E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery
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–Más te vale –y con eso Jo se marchó para atender a un cliente.
–Qué bar más raro –murmuró Tucker mientras se palpaba la mandíbula. No le dolía mucho y esperaba que el hielo controlara la hinchazón y el moretón. A lo largo de los siguientes días llegarían dos cuadrillas más de hombres y no quería tener que dar explicaciones sobre el hematoma ni tener que escuchar sus especulaciones sobre por qué lo habían golpeado.
A su lado, Ethan abría y cerraba la mano derecha.
—Me ha dolido.
—No esperes compasión por mi parte —le dijo Tucker—. ¿En qué demonios estabas pensando?
—¿Quieres que te haga la misma pregunta?
—No. Si tuviera una hermana, yo habría hecho lo mismo.
—Y tanto que lo habrías hecho —Ethan lo miraba—. Esperaba que la protegieras, no que te acostaras con ella.
—Te das cuenta de que eso sucedió hace diez años.
—¿Crees que importa?
Tucker dejó la bolsa de hielo sobre la barra.
—Probablemente no. Si sirve de algo, diré que no pretendía que sucediera. Estaba borracho.
La mirada de Ethan se volvió gélida de nuevo.
—¿Quieres contarme los detalles?
—Eh, no. Tienes razón.
Ethan le dio un golpe en el brazo.
—Confiaba en ti.
—Lo sé.
—Y me traicionaste.
Tucker se vio invadido por un sentimiento de culpabilidad.
—Lo siento. No sé qué decir —ya era terrible que Ethan supiera lo de aquella noche, y mucho peor sería si conociera las circunstancias en que sucedió todo.
—Mi madre cree que fue la primera vez para Nevada.
Tucker contuvo el aliento mientras la potencial verdad lo golpeaba con fuerza por dentro.
¿Virgen? No, no era posible. No solo había estado borracho, sino que además le había susurrado el nombre de Cat a una chica virgen...
—Mátame directamente —murmuró apoyando los codos sobre la barra y la cabeza sobre las manos—. Espera —se puso derecho—. ¿Tu madre lo sabe?
—Está muy unida a sus hijas.
—Eso parece... ¿Quién más...? —sacudió la cabeza—. No me lo digas.
¿Nevada era virgen? Tenía dieciocho años... Era posible y, con la suerte que él tenía, más que probable.
No podía recordar mucho sobre aquella noche excepto que había sido rápido y un desastre. ¿Cómo iba a disculparse por eso? ¿Qué iba a decir? Se había visto arrollado por el amor que sentía por Cat y todo lo demás estaba borroso. Pero, sin duda, había aprendido una lección: nunca hagas el tonto por amor. Pero eso no justificaba nada, y menos su actitud para con Nevada.
Jo dejó una cerveza delante de cada uno.
—Mejor. Parece que habéis hecho las paces. ¿Vais a comer algo?
—No me vendría mal almorzar —dijo Tucker débilmente.
Ethan agarró las dos cervezas.
—Vamos a sentarnos en una mesa al fondo. Dos hamburguesas, ¿vale?
Tucker asintió y siguió a su amigo hasta un espacio que le recordaba más a los bares a los que estaba acostumbrado a ir. Ahí, las pantallas de televisión estaban emitiendo deportes, había sillas sin acolchar y una gran mesa de billar en el centro.
—Un lugar interesante —dijo Tucker cuando se sentaron uno frente al otro.
—Es mi hogar —dijo Ethan—. Exceptuando la universidad, no he estado en ninguna otra parte —le dio una cerveza a Tucker—. Debes de estar cansado de estar viajando todo el tiempo.
Tucker dio un trago.
—Es lo único que conozco. Dime por qué esto es mejor.
Ethan le lanzó una lenta sonrisa de satisfacción, se metió la mano en el bolsillo trasero del vaquero y sacó su cartera. Le pasó una fotografía en la que aparecía con una preciosa pelirroja que estaba mirándolo como los hombres desean que se los mire, con una combinación de amor, orgullo y felicidad.
—No te la mereces.
Ethan se rio.
—¡Y qué lo digas! Liz es increíble. Muy sexy, inteligente y una madre fantástica. Adora todo lo que tiene. No sé por qué me eligió a mí, pero lo hizo y no pienso dejarla escapar.
Esas simples palabras pronunciadas con honestidad hicieron que Tucker se sintiera incómodo, como si accidentalmente se hubiera colado en algo íntimo, algo que no tenía que ver. No podía imaginar sentimientos de ese tipo, amar a alguien y ser amado. En su mundo, el amor era una trampa. Un hombre podía perderse en el amor y a veces escapar de eso significaba acabar despertándose con alguien inesperado.
—Y luego están estas tres personas.
Ethan le pasó una segunda foto en la que aparecían dos niñas y un niño. Las niñas eran pelirrojas, la mayor parecía tener unos catorce años y seguro que ya estaba robando corazones en el instituto. La pequeña era adorable y tenía pecas. El niño, que tenía aproximadamente la misma edad que la pequeña, era igual que Ethan.
—Has estado muy ocupado —dijo Tucker devolviéndole la foto—. No sabía que llevaras tanto tiempo casado.
—Liz y yo nos casamos el verano pasado. Tyler es mío y es una larga historia, pero las niñas son sobrinas de Liz. Su madre murió y su padre está en la cárcel, así que ahora están con nosotros —volvió a guardar las fotos—. Si me hubieran hablado hace un año sobre adoptar a dos niñas, habría dicho que si no son hijos tuyos no puedes quererlos tanto —sacudió la cabeza—. Pero no podía haberme equivocado más. Esas niñas me quitan el sueño tanto como Tyler. Melissa quiere empezar a salir con chicos y yo quiero encerrarla en su cuarto hasta que tenga cuarenta años —sonrió—. Estamos buscando un acuerdo.
—Se te ve muy feliz.
—Lo soy —Ethan levantó su cerveza—. No podría estar mejor —miró a Tucker—. ¿Tú tienes pensado formar una familia?
—No soy de esa clase. Me muevo demasiado.
—Cuando tomes la dirección de la empresa, viajarás menos.
—Tal vez, pero no estoy seguro de querer cambiar eso. Me gusta vivir por el mundo y ver cosas nuevas.
—¿No te sientes solo?