Después de la utopía. El declive de la fe política. Judith N. Shklar
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para dar a su frío y mudo abrazo el cuerpo de mi hermano,
como si ella no hubiese, inexorable,
requerido su terrible favor sin mí145
Dios también ha muerto, aunque Satán no. Si Dios existe, es tan injusto como omnipotente: «El día del Juicio», escribió Alfred de Vigny, «será el día en que la humanidad juzgue a Dios»146. «La terre est recolté des injustices et de la création… elle s’indigne en secret contre le Dieu qui a crée le mal et la mort…Tous ceux qui luttèrent contre le ciel injuste ont eu l’admiration et l’amour secret des hommes»147. Esto es, de hecho, titanismo en rebeldía contra un Dios implacable, que solo se ríe de nosotros148. Pero es un gesto vano, sin justificación artística o moral más allá de sí mismo.
«Si le Ciel nous laissa, comme un monde avorté,
Le juste opposera le dédain à l’absence
Et ne répondra plus que par un froid silence
Au silence éternel de la Divinité»149.
El silencio es el último recurso de Prometeo derrotado.
Religión romántica
Solo Nietzsche fue capaz de imaginar un Prometeo activo en un mundo sin Dios. Para él, de hecho, el final de la fe significaba el comienzo del reinado de los Titanes. Era una condición necesaria del titanismo150. Sin embargo, muchos románticos no estaban preparados para hacerlo sin Dios. Incluso el joven ateo Shelley sentía que «hay un poder que nos rodea, como la atmósfera en la que una lira inmóvil está suspendida, cuya respiración visita nuestros coros silenciosos a voluntad»151. Pero, como todos los románticos, también sentía la poderosa urgencia de confundirse con Dios, con el universo. La autoafirmación solo es una parte de Prometeo; la otra es un intenso deseo de perder el ser en la infinitud. Apolo, el espíritu de lo individual; Dionisos, el de la totalidad, de la autoaniquilación, dominaron la escena romántica mucho antes de que Nietzsche les reconociese explícitamente como las dos almas de todo drama trágico152. En el alma de Prometeo, el anhelo de armonía, de síntesis, siempre está en lucha con el deseo de distinción y rebeldía. De hecho, en años posteriores, Nietzsche se preguntaría si su primer concepto de Dionisos, como música, como «un consuelo metafísico», un descanso de las cargas de la individualidad, no había sido romántico. Decidió que no, puesto que no suponía nada cristiano153. La fe cristiana había sido, de hecho, el final de la necesidad de Dionisos entre los primeros románticos. Huyeron de su propio mundo. Nietzsche, como Goethe, permaneció fiel a su impulso original.
Al principio, la muerte iba a unir a Prometeo con el Todo. Novalis, poeta de la muerte, jugueteó incluso con la idea de crear una Biblia nueva, elaborar la doctrina de que toda emoción absoluta es religiosa y que, en consecuencia, la belleza es el primer objetivo de toda religión154. Ciertamente, la fe estética no era ortodoxamente cristiana. El pecado, la moralidad y la redención no formaban parte de ella, solo la inmortalidad a través del amor y el éxtasis personal. La personalidad tampoco tenía que sacrificarse completamente a la totalidad. Dios tiene que encontrarse en nuestro interior, nos vemos conducidos hasta él por la naturaleza, la poesía y el amor, según Scheleiermacher155. El verdadero sacerdote es el poeta, como el antiguo vates y, milagrosamente, Apolo y Dionisos se reconcilian en nosotros al revelar que nos confundimos con el Todo.
Lo que en Schleiermacher se convertía en sentimentalismo estético del peor tipo no era suficiente para las naturalezas más violentas, como la de los Schlegel, Schelling, Brentano y mucho, mucho después, Dostoyevski, que solo conocía dos extremos, un salvaje individualismo, el culto al yo, o el completo colapso ante la cruz. Sin embargo, esta sumisión a menudo fue estetizada. Chateaubriand no se preocupaba de la verdad, solo de la belleza del cristianismo. La suya era una especie de teología poética que consideraba al cristianismo como una necesidad para el genio156. La fe estaba justificada por sus resultados estéticos y, entre los decadentes del fin de siècle, por sus sensaciones voluptuosas157. Este pseudocatolicismo solía ir de la mano del nuevo nacionalismo de «sangre y tierra», otro medio para escapar del «cult du moi», como iba a descubrir Barrès de nuevo158. Esto es lo que Goethe, Heine y Nietzsche después odiaban del romanticismo. «Das klosterbrudrisierende, sternbaldisierende Unwesen», Goethe lo llamaba el nuevo arte «cristiano- patriótico»159. Para Heine había dos tipos de hombres, los nazarenos, que negaban la vida, cobardes moralizantes, y los Helenos, que se parecían a Goethe160. Por esta idea le admiraba Nietzsche. Por ella, Wagner permaneció como el asombroso ejemplo de lo que les sucede a los románticos ; Tristán termina en Parsifal 161. Heine fue en su pensamiento fundamental un romántico, como Nietzsche, campeón del «pensamiento trágico». Sin embargo, ambos fueron capaces de resistir las tentaciones de «las comodidades metafísicas», y los dos dioses de la tragedia, Dionisos y Apolo, se unen en su oposición a Cristo. Este es el espíritu real del romanticismo. Es una afirmación de la vida; solo el cansancio romántico de la creación, de lucha y drama, se hunde en el pesimismo. Cuando la «conciencia infeliz» pierde toda energía y busca refugio en el olvido, el romanticismo muere. La historia reivindicaba a Hegel absolutamente, pero su derrota no supuso el final del espíritu romántico, tampoco la medida de sus logros.
Notas al pie
1 Se ha dicho que la Lettre fue la base de la teoría musical francesa posterior, especialmente de Berlioz. Tal fue el destino de muchas de las obras puramente polémicas de Rousseau. J. Berzun, Berlioz and the Romantic Century (Boston, 1950), vol. 1, p. 371. (Rousseau, Carta a d’Alambert sobre los espectáculos, traducción de Q. Calle, Tecnos, Madrid, 2009. N.T.)
2 Tal es toda la carga del primer Discourse y la Lettre à d’Alambert; también de su «Lettre à Voltaire», 10 de septiembre, 1755, Citizen of Genova, trad. y ed. C. W. Handel (Nueva York, 1937), p. 135. (Rousseau, Carta a d’Alambert, cit.); Escritos polémicos: carta a Voltaire, cit. N.T.)
3 Discourse on Political Economy, p. 502; Discourse on the Arts and Sciences, pp. 155-157. (Rousseau, Discurso sobre la economía política, ed. Fabio Vélez, Maia, Madrid, 2011; Discurso sobre las ciencias y las artes, trad. Mauro Armiño, Alianza Ed., Madrid, 2012.)
4 «Le Bonheur Publique», The Political Writings of Rousseau, ed. C. E. Vaughan (Cambridge, 1915), vol. I, p. 326. (Rousseau, Escritos políticos, trad. J. Rubio, Trotta, Madrid, 2006.)
5 E. Cassirer, The Question of Jean-Jacques Rosseau, trad. de P. Gay (Nueva York, 1954), p. 88.
6 Según Dilthey, Rousseau es el primer romántico porque creó una obra de arte a partir exclusivamente de la experiencia interna, sin interesarle el comportamiento o circunstancias de otros hombres. Das Erlebnis und die Dichtung (Leipzig, 1929), pp. 217-221.
7 La siguiente interpretación de la novela debe mucho al estudio detallado de M. B. Ellis, Julie ou la Nouvelle Heloïse (Toronto, 1949). (Rousseau , Julia o la Nueva Eloísa, trad. Pilar Ruiz Ortega, Akal, Madrid, 2007. N.T.)
8 R. Pascal, The German Sturmn und Drang (Manchester, 1953), pp. 150- 151.
9 Su segundo prefacio a la novela enfatiza precisamente este punto, pues Rousseau se había dado cuenta de que el público ignoraba su mensaje. Œuvres (París, 1826), vol. III, pp. 27-55. También señalaba que su novela era mucho menos romántica que los cuentos de Richardson, puesto que no dependía de acontecimientos improbables y elucubraciones de la imaginación, Confessions (Modern Library Edition, Nueva York,