¡No valga la redundancia!. Juan Domingo Argüelles

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¡No valga la redundancia! - Juan Domingo Argüelles Studio

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12 900 de “autorrealización de uno mismo”; 10 700 de “autoevaluación personal”; 9 960 de “autoafirmación de uno mismo”; 8 760 de “autoconcepto personal”; 7 910 de “autodefensa de uno mismo”; 7 690 de “autocontrol personal”; 6 930 de “autodominio de sí mismo”; 6 090 de “su propio autocontrol”; 5 310 de “autocrítica personal”; 3 830 de “autodominio de uno mismo”; 1 860 de “autodominio personal”; 1 430 de “autoevaluarse a sí mismo”; 1 100 de “autorrealización propia”; 1 060 de “autocontrol propio”; 1 000 de “autoevaluación propia”.

       Google: 53 400 000 resultados de “autoestima”; 7 760 000 de “autocontrol”; 5 500 000 de “autoevaluación”; 5 340 000 de “autocrítica”; 4 650 000 de “autobiografía”; 4 270 000 de “autodefensa”; 1 140 000 de “autoconcepto”; 1 090 000 de “autorrealización”; 389 000 de “autoafirmación”; 376 000 de “autodominio”; 206 000 de “autoevaluarse”; 37 400 de “autorrealizarse”.

      24. ¿autoexigirse?, ¿autolimitarse?, exigir, exigirse, limitar, limitarse

      Desde que hay individuos que “se autoconvocan”, “se autopostulan”, “se autojustifican” y “se autosuicidan”, la gente es capaz de hacer cualquier cosa con el elemento compositivo “auto-” (del griego auto-) que significa “propio” o “por uno mismo”. El problema es que el abuso de este prefijo lleva a la gente a construir redundancias con verbos reflexivos y pronominales que ya contienen implícitamente al sujeto. Basta con emplear el sentido lógico para advertirlo. El Clave, diccionario de uso del español actual nos advierte, razonablemente, que “el uso de auto- ante verbos con valor reflexivo es redundante, aunque está muy extendido”, como en “autoanalizarse”, que es innecesario si ya existe “analizarse”. El Diccionario panhispánico de dudas, casi inservible, nos ayuda un poquito esta vez. En sus páginas leemos lo siguiente: “Hay verbos que admiten el uso conjunto del se reflexivo en función del complemento directo y del prefijo del sentido reflexivo auto-: autocensurarse, automedicarse, autoconvencerse, etc.; en estos casos, emplear el prefijo auto- es lícito si, en caso de no hacerlo, no queda claro que es el sujeto quien ejerce sobre sí mismo y voluntariamente la acción denotada por el verbo: en Se autolesionó antes de ser capturado, no hay duda de que el sujeto se provocó la lesión por voluntad propia, frente a Se lesionó antes de ser capturado, en que la lesión pudo ser fortuita. También es admisible la concurrencia del se reflexivo y el prefijo auto- cuando se busca deshacer la posible ambigüedad de sentido planteada por la confluencia formal de la construcción reflexiva con la de pasiva refleja: en El grupo se autodenomina La Farem Petar, queda claro que son los integrantes del grupo los que se aplican a sí mismos ese nombre, frente a El grupo se denomina La Farem Petar, que puede equivaler a El grupo es denominado [por otros] La Farem Petar. Fuera de estos casos, el uso conjunto del pronombre reflexivo y el prefijo auto- no es aconsejable y, desde luego, es inadmisible cuando el verbo sólo puede tener interpretación reflexiva: autosuicidarse [que es una de las peores barbaridades en nuestro idioma]. El prefijo reflexivo auto- es siempre incompatible con el refuerzo reflexivo tónico a sí mismo: se autoconvenció a sí mismo”. Son muchos los verbos a los que la gente les cuelga el prefijo “auto-”, y con frecuencia también el refuerzo “a sí mismo”, con los cuales crea las redundancias más absurdas. Hay dos que son evidentes: “autoexigirse” y “autolimitarse”. Siendo verbos reflexivos y pronominales, basta con decir y escribir “exigirse” y “limitarse”, pues el pronombre personal de tercera persona (forma átona de “él”) ya indica, e implica, que la acción de “exigir” y “limitar” se realiza en el propio sujeto que no es otro que “él”: Él se exige, Él se limita. Por lo anterior, el elemento compositivo “auto-” (“por uno mismo”) es innecesario en ambos verbos en sus formas reflexivas y pronominales. “Autoexigirse” y “autolimitarse” son formas tan redundantes como “autosuicidarse” y “autopostularse”.

      Y son propias del ámbito culto del idioma, en especial de la jerga de la psicología y la autoayuda, de donde pasaron al deporte y a la política. En el portal digital mx Político leemos el siguiente encabezado:

       “Invita Monreal a poderes de la unión a autolimitarse y pensar en la sociedad”.

      Este señor es capaz de decir y escribir cualquier cosa (no lo dudamos ni un instante). Pero el portal de noticias debió informar que Monreal

       invitó a los poderes de la unión a limitarse o ponerse límites y pensar en la sociedad. Y, en todo caso, que “se autolimite él mismo” (¡vaya redundancia tan atroz!) en su hablar desbocado, para ya no decir tanta tontería.

       He aquí algunos ejemplos de estas barbaridades redundantes: “De los prejuicios y el arte de autolimitarse”, “autolimitarse en la información: AMLO”, “propone Ceaip a jóvenes a autolimitarse en el uso de redes sociales”, “la prensa debe autolimitarse”, “autolimitarse para aumentar la creatividad”, “la ansiedad de autoexigirse demasiado”, “¿es bueno o malo autoexigirse?”, “hay que autoexigirse para sacar lo mejor”, “autoexigirse demasiado al iniciar una rutina”, “se autoexige muchísimo”, “Cristiano Ronaldo se autoexige demasiado”, “no te autolimites y no te estanques”, “no te autolimites, piensa en grande”, “te autolimitas y te frustras” y, como siempre hay algo peor, “tú mismo te autolimitas” y “la perfección que él mismo se autoexige”.

       Google: 27 100 resultados de “autolimitarse”; 7 390 de “autoexigirse”; 6 940 de “se autoexige”; 5 820 de “no te autolimites”; 3 730 de “te autolimitas”; 2 340 de “me autoexijo”; 1 000 de “no te autoexijas”.

      25. ¿autoexpulsión?, expulsar, expulsión, ¿se autoexpulsó?, ¿se hace expulsar?, ¿se hizo expulsar?

      En el futbol (¡tenía que ser el futbol!) leemos que “Messi y el amor propio salvan al Barcelona. El rosarino se inventa el golazo con el que el cuadro azulgrana se mantiene como invicto tras jugar con uno menos por la autoexpulsión de Roberto”. Hay que ver y oír cuánta memez se dice en el futbol. Al jugador lo expulsó el árbitro, porque un jugador no tiene la autoridad para mostrarse (¿o “automostrarse”?) la tarjeta roja y abandonar la cancha. Más allá de que haya sido expulsado por protestar airadamente ante el árbitro o por agredir a un rival, por supuesto que no “se autoexpulsó”. El verbo “autoexcluirse” y el sustantivo “autoexclusión” son términos legítimos en nuestro idioma, porque las personas pueden, por sí mismas, excluirse de algún ámbito o alguna acción, pero “autoexpulsión” y “autoexpulsarse” son tonterías que no caben en nuestra lengua. El tal Roberto no se “autoexpulsó”, sino que fue expulsado de la cancha por el árbitro, a consecuencia de una falta cometida durante el partido. El verbo transitivo “expulsar” (del latín expulsāre) significa, en la tercera acepción del DRAE, “echar a una persona de un lugar”. Ejemplo: Por comportamiento impertinente fue expulsado del avión y puesto a disposición de la autoridad. El sustantivo femenino “expulsión” (del latín expulsio, expulsiōnis) designa la acción y efecto de expulsar. Ejemplo: Además de merecer la expulsión, el jugador será suspendido varios partidos por agredir a un rival. Dado que la expulsión es un castigo o escarmiento que se impone a un infractor, no existe la “autoexpulsión” ni, por supuesto, el disparatado

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