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      Cuando el gobernador Cristóbal de Oñate se percató de que los enemigos estaban en reposo llamó a toda la gente de a caballo para que se armara, «…porque ya era tiempo y llegada la hora de Dios para pelear y vencer o ser vencidos, que de su parte tenían a Dios, pues peleaban por su fee» (Tello, 1973: 219). Por su parte, los naturales luchaban por defender sus tierras, sus familias y por impedir que sus mujeres les fueran arrebatadas por extraños que no coincidían con sus creencias y ritos. Los españoles:

      … se pusieron todos en arma para salir a la batalla, [...] el bachiller Estrada les predicó un sermón y plática en que los trató de la victoria que los ángeles tuvieron en el cielo contra Lucifer, cuyos ministros eran aquellos yndios; que se esforzassen porque San Miguel los ayudaría y el señor Santiago, patrón de España y de sus españoles (Tello, 1973: 225).

      Todos se prepararon para el ataque, y entonces «…dijo el gobernador ¡Ea!, señores, ya es tiempo, salgan los diez de a caballo y se disparo un tiro…». Salieron todos de la iglesia y se dirigieron de una esquina a otra asustados. De pronto cayó al suelo Francisco Orozco junto con su caballo, de lo que se aprovecharon los indígenas; se le echaron encima y lo «hicieron tajas» (Tello, 1973: 226). Entonces el gobernador dijo desde una ventana:

      ¡Ea!, caballeros, vamos todos los de a caballo. [...] [echando un grito al apóstol para que les ayudara] ¡Santiago sea con nosotros! [...] matando y hiriendo, no quedó enemigo en la ciudad que no alanceassen, y aquí se dixo peleó Santiago, San Miguel y los ángeles; [...] Romero, [...] vio en una loma que estaba sobre la Cassa Fuerte, más de dos mill yndios caxcanes que se venían a meter en ella y querían coger el caballo de Orozco, que solo andaba entre ellos escaramuceando, y visto por Christóbal Romero fue corriendo a la Cassa Fuerte a avissar disparassen la artillería hacia donde estaba esa gente, y él passó adelante y se metió entre los enemigos, y comenzó a pelear y alancear yndios, [...] alanceó más de ciento de ellos y les quitó el caballo de Orozco, y viendo los enemigos el destrozo que hacía, se fueron huyendo, y los venció (Tello, 1973: 226-227).16

      Al final de la batalla las calles y plazas estaban llenas de cadáveres y corrían arroyuelos de sangre, y después de que todo quedó en calma el gobernador mandó recogerlos. Los indígenas que atacaron la ciudad fueron poco más de cincuenta mil; la batalla duró cerca de tres horas y en ella murieron quince mil indios y solo uno del bando español (Tello, 1973: 227).

      Después del combate los españoles fueron a recorrer la ciudad para ver los daños causados a sus casas y hallaron en su interior una «gran summa de yndios escondidos en los hornos y aposentos…». Les preguntaron por qué se habían escondido, a lo que respondieron que por miedo, ya que cuando quemaron la iglesia, «…salió del medio de ella un hombre a caballo blanco, con una capa colorada y cruz en la mano yzquierda, y en los pechos otra cruz, y con una espada desenvaynada en la mano derecha, echando fuego». Estaba acompañado de mucha gente guerrera, que los atacó sin piedad; «los quemaban y cegaban, y que muchos quedaron como perláticos, y otros mudos…», y también les contaron que se había aparecido Santiago (Tello, 1973: 227). Fray Antonio Tello dice que este milagro lo representan cada año los indios en los pueblos de la Nueva Galicia (Tello, 1973: 227-228).

      Los indígenas que quedaron heridos se lamentaban de las mutilaciones y los maltratos que habían recibido de sus vencedores:

      Cortaron a unos las narices, a otros las orexas y manos y un pie, y luego les curaban con aceite hirviendo las heridas; ahorcaron y hicieron esclavos a otros, y a los que salieron ciegos y mancos, de haber visto la sancta vissión de Santiago, muy bien hostigados los enviaron a sus tierras, y fue tal el castigo, que hasta el día de hoy volvieron a la Ciudad (Tello, 1973: 227).17

      La gente de la ciudad siempre entendió que vencer a los indígenas fue obra del cielo porque era imposible vencer a tantos enemigos sin la intervención de Dios, del apóstol Santiago y de los ángeles. Para los españoles esta fue una de las batallas más maravillosas que tuvieron en tierras de la Nueva España y de la Nueva Galicia, y sobre todo la más milagrosa por haber vencido a un numeroso ejército indígena con unos cuantos soldados ibéricos (Tello, 1973: 232).

      Para los indígenas fue el inicio de sus luchas contra una ideología y cultura distinta a la que practicaban. Después de lo acontecido el gobernador mandó llamar a Diego de Orozco, le dio un caballo y armas y le encomendó los pueblos de su hermano caído en esta batalla: Mezquituta y Moyahua; además le pidió que fuera como su hermano, trabajador y emprendedor, a lo que él se comprometió (Tello, 1973: 232).

      El día de San Miguel, después de la batalla, los españoles se reunieron en la casa fuerte. Salieron de ahí con el pendón que tenían y la cruz, llevando la imagen de san Miguel al altar, para celebrar la misa muy temprano; cuando terminó, «sobre el misal y el ara consagrada», hicieron votos donde se reconoció como patrono de su ciudad a san Miguel, al que le hicieron su propio altar, y en memoria de esta gran victoria se comprometieron a sacar cada año su pendón (Tello, 1973: 233-234).

      La danza es un arte vivo, originado por un hecho social e histórico. Es también una práctica colectiva que sobrevive, aunque con transformaciones, al paso del tiempo; además, parte de la identidad y el fortalecimiento de los pueblos para la conservación de sus tradiciones y de los valores nacionales.

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       Tastoanes recorriendo las calles a un costado del templo (Santa Cruz de las Huertas, ca . 1970). Autor desconocido. Colección Honoria Hurtado.

      Las poblaciones indígenas del actual estado de Jalisco tenían una amplia variedad de danzas, que se realizaban de acuerdo con la época del año; podían ser de carácter ritual o profano. Algunas de las más antiguas han sobrevivido hasta nuestros días, entre ellas las del sur de la entidad, como la de los sonajeros, la de paixtles, la de los xacayacates, y el caballito, que es de la región de Los Altos (Enciclopedia Temática de Jalisco, t. VII: 238). La de los tastoanes es considerada una de las más antiguas e importantes del estado (Enciclopedia Temática de Jalisco, t. VII: 239).

      Santoscoy opinaba, al referirse a la danza de los tastoanes, que es muy importante porque realmente «…no es una simple danza, sino que se representa en ella una escena histórica […] por las circunstancias de la fiesta» (1984: 416). Pone énfasis en un conflicto que vive la comunidad al no poder disponer de sus propias tierras; y en la resistencia de los indígenas a nuevos regímenes políticos y religiosos, representados de alguna manera en la imagen del patrono del pueblo, considerado traidor por no responder favorablemente a sus necesidades.

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      Tastoanes recitando el coloquio (Santa Cruz de las Huertas, ca. 1970). Autor desconocido. Colección Honoria Hurtado.

      En Tonalá se ha considerado a esta danza como farsa, corrida o jugada. La farsa es una actuación o drama que hacen los personajes en conjunto, es decir, la danza acompañada de enfrentamientos entre ellos mismos o con Santiago, y cuando se dicen los diálogos. Se le denomina corrida cuando Santiago cuerea o varea a los tastoanes. También le llaman jugada de los tastoanes, que es lo mismo que la corrida, cuando intercambian golpes con sus garrotes.

      Santoscoy dice que en Mezquitán se interrumpía con frecuencia «…la danza al encuentro de los tastoanes con Santiago, que montado a caballo visitaba las casas del pueblo. Al encontrarse Santiago y los tastoanes intercambiaban

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