El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

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incluso a los jóvenes estudiantes. Yuri se comportaba como si se hubiera «caído de la Luna»: no hacía caso a nadie, se dedicaba a hacer lo que le interesaba. Y peor era que le parecían interesantes muchas cosas. En pocas palabras, Zadýchnaya lo trataba con mucho cuidado, esperando cualquier truco del impredecible practicante.

      El sistema de la expedición de Corasmia era así: primero todos los estudiantes iban a las excavaciones con Tolstóv; luego, después de las excavaciones se realizaba un trabajo independiente en tres grupos etnográficos. En esta expedición, Yura Knórosov y Mira Gueffen quedaron en el mismo grupo, donde había ocho personas más. Los estudiantes se dirigieron a Uzbekistán en tren, en el vagón coche-cama más barato. Había costado mucho trabajo conseguir los boletos; además, había más pasajeros que lugares, incluso tomando en cuenta los estantes superiores destinados para el equipaje. Dormían por turnos. Algunos estaban acostados; otros estaban parados, esperando su turno. Después de que Yuri cediera modestamente su lugar a alguien, le propuso a Mira… ir a beber cerveza. La chica estaba apenada: ella nunca en su vida había tomado cerveza, ni siquiera la había probado, y respondió: «No creo, me da un poco de miedo…» Knórosov, con mucha autoridad, dijo: «No se preocupe. Yo le enseñaré…»

      Así es como había comenzado la expedición. Knórosov, burlándose, llamaba las excavaciones «obras de suelo». Los participantes han conservado unos brillantes recuerdos acerca de la etapa arqueológica y acerca del cortejo de Yuri a Galina Látysheva (futura especialista en historia de Moscú). Galina era amiga de Mira y era como siete años mayor que ella. Es decir, ella era coetánea de Yuri y él la «cortejaba». Según la opinión de la mayoría, lo hacía «de una forma puramente platónica». Yuri acompañaba a las chicas a todas partes. Mira recuerda que las acompañaba «incluso cuando necesitábamos ir al baño. Se nos dificultaba mucho explicárselo. Era más fácil llevarlo con nosotras…» Yuri no era una persona conflictiva, pero Galina le contaba a Mira que ellos a veces podían terminar discutiendo…

      Los paseos entre las excavaciones con «el silencioso andar de tigre», al cual se necesitaba acostumbrarse, eran inolvidables. Mira Gueffen los recordaba de una forma pintoresca: «Una vez por la noche vi cómo salió del saco de dormir y acechaba con su paso de tigre al horizonte masculino…» Knórosov realmente tenía una extraña forma de caminar. Mucho después mi esposo, Guillermo Ovando, que logró organizar por primera vez el viaje de Knórosov a Guatemala, lo llamó Pantera Rosa por su forma de caminar. El nombre se lo había dado por analogía con el conocido personaje de las caricaturas. Realmente este andar «de felino» se manifestaba particularmente en Knórosov cuando estaba «en libertad», en algún lugar, en un viaje, cuando se sentía libre y feliz.

      En la expedición de Corasmia, Yuri estaba verdaderamente feliz: no solamente se encontraba en Asia Central, sino en su profundo interior; había mazares donde se llevaban a cabo los verdaderos dhikr… Corasmia era un lugar increíble. Allí se entrelazaban las culturas más antiguas; no solo la preislámica, sino también la prezoroástrica. Y todo esto lo podía ver con sus propios ojos. Él se lo contaba a sus «compañeros», quienes escuchaban todo esto con la boca abierta. Como lo recordaba Mira Gueffen, los estudiantes normales eran «más ignorantes que una bota militar», sabían muy pocas cosas fuera de aquel curso que les impartían en la universidad. Yura era una persona completamente independiente en todo. En aquel entonces, en Corasmia Yuri tenía un amigo y fiel ayudante: su compañero de curso Misha Metelkov. Él era mucho mayor que los demás, incluso era mayor que Yura; ya casi tenía 40 años. Por lo tanto, las jovencitas estudiantes lo miraban como un «verdadero anciano». El propio Misha Metelkov estaba muy interesado en tener tal preceptor como Yuri, ya que el tema de su tesis estaba relacionado con los ritos funerarios. Siguiendo la manera de Yuri, sus compañeros de curso le habían propuesto un tema de investigación a Metelkov: «El papel del cementerio en la vida del difunto». Pero Mijaíl ya había vivido su vida y no se enojaba por eso. Es extraño, pero el propio Knórosov y otros inevitablemente mencionaban que Metelkov había vivido poco. Probablemente esto se deba a las heridas recibidas durante la guerra, aunque en esos tiempos no acostumbraba quejarse de ello. La muerte de Metelkov conmovió mucho a todos sus compañeros de curso, quienes se acordaron de Mijaíl durante toda su vida… Knórosov ¡hasta me lo contaba a mí medio siglo después!

      Mijaíl Metelkov era un maravilloso fotógrafo e iba tras Yuri literalmente a todas partes fotografiando con placer todo aquello que Yuri observaba durante estas salidas conjuntas. ¡Esto era una verdadera vida! Y le quedaba tan poquito para poder disfrutarla… Pero en aquel momento Metelkov se sentía como una persona subordinada al genio y lo gozaba sinceramente.

      No se puede decir que la jefa de la expedición compartiera estos sentimientos. La pobre custodia del museo tenía su propio plan bien ordenado de trabajos etnográficos, oficialmente aprobado: registrar las aldeas y los koljoses (granjas colectivas) enumerados en la lista, describir la vida de los habitantes locales según un esquema determinado.

      A Knórosov no le interesaba mucho esta parte obligatoria para dos grupos de la expedición etnográfica. Sin embargo, era bastante curioso e incluso romántico: el grupo de cinco practicantes dirigidos por Tatiana Aleksandrovna Zhdankova rodaba en camión por el delta del río Amu Daria. Los sitios eran muy bellos: se parecían a las selvas tropicales en los valles de los ríos, los bosques de ribera con lianas que entrelazan los árboles: los álamos, los sauces, los tamariscos, los agracejos, los espinos amarillos. Las arboledas alternaban con los prados, con los cañaverales, con las dunas cubiertas con espinas… La población local contaba que aquí, mucho antes de 1930, todavía vivían tigres. En una de las ciudades (antes de que se lo llevara el río Amu Daria) existía un pequeño museo etnográfico en el que incluso se exponía un verdadero tigre de rayas disecado de la región de Amu Daria. Tradicionalmente el tigre del museo, tan viejo que hasta estaba medio calvo, no tenía otros admiradores más que los niños. Una vez, de pronto el personal se dio cuenta de que una gran cantidad de mujeres, que llegaban una por una, comenzaba a visitar. Principalmente eran jóvenes analfabetas de la etnia karakalpak. La cantidad de estas crecía cada vez más, hasta convertirse en multitudes interminables de karakalpak, kazajas, uzbekas y turcomanas. ¡Las mujeres jóvenes iban al museo! O, para ser exactos, se limitaban al vestíbulo, donde se encontraba el tigre con su pelaje gastado. Ellas se acercaban a la figura del tigre… se ponían a cuatro patas, pasaban gateando debajo de la barriga del carnívoro rayado y… se iban del museo sin siquiera entrar a las salas de la exposición principal. El misterio se reveló fácilmente. Resulta que en el pueblo de los karakalpak existían una creencia: si una mujer estéril pasaba debajo de la barriga del tigre, entonces podía quedar embarazada. Como desde hace mucho tiempo no hay tigres en toda la zona porque ya todos están exterminados, a alguien se le pasó por la cabeza la idea genial y bastante simple: arrastrarse debajo de la barriga del tigre disecado. Pues qué se puede decir de las karakalpak analfabetas a mediados del siglo pasado, si las señoras moscovitas del siglo xxi se alineaban en una larga fila para ver la reliquia expuesta –el cinturón de la Virgen– con el mismo objetivo reproductivo… En pocas palabras, en todas partes del mundo los etnógrafos tienen mucho espacio para la investigación.

      Sea como sea, los cuentos acerca de los tigres habían despertado la imaginación y asustaban a los practicantes. Era particularmente agradable tener miedo estando sentado por la noche al lado del fuego encendido y escuchando historias interesantes bajo el negro cielo estrellado. Desde luego, el principal narrador era Yura-Sinuhé. Para agradecerle de alguna manera por los maravillosos cuentos, Mira le preparaba su golosina favorita. Se trataba del verdadero batido de huevos. Los huevos se adquirían en algún poblado y Mira los batía con un poco de miel y los ofrecía a Yuri. Luego él comenzaba a narrar…

      De hecho, solo Mira lo escuchaba «con la boca abierta», pues Lada Tolstóva, su

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