La chica que se llevaron (versión latinoamericana). Charlie Donlea
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—¿Entonces piensas que se ahogó?
Livia negó con la cabeza.
—No hay agua en los pulmones.
—Qué extraño —comentó Maggie Larson desde un extremo de la mesa. Con el cráneo en una mano y las lupas ante los ojos, hurgó en los orificios con un instrumento que Livia nunca había visto en la sala de autopsias.
El doctor Colt se acercó al extremo de la mesa y se ubicó junto a la doctora Larson.
—¿Qué tenemos?
—Doce orificios ubicados al azar en el cráneo.
La doctora Larson extrajo el instrumento que había estado usando para hurgar y lo dejó a un lado. Livia le echó una mirada y le pareció que era una brocheta como las que podía haber en la cocina. En sus dos meses como becaria, había descubierto que los médicos forenses tenían la costumbre de traer herramientas personales a la morgue, cualquier cosa que sirviera para trabajar con comodidad.
—Demasiado al azar como para ser perdigones de escopetas, y en diferentes planos. Además, no se encontraron cuerpos extraños.
—¿Orificios de taladro? —preguntó el doctor Colt.
Maggie Larson frunció los labios.
—Morboso, pero podría ser posible.
La doctora Larson se distanció del cráneo y permitió a Colt tomar su lugar. Él extrajo unos lentes quirúrgicos del bolsillo superior de su chaqueta y se las puso. Permaneció en silencio varios segundos antes de emitir su característico “Hmmm”. Se quitó los lentes y los volvió a guardar en el bolsillo. Después, arrojó los guantes a un cesto de residuos al otro lado de la habitación.
—Heridas penetrantes de etiología desconocida en el cráneo, la duramadre y el cerebro. Por cómo está el resto del cuerpo y teniendo en cuenta los descubrimientos de Livia durante la autopsia, se desangró a causa de estas heridas. El revestimiento interno del cráneo tiene manchas de sangre del lado izquierdo, lo que indica que la víctima nunca abandonó la posición supina después de sufrir estas heridas. Incluya también esas conclusiones en su informe, doctora Cutty. Asegúrese de que sea detallado. Se mantiene la causa de muerte como exanguinación. Forma de muerte: no determinada.
—¿No determinada? —exclamó Livia—. Pensé que estábamos de acuerdo en que se trataba de un homicidio. —Sintió que se alejaban las posibilidades de jactarse ante sus compañeros; todas las mañanas discutían para ver quién había tenido los casos más interesantes. Un homicidio era por lejos lo mejor que cualquiera de ellos hubiera visto en los primeros dos meses—. Alguien atropelló a este sujeto con un coche y luego… —Livia miró a la doctora Larson—. Luego le perforó la cabeza, o algo así. Y cuando terminó con él, lo arrojó a la bahía.
—Nosotros nos ocupamos de suministrar los hechos, doctora Cutty. Los detectives los ordenan. “O algo así” no es parte de nuestro examen ni de nuestro vocabulario. Lleve la ropa a Balística para que la analicen.
Livia asintió.
—Has hecho un buen trabajo, Livia —la alentó el doctor Colt—. En ocasiones, los resultados apuntan con firmeza a lo que sucedió. Otras veces, solo nos dicen lo que no sucedió. Este sujeto no saltó de un puente; eso es lo que sabemos con seguridad. El resto está fuera de nuestras manos.
CAPÍTULO 4
EN LOS DÍAS SUBSIGUIENTES, CON ayuda del departamento de Antropología, Livia descubrió que el sujeto que no había saltado del puente tenía aproximadamente veinticinco años. El cuerpo había estado sin vida por al menos un año, y en el agua, solamente tres días antes de que los pescadores lo extrajeran del fondo. La policía dragó los bajos de Emerson Bay, un banco de arena popular entre pescadores, donde se obtenían lubinas rayadas por el repentino cambio de profundidades, y encontró cerca del sitio donde había sido hallado el NN una lona verde atada con cuerdas a cuatro bloques de piedra. Las fibras de la cuerda concordaban con muestras que Livia había recolectado de la ropa del hombre. El doctor Colt también había detectado lesiones póstumas: excoriaciones en los músculos de los tobillos y las pantorrillas, que Livia no había notado al realizar la autopsia. Eran las marcas, explicó, de las ataduras hechas para sumergir el cuerpo.
Con la ayuda del laboratorio de Balística, que analizó la ropa, se determinó que el cuerpo originalmente había estado enterrado. El análisis de muestras de tierra determinó que era un lugar con alto contenido de arcilla y grava. Abonando la teoría de que el cuerpo había estado sepultado, Livia incluyó en el informe dos “contusiones de pala” —término acuñado por el doctor Colt, quien sugería patentarlo— en la parte superior del brazo izquierdo. Según el análisis del doctor Colt, el excavador había cavado con demasiada agresividad y hundido la punta de la pala en el cuerpo en lugar de en la tierra.
Sin huellas digitales debido al estado avanzado de descomposición, Livia dependía de la patología dental para lograr una identificación formal. No fue hasta mediados de octubre, tres semanas después del ingreso del cadáver en la morgue, que recibió algo de información al respecto. Livia se encontraba en la oficina, trabajando en el papeleo de su caso matutino y preparándose para las rondas de la tarde, cuando Dennis Steers, de patología dental, asomó la cabeza por la puerta.
—Identificamos a tu NN del mes pasado —anunció.
Livia levantó la cabeza.
—¿En serio?
—Los de Homicidios estuvieron trabajando con Personas Desaparecidas y revisaron mes por mes. Tu amigo desapareció el año pasado. Lo informó su casero.
—¿El casero? ¿Nadie de la familia?
—Parece que era medio vagabundo. Los detectives de Personas Desaparecidas dicen que la madre vive en Georgia y no había hablado con él en años. No tenía idea de que había desaparecido hasta que la llamaron.
—¡Qué triste!
Dennis dejó una carpeta delgada sobre el escritorio de Livia.
—Acá está todo lo que sabemos de él. Un solo arresto, pero se hizo arreglos dentales detallados hace un tiempo y eso nos permitió identificarlo.
—Gracias, Dennis. Me alegro de poder quitarme esto de encima.
Una vez que Dennis se fue, Livia tomó la carpeta y la abrió. Vio en el extremo superior izquierdo la foto pequeña, cuadrada, de un hombre joven y apuesto. Leyó el contenido de la carpeta y vio que se había informado de su desaparición en noviembre de 2016.
Buscó el certificado de defunción para terminar de completarlo, imprimirlo y enviarlo a la madre del difunto en Georgia. Su primer homicidio había sido un caso interesante, un desafío que le había enseñado mucho. El doctor Colt se había disculpado con ella media docena de veces en el último mes, cada vez que la había visto dedicándole tiempo al caso, ya fuera hablando con los detectives de Homicidios, preparando informes para Personas Desaparecidas o colaborando con el laboratorio de Balística en el análisis de suelo, ropa y fibras. Era su primer abrojo: un caso que, por más que lo intentara, no podía quitarse de encima.
—Una