El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

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demostraba su descontento con un gesto en los hombros y decía que Yura se dedicaba a hacer cosas que según su punto de vista eran ajenas a la expedición. Los demás no entendían nada y solo demostraban su asombro. Más tarde, a Knórosov también a menudo lo consideraban «loquito». ¡Cómo no! Contaba cosas incomprensibles donde hay matemática, métodos de probabilidad, estadística (¿qué es eso?), filología que no tiene nada que ver con la etnografía…

      El chofer de la expedición tenía sus propias ocupaciones: él se dedicaba a la caza. En los alrededores había muchos verracos que los habitantes locales, siendo musulmanes, no podían tocar con sus manos, y por eso incluso a veces pedían a los rusos que cazaran a los verracos que dañaban los campos sembrados.

      Yura Knórosov contaba acerca de todo lo que le interesaba: acerca de zoroastrismo, acerca de Shamun-Nabi y acerca de los dhikr; e incluso por primera vez mostraba sus ideas «americanas». Según los recuerdos de Mira Gueffen, estando al lado del fuego ella escuchaba las primeras versiones de aquellas ideas que posteriormente Knórosov presentaría en forma de publicaciones científicas.

      En pocas palabras, en aquella expedición de Corasmia a la jefa todo le parecía sencillo y entendible excepto una sola cosa: el estudiante Knórosov con sus búsquedas de los misteriosos dhikr (que, por cierto, estaban prohibidos); pues Yuri no iniciaba a los jefes en sus propias investigaciones: él únicamente compartía sus impresiones con sus amigos cercanos.

      Así que el dhikr… Yuri, acompañado por el fiel Mijaíl Metelkov, comenzó a buscar personas que lo pudieran conducir al lugar donde se llevaba a cabo este antiguo, misterioso ritual que estaba desapareciendo de la realidad de la vida soviética. Él estaba firmemente seguro de que observar y describir ese ritual increíble era más importante que estudiar la cultura material tradicional de los uzbekos en la cercana granja colectiva. El guía de los estudiantes resultó ser un señor desmovilizado con una camisa quemada que era un verdadero chamán. Estaba claro que no tendían a introducir a la gente ajena a los dhikr. Mucho menos si se trataba del dhikr femenino. Inclusive se inventaban pruebas, sobre las cuales Yuri contó luego a sus amigos.

      El chamán le preguntó:

      —¿Por qué viniste? ¿Acaso estás enfermo?

      En respuesta, sin pensarlo:

      —Estoy enfermo…

      —¿Qué te duele?

      —Me duele la cabeza…

      Finalmente va la pregunta:

      —¿Entonces quieres que te cure? Está bien, lo haré.

      El hombre se quitó el cinturón militar, lo enrolló alrededor de la cabeza del estudiante y lo apretó ligeramente.

      —¿Todavía duele?

      —Duele…

      Lo apretó más fuerte:

      —¿Ahora duele?

      En pocas palabras, él apretaba el cinturón hasta que Yuri no aguantó y dijo:

      —Ya no me duele.

      En aquel entonces Knórosov había pensado que simplemente no le querían dar acceso al dhikr. Pero lo más seguro es que era una especie de prueba, ya que después de todo Yuri logró ir al dhikr y vio muchas cosas…

      Pero tampoco está excluido el hecho de que a los karakalpak les había agradado más el adulto Misha Metelkov, pues tenía un revólver, e inmediatamente después de la guerra nadie preguntaba acerca de los permisos para llevar armas. Metelkov disparaba con este revólver a los conejos. Para gran asombro de Yuri, los mismos jeques señalaban en el cementerio: «¡Dispara, ahí está el conejo!» Y Metelkov disparaba. Los conejos se volvían el almuerzo de los jeques.

      En la cima de la colina roja y amarilla se alzaba el semidestruido pero todavía majestuoso mausoleo. El edificio parecía ser la continuación de la colina natural. En este cementerio había muchos mausoleos medievales, pero recibió su nombre por la princesa mongola Mazlum-han; por eso, este mausoleo semisubterráneo continuó siendo en el siglo xx el principal santuario para realizar los dhikr.

      La hermosa Mazlum-han era la hija del gobernante local. Muchos hombres querían casarse con ella, pero para su desgracia ella se enamoró de un simple albañil. Cuando la muchacha había rechazado a los pretendientes nobles que le pedían su mano, su padre se enojó y anunció que su hija se casaría con aquel quien durante una sola noche pudiera construir un minarete con altura hasta el mismísimo cielo. Ni dudas hay de que el albañil enamorado había logrado cumplir la tarea y por la mañana fue al palacio por su novia prometida. Pero el gobernante como solía ser, engañó al pobre constructor. Entonces él se tiró para abajo desde el minarete que él mismo había construido. Como debía suceder según el guión de la pieza, la princesa Mazlum-han fue tras él. Se cree que los enterraron juntos e instalaron este mausoleo encima de la tumba construida con los ladrillos del minarete, que fue destruido por orden del gobernante.

      Knórosov y Metelkov sintieron un escalofrío, pero entraron al edificio con cúpulas derrumbadas. El acabado interno del mausoleo sorprendía: las paredes estaban cubiertas de azulejos de glaseado azul con estampado en forma de moño. Hace siete siglos, la bella Mazlum-han había escrito: «La vida es bella. Es una lástima que sea tan corta».

      Después de mediodía, los habitantes de los pueblos vecinos poco a poco comenzaron a reunirse en pequeños grupos y a acercarse al mazar Shamun- Nabi, al largo mausoleo bajo con siete cúpulas y una alta portada. La gente cree que aquí fue enterrado un santo que se llamaba Shamun-Nabi. En cualquier caso, dentro realmente se encontraba una tumba de aproximadamente 25 metros de largo. Se conoce que la construcción del edificio había comenzado a finales del siglo xviii.

      Según las leyendas locales, Shamun-Nabi era el predicador en Corasmia cuando los habitantes de estos lugares ni siquiera habían escuchado acerca del islam. Mucho antes de la aparición de Shamun-Nabi, los misioneros Yajiya y Zakariya fueron encarcelados por sus sermones. Luego el futuro santo primero había comenzado a trabajar de barrendero, y su estatus aumentó hasta el de tesorero estatal. Al obtener un importante puesto de trabajo, consiguió la liberación de Yajiya y Zakariya. Él le dio una explicación a su petición: ambos profetas podían servirle al gobernante Geura. Aquel, para comprobar sus poderes divinos, había ordenado que los predicadores encarcelados le devolvieran la vista a su hija ciega y de paso revivieran a unos difuntos. Yajiya y Zakariya pasaron con dignidad las pruebas: se le regresó la visión a su hija; los difuntos resucitaron; así que los predicadores recibieron la libertad merecida. Y Shamun-Nabi comenzó a ser venerado como a un santo, cuyo mausoleo se convirtió en un lugar de adoración.

      Después de tocar con su frente el umbral del mazar, como lo exige la tradición, la gente se dirigía a la casa a ver al jeque. Las mujeres le llevaban las tortillas, uvas, melones y melocotones. Después de haber entregado los regalos, se sentaban a lo largo de las paredes en un amplio y bajo sofá.

      Tanto a los estudiantes como a los demás se les ofreció el té ya preparado. Sin embargo, no hubo tiempo para entablar una conversación. Casi inmediatamente entró a la casa el chamán o, como lo llamaban aquí, «porján». Después de colgar la pandereta en la pared, él se llevó a tres mujeres. Todos se dirigieron hacia una

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