La chica que se llevaron (versión latinoamericana). Charlie Donlea

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La chica que se llevaron (versión latinoamericana) - Charlie Donlea

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style="font-size:15px;">      —Algo así. ¿Puedo ver la fotografía?

      Jessica extrajo una fotografía del bolsillo. Livia la tomó y sintió una punzada de dolor al ver a Nicole, con el pelo teñido de negro y los párpados delineados pesadamente, lo que convertía sus ojos en óvalos de carbón con zafiros en el interior. De pie junto a ella en la fotografía, un sujeto le rodeaba los hombros con el brazo. Le tomó unos segundos nada más reconocer el rostro como el mismo que había visto en la foto que tenía en su carpeta, pero varios minutos imaginar que ese cadáver descompuesto desde hacía un mes era el mismo hombre que estaba junto a Nicole.

      El doctor Colt insistía en que todos sus becarios comprendieran el error de ver los casos que recibían solamente desde el lado de la muerte. Hablar con las familias de los difuntos era parte importante del trabajo, y visualizar almas vibrantes en lugar de cadáveres sin vida los ayudaría a transmitir los hallazgos con compasión. A pesar de esforzarse, lo único que Livia veía al mirar a Casey Delevan era un cuerpo putrefacto con una pierna fracturada y orificios extraños en el cráneo.

      —No sabía que Nicole estaba saliendo con alguien —dijo Livia por fin.

      —Lo mantenía muy en secreto. Nunca lo conocí. Supongo que Nicole me mostró esa fotografía para que viera que tenía un novio de verdad. Yo la volvía loca porque no se lo presentaba a nadie. No sé por qué guardé la fotografía. Nicole nunca me la pidió. Después mi mamá me contó del cuerpo flotando en la bahía y lo vi en las noticias… es el mismo tipo.

      —¿Lo llegaste a conocer un poco? —insistió Livia.

      —No. Nicole lo mantenía todo muy en privado, a pesar de que siempre nos habíamos contado todo. —Jessica se encogió de hombros—. No lo sé… fue un verano raro para nosotras.

      —¿De cuándo es esta fotografía?

      —Supongo que del verano pasado. Es decir, cuando terminamos el bachillerato. Fue ahí cuando comenzó a salir con él. Nuestra amistad se fue enfriando ese verano. Siempre creí que fue por culpa de él, pero pienso que algo le estaba pasando a ella, también.

      —¿Algo como qué?

      —No lo sé. A Rachel y a mí nos costaba entenderla. Estaba muy rebelde, hacía cosas que nunca había hecho antes…

      —¿Qué clase de cosas?

      —Tipo… no sé. Trataba muy mal a algunas chicas de la escuela. A Megan, en especial.

      —¿Megan McDonald?

      Jessica asintió.

      —¿Qué le hacía?

      —Detestaba toda la atención que recibía Megan por haber creado el retiro de verano y obtenido una beca para Duke. Nicole trató de meterse con el novio de Megan y eso causó un gran problema.

      Livia levantó la foto.

      —¿Pero no dices que estaba saliendo con este tipo… Casey?

      —Sí. Lo de Matt era solamente para molestar a Megan y demostrar que… no sé, que podía conseguir todo lo que se proponía. Sé que estuvieron juntos ese verano.

      —¿Con el novio de Megan?

      —Sí. Mucho dramatismo, te imaginarás.

      —¿Cómo se llamaba él?

      —Matt Wellington.

      —¿Y cuando dices “estuvieron juntos” de qué estamos hablando?

      —¿De qué te parece? —Jessica inspiró profundamente—. Mira, Nic era mi mejor amiga. Pero después de terminar la escuela, cambió. Se volvió muy promiscua. Nadaba desnuda. OK, lo admito, todos lo hicimos, pero Nicole era súper obvia. Quería que todos la vieran desnuda. —Jessica se encogió de hombros—. Algo le estaba pasando, ¿entiendes? Todo ese maquillaje negro, la ropa negra… no sé adónde quería llegar con todo eso.

      Livia recordó una estadía en su casa durante el verano de 2016, en el que Nicole se había teñido el cabello de negro y usaba maquillaje y ropa del mismo color. Livia no le había prestado ninguna atención. Decidió no tocar el tema e ignoró por completo los cambios en el aspecto físico de su hermana, de forma deliberada. Hoy no era la primera vez que Livia deseaba poder retroceder en el tiempo y ofrecerle a Nicole la ayuda que tan evidentemente estaba buscando.

      Livia volvió a levantar la foto de Casey.

      —¿En algún momento Nicole te dijo que este tipo podía lastimarla, o algo así?

      Jessica negó con la cabeza.

      —No. Casi no hablaba de él.

      —¿Le hablaste de él a la policía?

      —Sí —respondió Jessica—. Cuando me entrevistaron, les dije que estaba saliendo con alguien. Pero no sabía su nombre y me había olvidado por completo de la fotografía. La encontré este verano ordenando mis cosas. ¿Por qué lo dices? ¿Piensas que pudo haber tenido algo que ver con la desaparición?

      —No lo sé. —Livia se quedó mirando la foto. Se la acercó al rostro—. ¿Me la puedo quedar?

      —Sí, claro. —Jessica irguió el mentón—. ¿Sabes qué le pasó?

      —¿A Casey? Sí. Se tiró del puente Points y lo encontraron flotando en la bahía.

      LIVIA HABÍA DORMIDO MAL LA noche anterior, perturbada con pensamientos sobre Nicole y Casey Delevan, por lo que fue a trabajar temprano el viernes por la mañana. Se concentró en completar papeleo hasta las nueve de la mañana, para luego presentarse en la sala de autopsias donde se realizaría la ronda matutina. De pie frente a su armario, se colocó la bata por encima del uniforme y se cubrió el cabello con una gorra quirúrgica. Ingresó en la sala de autopsias, dejó los guantes y el barbijo sobre la mesa y se acercó a la pizarra blanca donde estaban anotados y asignados los casos del día.

      Vio su nombre garabateado en marcador azul:

      Doctora Cutty — Jean Marie Miller: mujer de 89 años, víctima de una caída.

      A los otros becarios también les habían asignado casos, al igual que a cuatro de los médicos del plantel estable. Revisó la lista para ver si alguno había recibido un caso más interesante. Todos eran bastante poco originales, salvo el de Tim Schultz, que era una herida de arma de fuego. Livia sintió fastidio. Sin embargo, era consciente de que mal dormida y con la cabeza puesta en Nicole, hoy no era un buen día para atacar un caso difícil. Ni siquiera uno interesante. Una anciana víctima de una caída parecía adecuada para su estado mental actual.

      —Qué cara de muerte traes hoy —dijo Jen Tilly, una de las otras becarias, acercándose a la pizarra.

      —Gracias por el cumplido —replicó Livia.

      —¿Estuviste llorando? —preguntó Jen.

      —No, pero no dormí nada.

      —¿Qué pasó?

      Livia irguió el mentón al ver

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