso teórico Knórosov esta profecía le pareció «una completa tontería»: los tres hermanos, aunque llevaban charreteras y tenían que ver con la guerra, no participaron directamente en las operaciones militares. En pocas palabras, según Yuri, el chamán era un mentiroso… Aquel hecho de que el porján hubiera determinado con exactitud la cantidad de hermanos y no se hubiera equivocado en que estaban vivos (aunque, después de la devastadora guerra por la cual había pasado el país, esto era más que increíble) no causó ninguna impresión en Knórosov. Pues, ni modo…

      Sin embargo, Knórosov analizó la experiencia de este dhikr en su primer artículo científico, publicado en 1949, por insistencia de Tolstóv, en la revista Sovietskaya Etnografiya (Etnografía Soviética).

      Se aproximaba el final de la expedición. Los grupos debían unirse para regresar juntos a casa, a Moscú. Todos esperaban a que Tolstóv regresara de la ruta arqueológica. En aquel entonces todavía no había ferrocarriles que enlazaran Chardzhev y Kungrad, y salieran hacia Astracán. Apenas los habían proyectado y ni siquiera los habían comenzado a construir. Por lo tanto, se necesitaba ir en camiones directamente de Chardzhev, a lo largo de Amu Daria hasta Turkul. Tampoco había carreteras: los camiones iban subiendo polvo directamente por el desierto.

      Knórosov y Gueffen pasaron tres días en la ciudad de Nukus, esperando al resto del grupo. Los arqueólogos tenían su propio nombre para Nukus; la llamaban «hoyo-pesadilla». Se podía comer únicamente en dos lugares. Uno de ellos se llamaba Chainaya núm. 1 (cafetería de té), y también había el Restorán núm. 1. En alguna parte de la ciudad también debía estar Chainaya núm. 2, a la que prefirieron no ir. Por eso, Knórosov había decidido llevar a su dama por mejores cervecerías. Mira tenía 18 años y Yuri ya sus 25 bien cumplidos. Por eso la muchacha iba tras de él con la boca abierta. Al principio se dirigían uno al otro de manera formal, tratándose de «usted» pero después pasaron al trato de «tú». Mira Gueffen se acordaba:

      Él me dijo: «Nosotros recibimos el dinero. ¿Y usted ha recibido?».

      Le dije: «Yo no he recibido».

      —Yo sí recibí.

      —¿Cuánto?

      —Doscientos rublos.

      En aquellos tiempos era una cantidad bastante grande de dinero.

      —El dinero es estatal –dice.

      —Estatal –dije yo.

      —Entonces hay que gastarlo porque es estatal.

      Con ese dinero íbamos de Chainaya núm. 1 al Restaurante núm. 1. Por primera vez en mi vida yo probé el vino: un madeira horrible de allí; se podía imaginar de qué tipo de vino se trataba…

      Así, los jóvenes pasaron el tiempo bebiéndose los 200 rublos estatales. Para esos tiempos era mucho: el tercio de un salario medio. Mira confiaba completamente en Yuri en todo. Antes de eso, ella nunca había tenido dinero estatal y no sabía cómo manejarlo. En la expedición no les pagaban, excepto literalmente algunos kopeks que proporcionaba la universidad. Con eso los practicantes quedaban felices: «Dios mío, trabajamos en una expedición, nos alimentan allí y nos llevan. ¿De qué dinero se puede hablar?». No les pasaba siquiera por la cabeza que por ello se podía recibir además algo de dinero. Se sabe que el subdirector del jefe de la expedición Tolstóv era Mark Orlov. A sus espaldas lo llamaban «el gran estafador», aludiendo a sus impresionantes capacidades organizativas y empresariales, que podían ser comparadas con las de Ostap Bender, símbolo literario de un estafador. Fue Orlov quien había dado los 200 rublos al adulto Knórosov. Eran sus «gastos para el viaje». Sin embargo, no consideró necesario entregarle el dinero a una chica que no pedía nada. ¡Que se sienta feliz por haberla llevado!

      Según las palabras de Gueffen, estos mismos 200 rublos fueron heroicamente «ingeridos» en tres días de estancia en Nukus. Pero, lo más importante… ¿Por qué quedó en sus recuerdos esta epopeya increíble? Desde luego por las conversaciones con Knórosov. Él siempre necesitaba un interlocutor y con éxtasis exponía sus planes «americanos», las ideas acerca de su futura «teoría del colectivo», la «teoría de comunicación» y las particularidades del estado alterado de conciencia en las prácticas chamánicas.

      En esa época en Asia Central, Yuri hacía planes sobre su vida de investigador y no se preocupaba para nada por las incomodidades momentáneas. Solo había que reunir a todos los miembros de la expedición para llegar hasta Taskent. Y de ahí se necesitaba tomar el tren para ir a Moscú. Gueffen y Knórosov estaban en el mismo vagón e incluso en el mismo compartimento. Nuevamente tuvieron suerte.

      Pero inesperadamente (o ¿naturalmente?) resultó que a nadie le quedaba dinero. Incluso ni Orlov tenía porque había gastado su último dinero para comprarles boletos a todos, incluyendo a los jefes, es decir, para Serguei Pávlovich en el «vagón internacional» de lujo. Se pudo alojar a las chicas (a Mira Gueffen y a Galina Latysheva) en un compartimento confortable.

      Todos los demás tenían los boletos más baratos con derecho a un colchón, incluyendo al hermano de Tolstóv. Era el pintor Nikolay Pávlovich Tolstóv, que se enojó por tal «injusticia social», según su punto de vista. Obviamente allí mismo se encontraba Yuri, quien estaba como siempre contento por todo y prefería no acordarse de aquellos 200 rublos gastados.

      Consecuentemente, como solía pasar, todos anidaban en el compartimento de las chicas. Nadie tenía dinero: Yuri había gastado su dinero, Mira de por sí no tenía nada, y a los jefes ya no les quedaba nada. En las estaciones corrían al andén para comprar con los últimos kopeks un borsch (sopa de remolacha) en un bidoncito y papas cocidas. Compraban la comida para todos los miembros de la expedición, incluyendo al propio Serguei Pávlovich. Luego se reunían en el compartimento de las chicas y con éxtasis comían el borsch. En el tren, el bastante tímido Yuri continuaba sus cortejos platónicos a la brillante y hermosa mujer llamada Galina Latysheva.

      El nombre Galina tenía su propio encanto para Knórosov: así se llamaba su hermana, con la cual sintió un peculiar apego durante toda su vida. Seguramente ella era la única persona en la que siempre confió y que siempre quiso. Desde su nacimiento, Galina cuidó a su hermanito menor, seguía sus éxitos, conservaba sus dibujos y libritos infantiles. Él se quedó con Galina en la ocupación alemana. Precisamente a ella le regalaba sus dibujos, le escribía cartas acerca de sus planes y éxitos, le enviaba las publicaciones y hasta las traducciones de poesía azteca y maya…

      Defensa de la tesis de maestría

      Entonces, queda claro que por lo menos durante los dos últimos cursos de estudios en la Facultad de Historia, Knórosov se centró en el problema de las civilizaciones americanas y el desciframiento de la escritura maya. Lo pensaba mucho; discutía con sus

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