Tastoanes de Tonalá. María Honoria de Jesús Hurtado Solís
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En la danza de moros y cristianos se hace de la guerra un juego y se agradece la liberación de los mahometanos a los santos patronos, que aparecen en las solemnes celebraciones lúdicas y religiosas de esta tradición.
Algunas fuentes registran que los españoles hacían la representación como parte de las diversiones que acostumbraban. La primera referencia a una representación de moros y cristianos en América fue hecha por Bernal Díaz del Castillo. Dice que en el año de 1524 o principios de 1525, Cortés y su compañía iban de México rumbo a las Hibueras; y al llegar a Coatzacoalcos para encontrarse con la gente que él mismo había enviado les hicieron un gran recibimiento «…con arcos triunfales y con ciertas emboscadas de cristianos e moros, y otros grandes regocijos e invenciones de juegos» (Díaz del Castillo, 1990: 568).
En 1539, Motolinía presentó la primera descripción de moros y cristianos en México, relatando la celebración de Corpus Christi en Tlaxcala, donde se iba a representar la conquista de Rodas, pero se determinó presentar la conquista de Jerusalén (Sevilla et al., 1983: 219-220). Esto muestra cómo en la farsa podían preparar al gusto del organizador una u otra representación de conquista para la ocasión.
En la Nueva España, los moros y cristianos se escenificaban en los intermedios de las corridas de toros, y en la celebración del Corpus Christi se vendían máscaras de los personajes que intervenían (Warman, 1985: 1991).
En las actas de cabildos de Guadalajara aparece un acuerdo, con fecha 26 de abril de 1608, para los festejos del recibimiento del presidente de la Real Audiencia. Después de visitar el pueblo de Analco se programó una corrida de toros, que incluía esta danza. El acta dice:
...en la plaza desta ciudad, las fiestas que quisiere [...] después de venydo en la misma plaza, haya un juego de cañas y se corran toros y las demás fiestas que pareciere hacer las ordene don Diego de Padilla, alcalde ordinario desta ciudad [...] comisionado de las fiestas (López, 1984: 39).
Existen en la parroquia de Tonalá documentos fechados en 1772 y 1776 en los que se hace constar que se celebraba de buena manera la fiesta del Corpus Christi, celebración en la que «…se quemaban fuegos, se compraban velas de sebo, rosas, luminarias, pífanos (flauta pequeña) y tambor, en 1772, pagaron 9 pesos 3.5 reales» en el día.9 Si era generalizado que en dicha fiesta se celebrara la representación de moros y cristianos, es factible que también se tuviera esa costumbre.
La música que perdura en la danza de los tastoanes de Tonalá es la de sones llamados El torito, El toro y El medio toro, que podrían ser secuelas de la inclusión de la danza de moros y cristianos en las corridas de toros.
Tastoanes (Zalatitán, ca. 1955). Autor desconocido. Colección Refugio Figueroa.
Fuentes que mencionan la danza de los tastoanes
Entre las fuentes está la crónica que escribió fray Antonio Tello en 1646. Si bien este autor no es del todo confiable por las fechas y los acontecimientos que confunde, sabemos que estuvo en contacto con acervos primarios y gente longeva que sobrevivió a la conquista y sabía de los acontecimientos por sus padres.10
La obra de Tello menciona la danza de los tastoanes cuando se refiere a la batalla de la Guadalajara de Tlacotán, en la que aparece Santiago:
…salió del medio de ella un hombre a caballo blanco, con una capa colorada desenvaynada en la mano derecha, echando fuego, y que llevaba mucha gente consigo de pelea, [...] y los quemaban y cegaban, [...] ellos eran los que contaban que se había aparecido Santiago. Este milagro lo representan cada año los yndios en los pueblos de la Galicia (Tello, 1973: 227-228).
Matías de la Mota Padilla escribió en 1742, teniendo como fuente principal a fray Antonio Tello, que en la población de Mezquitán «…se celebraba anualmente, con el nombre de Tastoanes y en honor del santo Santiago, por los indígenas del lugar» (Mota Padilla, 1920: 62).
Continúa narrando y refiere a la batalla que tuvieron en la Guadalajara de Tlacotán, donde se dice que se apareció Santiago para defender a los hispanos:
[…] y siendo así que los españoles fueron los favorecidos, son los indios los que desde entonces hasta hoy celebran sin interrupción la memoria, conservando la tradición de esta victoria que parece nuestra, y los indios tienen por suya [...] [donde] al acometerles el figurado Santiago, [los tastoanes] caen en el suelo y vuelven a levantarse, repitiendo la escaramuza con donaire y celeridad hasta que se le rinden (Mota Padilla, 1920: 62).
El periódico tapatío Juan Panadero, de fecha 5 de agosto de 1880, menciona que la diversión de los tastoanes tuvo lugar en aquella ocasión en Mezquitán. Esta fiesta era considerada «digna de salvajes» por los periodistas Victoriano Salado Álvarez de El Correo de Jalisco y Rafael de Alba de El Heraldo, y derivó en una polémica que fue objeto de estudio de Alberto Santoscoy, quien recibió este encargo del general Ramón Corona. Todo esto tiene como marco el clima de debate propiciado por la llegada a Guadalajara del antropólogo estadounidense Frederick Starr, quien se había interesado en el ritual de los tastoanes (Santoscoy et al., 1950).
Cuando el general Ramón Corona era gobernador del estado de Jalisco ordenó hacer una investigación de la fiesta, cuyos resultados fueron incluidos en los Apuntes históricos y biográficos jaliscienses, obra de Santoscoy publicada en 1889, donde se considera a la danza digna de ser conservada (Santoscoy, 1984: 422).
Entre los trabajos más recientes que se han hecho acerca de la danza de los tastoanes están La conquista de la Nueva Galicia, de José López Portillo y Weber (1935) y Los tastuanes de Nextipac, obra de Ramón Mata Torres de 1987 que registra la fiesta de este lugar. Se conoce también La fiesta de los tastoanes (del poblado de Jocotán) de la antropóloga Olga Nájera Ramírez de la Universidad de Nuevo Mexico en Albuquerque, libro publicado en 1997. Ella aborda sobre todo el carácter mestizo de la fiesta. Agustín Yáñez escribió «Santiagos y tastoanes», en Por tierras de la Nueva Galicia; en 1991 Ezequiel Estrada Reynoso publicó Los tastuanes de Moyahua; La disputa por los tastoanes a fines del s. XIX, de Jesús Jáuregui, apareció en 2002, y Los tastoanes de Enrique Busto vio la luz pública en 2001.
En el caso de Tonalá, periodistas e investigadores hacen una descripción muy superficial de la danza de los tastoanes, mencionan algunas leyendas y hacen comentarios de la obra de Alberto Santoscoy, quien se había enfocado en los tastoanes de Mezquitán.
Así mismo, se ha dejado de lado la investigación en las fuentes directas de la tradición, como son los organizadores y participantes más ancianos de las diferentes poblaciones, quienes han conservado la tradición oral de sus antecesores. En la actualidad son pocas las personas interesadas en conocer lo que los ancianos guardan celosamente; se retoma sobre todo lo que los jóvenes han aprendido en los entrenamientos para representar a los tastoanes.