Mi perversión. Angy Skay

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Mi perversión - Angy Skay Mi obsesión

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los puños a ambos lados de mi cuerpo—. Dímelo tú y aquí termina nuestra misión. Te llevo a tu casa, te acuestas y yo voy a coger un avión.

      Su saliva bajó por su garganta con lentitud. Se resbaló por el lateral del coche y se quedó sentado en el pavimento.

      —En realidad… —me contempló con un poco de pánico—, nunca he sabido el paradero de Enma. Ni siquiera he vuelto a hablar con ella desde que se marchó.

      Mi sorpresa fue tan mayúscula que no pude evitar que se me notase en el rostro. Resbalé, igual que lo había hecho él, y me senté a su lado, ensuciándome los pantalones.

      —¿Por qué no me sacaste del error? —le pregunté en tono neutro. Tal vez me había impactado tanto que ni siquiera había pensado en esa pequeña posibilidad.

      —Siempre te dije que no lo sabía. Tú has dado por hecho lo contrario. Igualmente, creo que es lo mejor para que te olvides de ella.

      —Eso es una excusa muy gilipollas —bufé. Ya notaba el enfado subir por mis entrañas.

      —Sí, lo es —recapacitó—, pero tienes que dejarlo ya, Edgar. Está consumiéndote y no estás dándote cuen…

      —Lark está vivo. —Cerró la boca de golpe en cuanto lo interrumpí. Abrió mucho los ojos y después esperó ansioso una explicación—: Ayer no pude decirte nada, pero por eso estaba Klaus en la fiesta, cuando bajé del escenario. —Lo miré, esperando una reacción por su parte, pero parecía haberse quedado sin palabras, así que me dije que era hora de darle un pequeño impulso más—: Si no encontramos a Enma, en cuanto Oliver ponga un pie en la calle, será su primer blanco.

      Impelido por una fuerza que no conocía de Luke, se levantó enérgico y extendió su mano en mi dirección.

      —Dame el puto micro. A ver qué vas a decirle y cómo vas a justificar que nos presentamos a esta hora en su casa.

      Dos segundos después estábamos cruzando la calzada casi sin mirar. Llegué al portero, y un simple asentimiento por parte de Luke me bastó para tocar el timbre y esperar una respuesta de Susan, la amiga de Enma.

      —¿Hola?

      —Buenos días, señorita. Disculpe las horas, pero vengo para reparar una avería de las cañerías principales. Están a punto de reventar y nos ha llamado una vecina. —Miré asombrado a Luke por su agudo ingenio, en el que yo no habría caído en ningún momento. La puerta se abrió antes de que el telefonillo se colgara. Ni una simple pregunta—. No pensarías entrar diciéndole quién eres, ¿no?

      Por mi cara, debió adivinar que sí, porque negó varias veces.

      Comenzó a subir las escaleras hasta llegar a la primera planta. Nos detuvimos en su puerta y me lanzó una breve mirada. Teníamos claro que la fuerza bruta no iba a usarla él. Nos apartamos de la mirilla y esperamos uno a cada lado de la puerta para que no nos viese. Aquel debía ser uno de esos días en los que quizá, solo quizá, tendría más suerte que nunca, porque esa puerta también se abrió sin más cerrojos aparentes, así que empujé. La cara de Susan fue de tal asombro que casi se le salieron los ojos de las órbitas.

      Todo fue muy rápido y sin pensar.

      Elevé mi mano, tapé su boca cuando iba a soltar un grito de socorro y empujé su cuerpo hacia atrás. Luke pasó, cerró la puerta y tiró con disimulo el pinganillo en el jarrón de la entrada. Me guiñó un ojo y se metió las manos en los bolsillos.

      —Susan, no pretendo hacerte nada. No grites, por favor, solo quiero que…

      Pues no, no sería mi día de suerte. Efectivamente, el destino no iba a ponerse de mi lado jamás.

      Un vozarrón para nada conocido sonó frente a mí. Tras desviar mi atención de Susan, me encontré a otro amigo de Enma, con unos simples calzoncillos.

      —Suéltala ahora mismo si no quieres que te abra la cabeza.

      Con malas pulgas, alcé una ceja y destapé la boca de Susan, poco a poco y sin dejar de mirar al tipo.

      —¿Estás con este? —le preguntó Luke, sin venir a cuento—. ¿No es tu hermano o algo de eso?

      —¡¿Qué coño hacéis en mi casa?! ¡¿Tú eras el fontanero?! —nos gritó mientras se acercaba al hombre con calzoncillos, que no conseguía recordar cómo se llamaba.

      Alcé las palmas de mis manos para pedir una calma que no llegó.

      —Susan, necesito que me ayudes…

      —¡¡Lárgate de mi casa!!

      Agarró el libro que tenía en una mesita a la derecha y me lo lanzó a la cabeza. A continuación, el que dio el paso hacia adelante fue él.

      —Kylian, tengamos la fiesta en paz —le pidió Luke—. No hemos venido a hacerle daño a nadie.

      Ya está. Era el hermano de Joan, el marido de Katrina. Lo del supuesto lío que tenían entre hermanos no lo había entendido, aunque tampoco me interesaba.

      —Ah, ¿no? —ironizó—. ¿Y entráis así a todos los sitios?, ¿tapando bocas y cerrando puertas con urgencia? ¡Largaos de aquí antes de que llame a la Policía!

      —Nadie va a llamar a nadie porque… —Intenté explicarme, pero no me dejó.

      Avanzó de manera muy intimidante en mi dirección. Llevaba unos meses en los que aplacaba bastante bien mis cambios de humor y mis arranques de ira repentina, pero una cosa era que pasara en ciertas ocasiones y otra ser gilipollas y permitir que te diesen de hostias sin venir a cuento. Por ahí no pasaba.

      Kylian levantó el puño en dirección a mi cara. Sin embargo, antes de que eso llegase a producirse, me aparté a la izquierda, sujeté con fuerza su cuello y lo estampé contra la puerta.

      —¡Malditos hijos de puta! ¡Voy a denunciaros! ¡Suéltalo!

      Susan corrió hacia mí mientras Kylian intentaba darse la vuelta, sin éxito. Si apretaba un poco más…, como mínimo le rompía algún hueso. Suspiré y canalicé mi rabia, tal y como me habían enseñado en las terapias con personas con el mismo temperamento que el mío. Reuniones que había finalizado hacía un mes escaso.

      —Susan, solo necesito que me digas dónde está Enma. Es muy urgente que hable con ella, porque está en peligro —solté con tranquilidad y sin olvidarme del tipo que tenía agarrado del cuello.

      Debo decir que, pese a las terapias a las que mi psicólogo me instó a apuntarme, también lo hice a boxeo. Por eso de desfogar. Y hasta el momento me iba de maravilla.

      —¡Te voy a matar! —ladró Kylian, tratando de soltarse de mi agarre.

      —Edgar…, se nos va de las manos —añadió Luke.

      Entretanto, Susan seguía vociferando y dando grandes zancadas hacia mí:

      —¡El peligro eres tú! ¡Suéltalo!

      Me dio un manotazo en el hombro cuando llegó. Después, un bofetón que me giró la cara. Luke corrió en mi ayuda y la apartó de mí. Me toqué la mejilla con la mano y, con la lengua,

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