Amor entre viñedos - Un brote de esperanza. Kate Hardy

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Amor entre viñedos - Un brote de esperanza - Kate Hardy страница 13

Amor entre viñedos - Un brote de esperanza - Kate Hardy Ómnibus Deseo

Скачать книгу

repetir cosas innecesarias.

      Allegra se estremeció. La había llamado Allie, como en los viejos tiempos.

      Sacudió la cabeza y se dijo que aquellos veranos habían desaparecido para siempre, que no se iban a repetir. Estaba allí para aprender el negocio. Nada más.

      –Te lo agradezco mucho, Xavier.

      Cuando terminaron de comer, le ayudó a limpiar la mesa. Luego, él abrió un cajón, sacó un mantel blanco y lo extendió.

      –¿Para qué es el mantel?

      –Para que distingas bien el color de los vinos. ¿Nunca has asistido a una cata?

      –No, nunca… Pero, ahora que lo pienso, no debería beber. Luego tengo que volver a mi casa en la bicicleta.

      Él sonrió.

      –En las catas no se bebe vino. Se prueba, se escupe, tomas las notas que consideres oportunas y, a continuación, te limpias el paladar con un poco de agua y un trozo de pan blanco para pasar a la cata siguiente.

      –Ah…

      Xavier alcanzó una botella y la abrió.

      –¿Pones tapones de plástico en las botellas de vino? –preguntó ella, sorprendida.

      –Solo en los vinos de mesa. Para los vinos con denominación de origen, uso tapones de corcho. Contribuyen a que el vino envejezca mejor y, además, son biodegradables –dijo–. En fin, iba a permitir que leyeras la etiqueta, pero he cambiado de opinión. Prefiero que lo pruebes sin saber qué es.

      Xavier sirvió un poco en una copa.

      –Adelante. Pero antes de probarlo, observa el color y disfruta un momento de su aroma.

      Allegra alcanzó la copa.

      –No es tan oscuro como esperaba… Pensaba que los rosados tenían un color más rojizo –observó ella.

      –Eso depende de la uva que se use, de la producción, de la mezcla y de otros factores. ¿Y bien? ¿A qué te parece que huele?

      Allegra se acercó la copa a la nariz.

      –Huele afrutado.

      –¿No puedes ser más específica?

      Ella sonrió.

      –Ya lo tengo…

      –Veamos si es verdad.

      –Huele a arándanos.

      –Ahora, pruébalo. Pero pásatelo por toda la boca, porque cada zona detecta un tipo diferente de sabor. El fondo de la lengua, los sabores amargos; los laterales, los sabores ácidos; el centro, la sal… y la parte delantera, el sabor dulce. Además, las encías reaccionan a los taninos del vino y hacen que parezca seco.

      La voz de Xavier le pareció tan profunda y tan sexy que Allegra clavó la vista en sus labios y se acordó de sus besos.

      –Pruébalo bien –continuó él–. Sopesa su cuerpo y dime qué te parece.

      Allegra se estremeció una vez más. Sabía que Xavier se refería al vino, pero la mención del cuerpo hizo que pensara en algo muy diferente.

      Sin embargo, se llevó la copa a los labios y lo probó mientras pensaba que estaba reaccionando como una adolescente. Estaban allí para catar vinos, no para disfrutar de una tarde de amor. Pero, ¿cómo podía catar algo si no se podía quitar a Xavier de la cabeza?

      –Sabe un poco a frambuesa y a melocotón, aunque no estoy muy segura del melocotón; puede que el color del vino me haya influido.

      –¿Y qué fondo te ha dejado?

      –No estoy muy segura, la verdad… –le confesó–. ¿Puedo probar otro? Te prometo que estaré más atenta.

      Él la miró con aprobación.

      –Por supuesto. Apunta tu valoración y probaremos otra vez con el siguiente. Luego, compararemos tus impresiones con la etiqueta de la botella.

      Xavier sirvió un vino de color dorado pálido y ella admiró su color y su aroma, como le había enseñado.

      –Huele a flores… concretamente, a madreselva.

      –Excelente. Parece que tienes un talento natural –dijo él.

      Ella se lo llevó a la boca y lo probó.

      –Tiene un fondo a pera… No, más bien, a melón y melocotón… y me ha producido un cosquilleo en la lengua –dijo–. Además, es seco y tiene un final más largo que el del vino rosado.

      Xavier la miró con satisfacción.

      –Pero, ¿sabes una cosa? –continuó ella–. Si estuviera en el jardín en una tarde de verano, preferiría el rosado.

      Xavier se quedó agradablemente sorprendido con Allegra. O le había mentido y sabía más de vinos de lo que estaba dispuesta a admitir o, simplemente, aprendía deprisa.

      Conociéndola, supuso que sería lo segundo. Pero sus dotes para la cata no le impresionaron tanto como su boca. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para refrenarse y no besarla. De hecho, estaba tan alterado que, sin darse cuenta, descorchó una botella de Clos Quatre, el mejor de sus vinos.

      Como ya no tenía remedio, lo sirvió. Allegra lo miró a los ojos y supo que aquel vino era especial, de modo que se concentró.

      –Tiene color de rubí…

      –Sí.

      –También huele a arándanos… No, no, algo más intenso. ¿A moras, quizás? Y a una cosa que no puedo distinguir…

      –Eso es la garriga, el olor de los matorrales en suelos calizos –explicó.

      Allegra asintió y lo probó bajo la atenta mirada de Xavier, que no podía apartar la vista de sus labios.

      ¿Sería consciente de lo sexy que era?

      Xavier notó que no llevaba maquillaje. De hecho, había renunciado a sus trajes de costumbre y se había puesto unos vaqueros de color claro, una camiseta sin mangas y unas zapatillas deportivas. Parecía una vecina normal y corriente que acabara de salir a la calle. Pero era cualquier cosa menos normal y corriente.

      –Moras, sí –dijo ella.

      –¿Cómo? –preguntó él, despistado.

      –Que sabe a moras.

      Allegra entreabrió la boca ligeramente y él se dio cuenta de que tenía una gota de vino en el labio inferior.

      Aquello fue más de lo que podía soportar. Inclinó la cabeza, le lamió la gota y dijo:

      –Sí, es cierto. Sabe a moras.

      Allegra lo miró

Скачать книгу