Mi perversión. Angy Skay
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Sentí la mano de Kylian clavarse en mi muslo y, a continuación, un pellizco que provocó que lo soltase. El tío tenía agallas, no lo dudaba, pero ya estaba tocándome los huevos considerablemente.
De nuevo, se tiró en mi dirección, y ese gancho sí que no lo vi venir. Impactó en la misma mejilla que el bofetón de su hermana, su novia o lo que narices fuera. Resoplé con poca paciencia, y cuando elevó su mano para golpearme de nuevo, alcé la mía y detuve el puñetazo, devolviéndole otro en las costillas que lo dobló.
—¡¡Ya está bien, joder!! —El berrido de Luke ocasionó que todos lo mirásemos—. Susan, si no nos dices dónde está Enma, la encontrarán y le harán atrocidades que ninguno queremos que le sucedan. Por favor, no hemos venido buscando una guerra, solo necesitamos que nos ayuden.
Susan tiró del hombro de Kylian cuando este se cagaba en mis muertos y escupía y tosía a partes iguales, sin poder erguirse. La morena nos miró con ojos aniquiladores y sentenció:
—¡No pienso ayudaros en nada! ¡Largaos de mi casa o llamo a la Policía!
Di un pequeño paso que se vio interrumpido por la mano de Luke, que me sostuvo del hombro.
—Por favor, Susan, no estoy engañándote, y…
Muy altanera, elevó su mentón y dijo:
—Ella ya está bien protegida por la Policía.
Aquello me sentó como si me hubiesen dado el mismo golpe, en el mismo lugar que a Kylian, solo que un poco más fuerte.
Mucho más fuerte.
De camino a mi casa, ni siquiera me atreví a pronunciar una sola palabra. Iba cabreado y ciego de rabia. Bueno, rabia… Podríamos llamarlo celos puros y duros, porque yo sabía que Susan no lo había dicho por decir, sino que los dos éramos conscientes de que aquella «Policía» era un agente en concreto, y se llamaba Klaus Campbell.
—Deja de pensar en eso y conecta el altavoz. Tendrá que llamar a alguien para contárselo.
Pareció leerme el pensamiento y lo miré. Entramos en el camino de tierra que llegaba a mi casa y saqué el aparatito para escucharlo.
—No va a llamar a Enma para decirle lo que ha pasado —farfullé.
—El genio, Warren, que te pierde —añadió como si nada—. Claro que no. A Enma no, pero a Katrina sí. Hazme caso.
Activé el sonido y, en efecto, nadie estaba hablando. Miré a Luke y este me pidió calma con los ojos.
Al llegar a mi casa, vi el coche de Morgana aparcado en la entrada. Lion y Jimmy jugaban con Goofy Bob en el jardín mientras Nana y mi madre, Juliette, charlaban con mi exmujer en el porche. Me bajé con urgencia; mis pasos fueron muy rápidos. Noté que Luke me pisaba los talones con la misma celeridad con la que yo andaba.
—¡Papá! —escuché en la lejanía. Sin embargo, no era capaz de mirar a ningún punto que no fuese a Morgana.
Mi madre dio un paso para llegar a mí, aunque no le di tiempo a saludarme:
—¿Qué haces en mi casa? —le espeté a mi exmujer, recalcando con muy malas maneras esto último.
Morgana entreabrió los labios con un poco de pánico. Con la voz entrecortada, me contestó:
—So… Solo he venido a dejarte unos papeles que hace falta que firmes hoy.
—¿Y no podía esperar a mañana? —continué con enfado, llegando a su altura. La miré desde arriba y fruncí más el ceño antes de añadir—: Acordamos que mi casa no se pisaba ni por ti ni por nadie de tu familia. ¡Esas eran las condiciones! —ladré.
—Edgar… —intervino mi madre. También sentí la mano de Luke tirar de mi brazo para que me callase.
—Yo… No pensé que fuese a…
—¡Todos dentro! —grité, y nadie rechistó.
Mi madre llamó a los niños, seguida de Nana, que lo hizo con Goofy Bob, y desaparecieron en el interior de la casa. Luke continuó pegado a mi espalda.
—Edgar, te juro que no he hablado con los niños. Solo los he saludado cuando he venido y… —me dijo de carrerilla.
Pero la corté:
—Este tema ya lo hemos tratado en varias ocasiones. Y, hasta el momento, sabes que no voy a dar pie a nada. No quiero que haya confusiones. No quiero que los confundas a ellos ni quiero que te vean por aquí. Así que hazme el favor y vete.
—Pero…
—Que te marches, Morgana —le ordené.
Di dos pasos a su lado, pisando con fuerza los escalones y observando de reojo cómo su rostro se tornaba en una tristeza infinita. Lo habíamos hablado, sabía que no daría mi brazo a torcer después de tantos años. No pensaba dejar que, ahora, cuando antes no quiso ni verlos, intentase recuperarlos. Quizá fuese egoísta, quizá no se entendiese. Está claro que todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero ni por asomo lo haría como su madre, sino como una completa desconocida que los visitaría de vez en cuando. Y, para eso, el primero que debía estar preparado era yo, y ese momento aún no había llegado.
Escuché una breve disculpa por parte de Luke. También oí los pasos de Morgana alejarse y el motor de su coche rugir. Lo siguiente que haría sería poner otra puerta a mitad del camino y así evitaríamos disgustos innecesarios.
Al entrar en el salón, las dos mujeres me contemplaron con un poco de desaprobación, aunque el rostro les cambió al escuchar el comunicador del pinganillo que habíamos puesto en la casa de Susan. De repente, comenzó una conversación en la que se nos puso como un trapo, hablando de Luke y de mí. Mi madre y Nana nos miraron como si hubiésemos perdido el juicio, la primera con más malicia que la segunda, como cuando una madre va a regañarte por haber hecho una trastada.
Miré a Luke y enarqué una ceja. Él sonrió victorioso, pero yo lo hice más cuando escuché a Katrina decir, un rato después:
—Me ha mandado unas fotos preciosas de San Andrés de Teixido y los alrededores de la aldea.
Luke y yo nos contemplamos con una sonrisa. Alcé los ojos, brillantes por la emoción, y miré a Juliette, que me observaba con verdadera devoción y con una alegría inmensa.
—La he encontrado, mamá.
4
ENMA
Cerré los ojos y dejé que la brisa me acariciase otra vez. Noté unas piernas a ambos lados de mi cuerpo y sonreí al oler su perfume. No me hacía falta abrirlos para saber de quién se trataba.
—Has tardado dos días en volver.
—Te echaba de menos —musitó muy cerca de mí.
Sentí un pequeño tirón del lóbulo de mi oreja y la piel se me erizó sin remedio. Sonreí como hacía meses que no lo hacía.
—Al