ESPEJOS. Gisel Vogt

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ESPEJOS - Gisel Vogt

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      Mi mamá se cambió de habitación y dormía ahora en la misma que Camila y yo, no había un solo día en que no discutieran, seguían viviendo juntos, pero cada día eran gritos, insultos, chantajes, amenazas. Ver cómo papá en más de una ocasión tiraba cosas y golpeaba con un cinto a Joaquín, ver cómo mamá no era siempre capaz de defenderlo, sino que era Camila quien lo hacía, era ella quien más de una vez lo había enfrentado haciendo que ese hombre se encerrara en su habitación o se fuera de la casa.

      Mamá se pasaba las noches llorando, yo me daba cuenta de que lo hacía, así que me acostaba a su lado y la abrazaba, no quería que ella sufriera, quería que dejara de llorar, quería que todo fuera como antes, quería que volviera la armonía y la calma, no quería que estuviera triste. Pero nunca podía ayudarla, no sabía cómo hacerlo y yo a veces me escondía a llorar en el baño o en el ropero, yo no quería que ella me viera triste, porque sentía que más triste se ponían ella o Camila. Ahora era ella, Camila, quien nos cuidaba e iba con Gastón y conmigo al parque, así evitábamos a papá por las tardes, porque él, si nosotros nos quedábamos en la casa, no iba a su trabajo y se pasaba la tarde insultándonos, principalmente a Gastón. Por lo general, ya eran solo malos tratos; de ese hombre cariñoso que creía tener por padre no quedaba ni un rastro porque lo que más se escuchaba, lo más “suave” eran palabras como: inútiles, bastardos, basuras, mantenidos o frases “negro de mierda”. Decía que íbamos a ser unas putas como nuestra madre, unas mantenidas de mierda, que le debíamos todo el tiempo que nos crio, que la casa era suya y que nos tendríamos que ir, que íbamos a terminar en la calle, que él no era nuestro padre.

      CAPÍTULO 2: Los espejos aumentan

      DICIEMBRE DE 2017

      Estaban frente a mí los docentes del tribunal y cuando el titular de la mesa se puso de pie y dijo:

      —Muy bien, Vogel, puede pasar. —Sonreí levemente, salí al pasillo y vi la cara de expectativa de los demás estudiantes.

      —¿Y? —preguntaron, yo sonreí y cuando salió una de las docentes y me pasó mi planilla.

      —Felicidades —dijo, y varios compañeros me felicitaron también, me había recibido de docente; agradecí el gesto de mis compañeros, aunque yo nunca entablé una relación profunda con ninguno de ellos, siempre estuvieron ahí.

      Salía del edificio sintiendo que me saqué una gran carga de encima, pero en el fondo no estaba muy contenta, había cumplido una meta, pero no podía hacer aflorar las emociones positivas de ese momento, era como si el vacío fuera lo único que había, respiré hondo y pensé “LO LOGRASTE”.

      Cuando salí a la vereda vi a algunos compañeros y a Paula esperándome sonriente con un cartel; no sé por qué creí que me salvaría del “bautismo profesional” como lo llamó ella, la abracé antes de sentir que me llenaban de harina, yerba, huevo, en fin, una mezcla de no sé bien qué tipo de “productos” o “ingredientes”. Me saqué fotos con mis compañeros más allegados que estaban ahí con Paula, ella era mi amiga y estaba acompañándome como siempre, aunque sabía que no se presentó a su sede, ella estaba estudiando Gastronomía.

      —Muchas gracias —dije emocionada y sonreí, en eso sentí que me agarraban la mano, giré y vi sonreír a Julio.

      —Felicidades, amor —dijo antes de abrazarme, yo correspondí al abrazo y vi por encima de su hombre a Paula mirándome, estaba seria.

      En realidad no esperaba que Julio estuviese ahí, habíamos discutido esa mañana y si bien él sabía que rendía mi último final, no esperaba que fuera, nuestra relación estaba colgando de un hilo, habíamos tenido muchos altibajos las últimas semanas, pero aun así, estaba ahí; eso me tomó por sorpresa, era un gran gesto, pero en el fondo sentía la tensión y la incertidumbre.

      Él se ofreció para llevarme con su moto hasta mi departamento, pero le dije que iba a ir caminando con Paula, hizo un gesto contrariado antes de besarme y volver a abrazarme y decirme al oído:

      —¿Ya tenés planes para hoy?

      —Sí —respondí, aunque en realidad era mentira, porque si bien agradecía su presencia, yo esa noche no quería estar con él.

      Él me miró a los ojos antes de besarme otra vez, en el fondo yo sentía que esa era nuestra despedida y me dolió, pero no quería pensar en eso ese día y le di otro beso una vez que él subió a la moto, y luego se fue. Yo saludé a los demás compañeros que seguían esperando por los siguientes egresados y luego emprendí mi camino acompañada por Paula.

      Mi departamento quedaba a 8 cuadras, por lo que mucha gente me vio andar toda llena de esa mezcla que me habían tirado y me parecía muy gracioso ver la cara que ponían y escuchar a Paula decir “es que se recibió”, a mí no me importaba lo que pensaran los demás y solo sonreía.

      —Gracias, Paula —dije; ella me miró—, por todo. —De nada, vas a tardar bastante en la ducha nomás —dijo antes de comenzar a reír, aunque ella también estaba algo enharinada.

      -Siento que me saqué una mochila de encima —dije antes de gritar—¡Me recibí!, carajo, me recibí.

      Me sorprendí al darme cuenta de lo que había hecho, pero las emociones habían empezado a aflorar, estaba contenta.

      Cuando pasaba la calle hacia mi departamento con Paula vi que me estaban esperando con un cartel Camila con mi sobrino, Gastón, mi mamá y Joaquín. Camila me abrazó y comenzó a llorar de emoción y yo igual, me felicitaban y luego saludaban a Paula que se iba a ir, ella me abrazó. —¿Por qué no te quedás? —le pregunté.

      —Mañana organizamos algo, sí. Ahora disfrutá con tu familia. —Me dio un beso en la mejilla y cruzó la calle.

      CAPÍTULO 3: El reflejo de las primeras heridas

      DICIEMBRE DE 2003

      Una noche, tras una discusión con mamá en la que Joaquín intervino, mi padre lo golpeó, pero mi hermano se defendió devolviéndole un golpe y comenzaron a pegarse, papá era más fuerte y lo golpeó tanto que Joaquín tenía un corte en la ceja y su cara estaba ensangrentada, yo lo intenté defender al golpear a mi padre con el palo de la escoba y funcionó porque él dejó de golpearlo, me miró con odio antes de ir hacia las habitaciones y yo abracé a Joaquín.

      Mi padre entró a la habitación de mis hermanos y tiró la ropa de Joaquín afuera y lo echó de la casa, mamá intentó impedir que Joaquín se fuera, pero no pudo; recuerdo que él antes de irse me miró a los ojos y me dijo: “Sé fuerte, Micaela”.

      Mi mamá salía de la habitación para ir a trabajar, pero solo a medio tiempo y luego volvía a encerrarse, yo sabía que a llorar, porque en ocasiones entraba por la ventana para abrazarla mientras ella lloraba.

      Camila era quien ahora asumía como madre, ella nos cuidaba a Gastón y a mí, era ella quien en ocasiones nos ponía las reglas, y siempre que podíamos evitábamos a papá, que ahora ya no siempre estaba en la casa, pero cada vez que estaba era el circo de maltratos, insultos, amenazas.

      AGOSTO DE 2007

      Una tarde Camila recibió una llamada desde el hospital, habían internado a mamá y tenían que operarla, ella organizó para que nos quedáramos Gastón y yo en la casa de la mamá de una amiga suya, ya que ella iría a cuidar a mamá. Los familiares de mi mamá vivían lejos y ellos no estaban al tanto de la situación de mis padres, tenían

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