E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery
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–Genial. ¿Estás libre ahora? Voy a la obra y me gustaría enseñarte lo que estamos haciendo.
Ella abrió la boca y la cerró.
–Eh... claro.
–Te veo en veinte minutos.
Colgó y Nevada hizo lo mismo.
–Voy a verlo en la obra. Vamos a hablar.
Su madre sonrió.
–¿Seguro que es lo único que vais a hacer?
–Maaaaamá.
Denise se rio y la abrazó.
–Todo irá bien.
–Eso no puedes saberlo.
Denise sonrió.
–Estoy segurísima.
Tucker estaba a un lado de la carretera. El primer trabajo que había hecho su cuadrilla había sido despejar una zona para aparcamiento y para guardar el material pesado. Ahora con eso terminado, el verdadero esfuerzo comenzaría. Construir un hotel casino supondría cientos de miles de horas y millones de dólares durante casi dos años. Él tenía planeado terminar antes y por debajo del presupuesto, y para eso necesitaba al equipo correcto y mucha suerte.
Se giró cuando un Ford Ranger azul claro se detuvo a su lado.
Nevada estaba muy guapa, pensó al fijarse en sus vaqueros y su camiseta. Era una de sus combinaciones favoritas y le resultaba muy sexy, aunque eso no se lo diría a ella. Quería que trabajara para él y eso significaba que iban a pasar muchas horas juntos y el mejor modo de superarlo era comportarse como un profesional. Además, hacía tiempo había aprendido que encontrar a una mujer irresistible era un desastre y no necesitaba volverse a ver en una situación así.
–¿Qué te parece? –preguntó asintiendo hacia la vasta extensión de tierra.
–Son cien acres, ¿verdad?
–Sí –señaló al este–. Hasta la arboleda tenemos aproximadamente una tercera parte –indicó el resto del camino–. Nos meteremos en la montaña.
–¿No levantará eso a los espíritus? –preguntó ella con humor en sus ojos marrones.
–Olvidas que soy uno de ellos, así que estarán encantados de verme.
–Eso es verdad. ¿Eres parte de la tribu Máa-zib por tus dos padres?
Él asintió.
–Entonces, técnicamente tu padre o tú teníais que ser los que comprarais la tierra. Una empresa no podría poseerla.
–Eso es. Se la hemos alquilado a la corporación para el proyecto.
–Eres un magnate inmobiliario.
–Soy propietario de una parte.
–Aun así, es impresionante.
–¿Estás impresionada?
Ella sonrió.
–Es posible.
–Dime qué más haría falta.
–Podrías enseñarme los planos.
Fueron hasta la camioneta de Tucker y él sacó del asiento una copia de los planos. Bajó la puerta trasera y extendió sobre ella los planos.
–Vamos a utilizar cada centímetro de tierra. Habrá una carretera que rodee todo el complejo. El casino estará aquí junto con el hotel.
–Vais a mantener los árboles más antiguos –dijo ella sin levantar la mirada–. Me gustan los senderos para pasear –desplazó el dedo hasta la montaña–. Van a hacer falta importantes labores de voladura para poder quitar toda esta tierra.
–¿Alguna vez has hecho voladuras?
Ella se giró hacia él.
–No, pero me gustaría.
–Pues quédate conmigo, pequeña.
–Es tentador.
No le sorprendió que Nevada se viera más atraída por la promesa de una gran voladura que por la de un gran despacho. Ella siempre había sido así: entusiasta e inteligente. Recordaba su habilidad de pillarlo en cada mentira y cada broma. En varias ocasiones se habían quedado despiertos hasta tarde discutiendo sobre todo tipo de temas, desde política hasta la construcción sostenible. Era una persona con la que había disfrutado hablando... siempre que había logrado salir del ensimismamiento producido por Cat lo suficiente como para mantener una conversación.
Quería decirle que lamentaba lo que había sucedido entre los dos. No lo de la mala experiencia con el sexo, aunque era bastante humillante pensar en ello, sino sobre lo demás. Había querido ser su amigo, pero no había sido capaz de pensar en nadie que no fuera Cat.
–Pensé que iba a haber un centro comercial.
Él sacó otro gran rollo de papel.
–No vamos a desarrollarlo nosotros. Es un proyecto demasiado pequeño. Lo último que he hecho ha sido construir un puente suspendido de mil metros en África. Yo no construyo centros comerciales.
Ella esbozó una media sonrisa.
–Por supuesto que no.
Tucker se apoyó contra la camioneta.
–Ya no estás enfadada.
–No estaba enfadada. Esta es una gran oportunidad. Vais a aportarle mucho al pueblo.
–Les agradecemos su cooperación.
–¿No la tenéis siempre?
–Hay pueblos a los que no les interesa ni el cambio ni el crecimiento.
–Fool’s Gold no es así. Este proyecto generará mucho empleo y mucho turismo. Ya tenemos un buen mercado de turismo, pero nada comparado con las cantidades que esto atraerá.
–¿Por qué volviste? Podrías haber encontrado muchos trabajos en otros sitios.
–Esta es mi casa. Crecí aquí. Mi familia fundó este lugar –sonrió–. Aunque claro, la tribu Máa-zib estuvo antes.
–Claro.
Él entendía el concepto de las raíces, pero no podía identificarse con ello. Nunca había tenido un lugar en particular al que llamar «hogar». Su padre tenía un piso en Chicago, pero rara vez habían estado allí. Su casa estaba donde hubiera un proyecto.
–¿Quieres que te hable de