América Latina en la larga historia de la desigualdad. José Antonio Ocampo
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Varias preguntas persisten al margen de tan completo análisis multidisciplinario: ¿por qué América Latina es una de las regiones con mayor nivel de desigualdad de ingreso?, ¿por qué persiste esta desigualdad en épocas recientes, cuando otros países han revertido una tendencia que parecía inevitable en ciertos momentos históricos de sus respectivos desarrollos? Todos los autores parecen cortejar posibles respuestas: Prados apunta a un acceso desigual a servicios de calidad en educación y salud con una importante correlación que va en la misma dirección de los indicadores de desigualdad en la región, cuando se la compara con otras. Ocampo y Gómez estarían de acuerdo con esta aseveración sobre la falta de acceso y de calidad de los servicios, pero remarcarían la carencia de provisión de empleos. La informalidad también fue resaltada como uno de los principales retos de la región y uno de los mecanismos por el cual el crecimiento económico no genera, por sí solo, las condiciones laborales adecuadas para la mayor parte de la población. Esta tendencia al trabajo informal fomenta la desigualdad y sigue siendo determinante en su persistencia. Sánchez-Ancochea y Cortés apuntan al problema de la heterogeneidad estructural de las sociedades de América Latina, característica que no cambia automáticamente con el crecimiento del ingreso y demanda políticas diseñadas con el propósito de disminuir la brecha en el acceso y uso de tecnologías y en la difusión de cualificaciones entre los dos grupos de trabajadores. La heterogeneidad estructural se asocia asimismo a la informalidad.
La especialización internacional en materias primas y la estructura de la propiedad de la tierra como causas de la mayor y persistente desigualdad de la región se mencionan en el trabajo de Sánchez-Ancochea. Mientras que, en su análisis de los motores de crecimiento, Ocampo y Gómez plantean cómo “América Latina experimentó un crecimiento importante, en especial durante el lustro 2003-2008, gracias al auge de los precios de los productos básicos”, pero no relacionan esta modalidad de crecimiento económico con el incremento y persistencia de la desigualdad. En este sentido, Prados incluye la especialización en productos primarios como a) causa de la trayectoria desfavorable de los términos de intercambio, la desindustrialización y la desigualdad y b) el desarrollo de una ventaja comparativa basada en aumentar la producción y por tanto la especialización por medio del factor abundante. Pero si este factor son los recursos naturales y están distribuidos de manera desigual, una integración más profunda o intensa en la economía internacional supondrá un aumento de la desigualdad.
Los capítulos de este libro constituyen un avance en el entendimiento de la persistente desigualdad económica latinoamericana, cuyos rasgos actuales son difícilmente captables sin comprender sus raíces históricas y las poleas que la han transmitido a lo largo de casi toda la vida republicana de las naciones de América Latina. Sin pretender fatalismo histórico o geográfico, ni alegar predestinación institucional que de estos deriva, los autores coinciden en señalar el peso de la estructura productiva y de la inserción en el mercado internacional como un factor persistente y de valor explicativo. De estas parece emanar cierto dualismo que permea toda las actividades económicas y afecta al mercado laboral en el cual la informalidad parece no ceder ni al paso del tiempo ni al crecimiento económico, mismo que ha sido insuficiente para los requerimientos del desarrollo, razón por la cual la región no ha convergido con los países industrializados y, en ciertos indicadores, parece inclusive alejarse de los de crecimiento medio y acercarse a los países o regiones más pobres del mundo, apreciación coincidente con Ros (2000).[3]
Las épocas o episodios de reducción de la pobreza coinciden con ciclos de bonanzas de precios internacionales de las materias primas que en el ámbito interno repercutieron en crecimiento y avances en políticas distributivas, si bien las bonanzas no fueron plenamente aprovechadas para subsanar los rezagos sociales y económicos. Ante la evidencia de que el ciclo de precios altos y de crecimiento de la economía global y el de los demandantes de materias primas ha llegado a su fin, parece aconsejable retomar las políticas sectoriales, industriales y manufactureras que conduzcan a la región hacia la senda de crecimiento sostenido de la productividad y que permitan la instrumentación de políticas distributivas y de dinamización de la demanda interna. En este contexto, la reducción de la desigualdad horizontal, los desequilibrios inter e intra sectoriales y regionales son temas que reclaman más investigación y consideración en las políticas públicas. Otro tema a profundizar es la concentración de la propiedad e impacto en las esferas del ejercicio político y en el mantenimiento de la desigualdad del ingreso, ya individual o de hogares, ya horizontal o de importantes grupos sociales.
La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México, contribuye con este libro a la comprensión del desarrollo de la región desde una perspectiva de equidad y democracia, coherente con su misión fundacional.
I. La larga historia de la desigualdad: efectos, causas y políticas para enfrentarla
Martín Puchet Anyul, Alicia Puyana Mutis
El crecimiento económico y la reducción moderada de la desigualdad registrados entre circa 1995 y el primer quinquenio del presente siglo, dieron pie para augurar que América Latina entraba en un periodo de expansión del producto interno bruto con estabilidad macroeconómica y reducción de la concentración en el ingreso. Se iniciaba una era en la cual el desafío era distribuir la prosperidad[1] y no el conocido de controlar la caída del crecimiento y la escalada de precios. Parecía que luego de dos décadas y media desde la crisis de la deuda, y “década perdida” mediante, las reformas estructurales y la liberalización de la economía rendían los frutos anunciados y las economías trasegaban hacia la ruta del crecimiento. Con la alineación de los precios internos con los externos y la estabilidad macroeconómica, gracias a la liberación de los mercados laboral, de capitales y cambiario, los factores productivos se ubicarían en los sectores y en los productos en los cuales la región tiene ventajas comparativas evidentes lo que garantizaría un crecimiento con más y mejor remunerado empleo. En estas condiciones, el manejo macroeconómico se debía concentrar en establecer los estímulos adecuados para inducir a los agentes económicos a limitar el consumo presente para incrementar el ahorro, la inversión y la producción. Con sana fiscalidad, bajos impuestos y presupuesto balanceado, el crecimiento daría los recursos para reducir la pobreza y controlar la desigualdad y América Latina daría luz verde a su hora de la igualdad (CEPAL, 2010) y tendría finalmente la oportunidad de borrar de su imagen el sello de la región más desigual del mundo. Así parecía suceder.
Este capítulo se pregunta sobre asuntos que parecen indicar que América Latina más que un caso de estudio paradigmático de desigualdad en muchos sentidos es parte de la larga historia mundial de la desigualdad. En primer término se presenta la idea de qué tanto cambia la desigualdad cuando la mirada histórica se posa sobre un largo horizonte, luego se muestra que la desigualdad entre países no es solo un fenómeno latinoamericano y, finalmente, se ubica la discusión de causas y efectos de la desigualdad en un contexto internacional que trasciende la ocurrencia latinoamericana.
¿Declina la desigualdad en América Latina?
En efecto, mientras en casi todos los países desarrollados y varios en desarrollo, la desigualdad crecía y empeoraban los ingresos reales de la mayoría de la población, en América Latina la concentración amainaba gracias a la política social de varios países considerados de centro izquierda que anunciaban el retorno del Estado desarrollista (Cornia, 2012). Estudios recientes sobre la desigualdad a escala global hechos por Milanovic