Ganar sin ganar. Andrés Dávila Ladrón de Guevara
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Para el segundo tiempo, ambos conjuntos comenzaron con la misma nómina. No obstante, Camerún salió con mayor disposición ofensiva. En los primeros minutos, se adueñó del partido y llegó con algún peligro, hasta que el equipo colombiano se acercó con un disparo de media distancia de Andrés Escobar que hizo estirar a N’Kono. Desde ese momento, el partido fue de toma y dame, con lapsos breves de no más de cinco minutos a favor de uno u otro equipo. Al minuto 9, ingresó Roger Milla, el veterano centro delantero. Pocos minutos después, entró Amoldo Iguarán en Colombia, en sustitución del “Bendito” Fajardo. Como ambos equipos habían sumado hombres al ataque, cada recuperación del balón por el equipo contrario se transformaba en un contragolpe peligroso. En esta labor, mostró gran precisión y rapidez el equipo africano. Con cambios de frente y triangulación, rápida rompieron repetidamente el pressing colombiano y los achiques que siempre habían sido efectivos.
Aunque cerca de siete veces quedaron en fuera de lugar, los balones cruzados a la espalda de la línea defensiva o en la mitad de los dos centrales desnudaron problemas frente al perfecto trabajo defensivo del primer tiempo. Igualmente, balones colocados entre los dos volantes defensivos y los dos centrales complicaron a la defensa, que perdió lentamente precisión en sus movimientos. Una llegada franca de Oman Biyik, que disparó desviado ante el achique de Higuita, y un disparo cruzado de Milla fueron las jugadas de mayor peligro. Camerún mostró conocimientos tácticos y virtudes técnicas para contrarrestar a Colombia, que desvirtuaban por completo la supuesta superioridad nuestra. Eran dos equipos muy parejos, en la confrontación vencería el que primero clavara la estocada o aprovechara el error.
En ataque, Colombia se acercaba con cierto peligro, pero no definía. Siguió sin aprovechar los tiros libres repetidos y las faltas reiteradas minaron el físico de sus atacantes. Valderrama, perseguido por toda la cancha, perdió precisión Y desapareció por ratos del partido, pero cuando logró hilvanar jugadas, fue importante. El acompañamiento de Leonel, con sus piques a zona libre, la distribución pausada de “Barrabás” y las incursiones de los marcadores, en especial del “Chonto” Herrera, fueron las fórmulas para suplir a Valderrama y al intermitente Fajardo. El ingreso de Iguarán le dio proyección al equipo, le permitió abrir la cancha, acelerar y distraer de tres cuartos de cancha hacia adelante. En cuatro ocasiones, Iguarán produjo zozobra con sus veloces incursiones y con centros pasados. Sin embargo, el gol no se concretó.
Del minuto 22 al 33, Colombia pasó su peor bache. Luego de que el débil árbitro italiano le perdonó la expulsión al número 8 de Camerún, en una falta alevosa sobre Luis Carlos Perea, al combinado nacional se le perdieron los papeles. Una falta no cobrada sobre Estrada produjo casi inmediatamente la respuesta necesaria de Perea para detener a Milla, quien ya había mostrado su contundencia. Pocos segundos después, una mano de “Barrabás” le significó la tarjeta. A pesar de que los africanos habían casi cometido el doble de faltas y merecido por lo menos una tarjeta roja, las faltas de los colombianos implicaban inmediatamente la tarjeta amarilla. Nuevamente se favorecía la táctica de ablandamiento del equipo africano. En Camerún salió Makanaki, un volante de manejo y pases precisos y punzantes. Fue reemplazado por Djondip, de similares características. Sobre el minuto 33, en Colombia ingresó Redín por “Barrabás” Gómez. El volante de marca amonestado fue reemplazado por un volante de creación. El equipo retomó las riendas, luego de un momento de confusión, entregas erráticas y adornos innecesarios. y produjo cinco minutos finales en los que reeditó los méritos para ganar el partido. Pero, en este momento, la displicencia y la falta de puntería e inspiración fueron los factores que lo impidieron. Estrada y Redín se acercaron al borde del área, se frenaron, se devolvieron y terminaron perdiendo la pelota en más de dos ocasiones. Ninguno se atrevió a disparar de media distancia, ninguno quiso meterse al área. Preferían frenar y encarar. En dos ocasiones Iguarán buscó la fórmula de gol, pero no estaba en su época goleadora. Cabeceó un centro de Herrera, fuerte al piso como él sabe hacerlo, pero le salió un remate a la mitad del arco y allí estaba N’Kono.
En el último minuto Estrada mostró que debió ser relevado. Recibió pase al vacío de Iguarán, amagó por derecha, ingresó al área y, cuando debía sacar el centro atrás o un disparo seco, que por un rebote se introdujera en el arco, quiso hacer la jugada que lo inmortalizara individualmente. “La Gambeta” finalmente terminó con el balón fuera de la cancha y enredado entre sus piernas, mientras en la mitad del área Iguarán, Redín y Valderrama esperaban el pase. Es verdad que el centro podía ser rechazado, que había por lo menos cinco jugadores de Camerún listos al cierre y a evitar el gol, pero estaban a contrapierna, con las marcas perdidas, con la presión y el cansancio del minuto 45 del segundo tiempo. Cuando la televisión repetía la jugada, sonó el pitazo final y todavía faltaban 30 minutos de sufrimiento y desgaste.
Una evaluación de los 90 minutos indica que el partido entre dos conjuntos parejos había sido equilibrado. De pronto, por disposición, número de llegadas, riesgos corridos y faltas recibidas. Colombia había hecho más méritos, merecía más el triunfo. Pero víctima de su anemia ofensiva, que no era producto de la falta de delanteros, había sido incapaz de concretar. Estrada había fallado comenzando el partido, Rincón había estrellado el tiro libre en el vértice derecho, Iguarán había cabeceado como mandan los cánones, pero al centro del arco y Estrada, nuevamente, había confirmado sus vicios de jugador egoísta en esa última jugada. Además, la cantidad de faltas a favor y cerca del arco solo produjeron real peligro en el tiro de Rincón. No hubo variables exitosas. El disparo pegaba en la barrera o el balón iba con buena intención, pero sin receptor. En cambio, los africanos cobraron un solo tiro libre y el balón fue fuerte y seco a las manos de Higuita. No fue peligroso, pero sí estuvo más cerca que el 90 por ciento de los cobros colombianos, con todo y que varios rebotes fueron bien aprovechados. La ‘sobradez’, la excesiva confianza y la displicencia se apoderaron de algunos jugadores y fueron vicios notorios en algunas jugadas. Visto el partido en conjunto, no fue la causa principal del empate al cabo de los 90. Faltó contundencia y faltó la pizca de suerte. Pero Camerún no era inferior a nosotros. Era un rival difícil, como lo demostró más adelante frente a los ingleses, y las estadísticas del grupo que le correspondió lo mostraron como un equipo que sabía defenderse, aguantar y, en cualquier momento, resolver con un gol mortífero. Además, tuvo a su favor la timidez del juez italiano para detener con tarjetas la efectiva labor de ablandamiento que, con reiteradas faltas, hacía parte de la estrategia defensiva del conjunto africano.
Para el primer tiempo suplementario, el partido se veía para cualquiera de los dos. El que aprovechara el error ganaba. Igual, se podía llegar hasta los cobros desde el punto penal. Ambos equipos se habían desgastado física y mentalmente y no habían cedido nada; si habían mostrado fisuras en sus esquemas, esto obedecía a las virtudes del contrario. El partido había sido interesante, aunque