ESPEJOS. Gisel Vogt

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ESPEJOS - Gisel Vogt

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      —Paula, sabés que contás conmigo y por favor no vuelvas a decir que no serás buena psicóloga, y con respecto a tu hermana, cuando ella esté lista para dejarse ayudar, se acercará, lo importante es que ella sepa que vos la vas a apoyar, que cuenta con vos.

      —Gracias, y sí, tenés razón, tengo que estar para ella, pero igual, si la vuelvo a ver así, voy a denunciar a ese hijo de puta.

      —Me parece bien, y es lo correcto.

      Esa tarde, como casi todos los sábados, fuimos a correr en la costanera, ella es más atlética que yo por lo que, luego de unos kilómetros yo trotaba y Paula seguía al mismo ritmo, en un momento comencé a caminar, ella volvió corriendo hacia mí.

      —Te tiene mal la falta de actividad quema calorías. —Su sonrisa equivalía al doble sentido de la última frase.

      —¿Y quién dijo que no hago esas actividades? —Ella sonrió—. Además, lo admito, no es mi fuerte la actividad física, lo hago por salud, pero no soy tan enérgica como vos.

      —Sos igual que Sofía. —Sofía era una compañera suya de la universidad, yo no la conocía personalmente, pero Paula solía nombrarla—. Mirá —dijo señalando sin disimulo hacia delante—. Hablando de la reina de Roma. ¡Eh, Sofi!

      Se acercó a nosotros sonriendo una mujer de unos 25 años, de estatura similar a la mía, 1,65 m aproximadamente, piel clara, pelo negro lacio y los ojos más jodidamente azules que había visto, llevaba jean negro y una remera blanca algo transparente, no sé por qué observé ese detalle.

      —¡Eh! Pau, hola. ¿Cómo estás?, ¡qué bueno verte! —La saludó con besos en la mejilla—. ¡Qué ganas de hacer actividad que tenés, eh! —Sofía me miró.

      —Sofía, ella es Micaela.

      —Hola, Micaela —dijo Sofía y sonrió.

      —Hola, Sofía, mucho gusto.

      —¡Al fin se conocen mis dos mejores amigas!... Eh, tendríamos que salir las tres u organizar algo.

      —Es una buena idea —dijo Sofía luego me miró—. Además, de tanto que Paula me habla de vos es como si te conociera de hace rato y, por cierto, te confieso que si no supiera de Matías juraría que Paula gusta de vos.

      Paula se rio sonoramente y Sofía me miró con picardía, yo me sentí incómoda con su comentario, creo que Paula no lo percibió porque seguía en su idea.

      —Sofía, dejá de ser celosa, ya sé que me tenés en vista y te doy largas, pero dejá de marcar terreno con Mica. —Las dos comenzaron a reírse y yo las observaba, me sentía incómoda.

      —Si no tienen planes para hoy, están cordialmente invitadas a mi departamento a las 9. —Sofía aceptó, luego se despidió y siguió su camino. Paula me miró y se quedó seria.

      —¿Pasa algo? Si es por el plan para esta noche, lo pensé por impulso, pero no puedo obligarlas a que se lleven bien.

      —¡Eh!, yo no dije nada —me defendí—, solo que no sé, bueno, sabés que no soy de tanta espontaneidad, es eso nomás, y bueno, no la conozco y parece muy confianzuda

      —La idea es que se conozcan, Mica. —Me miró fijo—. Yo creo que se llevarán muy bien, pero ¿no te habrán ganado los prejuicios? —Sonreí negando con la cabeza, Paula sabe que la primera impresión que tenga de una persona es determinante, si no me genera “buena vibra” desde un principio, yo creo una especie de coraza y evito relacionarme con esa persona.

      —Voy a ir sí… ¿Seguimos corriendo?

      Esa noche fui al departamento de Paula, que básicamente quedaba en el edificio frente a mi alquiler, golpeé la puerta y escuché que dijo: “Entrá, está abierto”.

      —Paula —dije, y ella salió de su habitación, me vio y sonrió, tenía el pelo mojado, más alta que yo, 1,75 m aproximadamente, piel morena, el pelo negro y los ojos marrones oscuros o “casi negros”.

      —Permiso —dijo Sofía, yo la miré y sonrió—, disculpen que entré así, pero estaba abierta la puerta.

      —No te hagas drama, yo dejé así para que ustedes pasaran tranquilamente porque me había entrado a bañar y me alegra que hayan venido.

      —De nada —dijo Sofía—, ¿pensaron en qué vamos a cenar?

      —Pensé en pizza, solo que tendremos que comprar algo para tomar.

      —Yo traje fernet y Coca —dije y sentí que me ardían las mejillas cuando Sofía me miró algo sorprendida y luego sonrió.

      —Buenísimo, aunque no estaría de más unas cervezas —dijo Paula.

      —Entonces vamos a comprar —dije.

      Compramos dos marcas y dos “tipos” diferentes de cerveza porque Paula prefería cerveza negra y Sofía, rubia.

      —¿Cuál te gusta a vos? —me preguntó Sofía.

      —Cerveza rubia.

      —Sí, sí, ambas el mismo mal gusto —dijo Paula antes de reír. Sofía me miró y levantó la ceja derecha, yo moví la cabeza en negación y sonreí.

      Después de cenar, Paula, que estaba muy animada, puso música y bailaban con Sofía, yo bailé un rato, pero si soy sincera, no es mi fuerte, así que las observaba. Noté que no podía dejar de mirar a Sofía, es hermosa y bailaba muy bien, supongo que el alcohol generaba que prestara tanta atención a su cuerpo porque no era habitual en mí que me llamaran la atención las mujeres de esa manera.

      Escuchamos que golpeaban la puerta, Paula fue a atender, Sofía se sentó a mi lado y le pasé el vaso de fernet.

      —¿Podés bajar el volumen de la música?, así no se puede dormir —dijo la vecina.

      —¡Uh! Sí, sí, disculpá, no me di cuenta... —empezó a decir Paula, pero desde el sofá yo la interrumpí.

      —Si quiere dormir que se acueste y cierre los ojos.

      —¡Esa es mi chica! —dijo Sofía abrazándome.

      Paula cerró la puerta y bajó el volumen, luego nos miró sonriendo.

      —¡Ey! Ustedes dos, ahora resulta que hacen equipo, esa mujer me puede meter en quilombo.

      —Tu vecina me tiene los ovarios llenos, Paula —dijo Sofía en voz alta y comenzamos a reír las tres.

      Eran las 3 de la mañana y estábamos sentadas en el piso del balcón, Paula se levantó y fue a buscar otra cerveza, Sofía se acercó más a mí.

      —Mica, el sábado es el cumple de Paula y la veo contenta hoy, ¿te parece que la sorprendamos con algo así u organicemos algo para ella?

      —Sí, está contenta, creo que sería bueno, es una buena idea y si Paula no tiene otros planes podemos ir a algún lado también... —La miré, su mirada era magnética igual que su sonrisa—. Y por cierto, gracias por hacerme acordar del cumple de Paula,

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