Redes de innovación como factor de desarrollo. Daniel Goya

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Redes de innovación como factor de desarrollo - Daniel Goya

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la transición de crecer en base a la difusión a crecer en base a la innovación. Otro caso destacado es el de Noruega, que sube casi 10 posiciones en el ranking debido a su inversión en desarrollo de TIC’s.

      Pero estos son todos países que ya han alcanzado el desarrollo o están ya situados en el punto de inflexión para lograrlo, algo muy lejano a la realidad local.

      La situación de Latinoamérica en relación a competitividad y desarrollo no es en general muy alentadora, y aunque muchos países muestran significativas mejoras con respecto a la “década perdida” de los ’80, la velocidad con que se progresa no es suficiente para competir en los mercados globales, algo que se hace evidente al ver que Europa Central y Oriental, junto con India, China y algunas economías del Este asiático, todos superan el promedio de la región por amplios márgenes, y en todos los ámbitos (López-Claros et al., 2006). La excepción es Chile, que se sitúa bien en prácticamente todos los rankings, pero aun así sigue teniendo desafíos inmensos que se analizarán en la sección siguiente.

      El “Latin America Competitiveness Review 2006” analiza punto por punto los resultados de América Latina en el Reporte de Competitividad Global 2005-2006, comparándola con otras economías emergentes (las nombradas en el párrafo anterior). Saltando los aspectos macroeconómicos y algunos de infraestructura, se analizarán los más directamente relacionados al tema de la innovación, la preparación tecnológica, la sofisticación de los negocios, y los elementos del índice de competitividad asociados directamente con la innovación.

      En relación a la preparación tecnológica, se observa en general una baja penetración de TIC’s, pero al mismo tiempo una preocupación constante de los distintos gobiernos por el tema, que durante los ’90 lo fueron introduciendo en sus agendas. Uno de los inconvenientes para mejorar en el tema son los deficientes marcos regulatorios.

      La sofisticación de los negocios analiza, a nivel de la firma, las capacidades competitivas. Se observan relativamente buenas capacidades de marketing (café colombiano, vino chileno, etc.), pero un bajo control de la distribución de los productos, y un bajo nivel de certificación internacional –8% de empresas con certificación ISO, en comparación a un 17% en el Sudeste asiático– y que los clusters, aunque son relativamente numerosos, tienen problemas para innovar y para escalar en la cadena de valor global. Las razones para esto parecen ser la poca habilidad de la mano de obra, la baja capacidad de absorción8, y la baja cantidad y calidad de conexiones entre firmas, que se rehúsan a cooperar con sus pares (Albaladejo, 2001, citado por López-Claros et al., 2006). Otro problema es la productividad de la mano de obra, que es significativamente menor que la de otras economías emergentes, y, según un estudio de McKinsey (1993), esto es causado por mala administración y no por falta de habilidad de los trabajadores. Un punto a favor de la sofisticación de los negocios en la región es la aparición de multinacionales latinoamericanas, principalmente brasileras, chilenas, mexicanas y argentinas.

      En las variables relacionadas con innovación, la región está especialmente mal. A pesar de tener un nivel de preparación tecnológica similar a India y China, sus puntajes en innovación son respectivamente de 2.8, 3.9, 3.6 (en una escala de 0 a 7), lo que se explica esencialmente por mejores instituciones de investigación, mayores niveles de inversión en I+D, y mayor disponibilidad de mano de obra calificada. Como expresan en el mismo informe, “El cultivar un ambiente que conduzca a la innovación no es responsabilidad exclusiva del gobierno, sino que es compartida por el sector privado y las universidades e instituciones de investigación”.

      Los puntos más débiles son el bajo nivel de colaboración entre privados y universidades, y la baja inversión en I+D del sector privado. Esta última llega a unos USD 50 per cápita en Brasil, Argentina y Chile, en comparación con los USD 200 a USD 700 invertidos por privados en países desarrollados.

      El informe cierra este análisis recalcando que, aunque la región parece estar en la senda correcta, debido a la mejora que se ha tenido en relación a su propio rendimiento en el pasado, el progreso sigue siendo insuficiente al compararlo con otras áreas emergentes del mundo, como Europa Central y Oriental y el Sudeste asiático.

      Y en estos temas claramente no hay que hacer benchmarkings complacientes, la competencia es global, y mejorar no sirve mucho si no se hace de manera proporcionalmente significativa con otros países que luchan por llegar al desarrollo.

      Chile actualmente corre el riesgo de seguir el camino de Argentina hace cuarenta años, y estancarse en su nivel de competitividad global. Si bien Chile en comparación con Argentina tiene una estabilidad y confiabilidad institucional muy superior, no se sitúa bien comparativamente (con el mundo, no con la región) en los temas relacionados con la innovación y la sociedad de la información, que no eran tan cruciales en el momento en que Argentina falló en dar el salto. Ahora las instituciones y la estabilidad macroeconómica son condiciones umbral o mínimas, y las que permiten lograr la diferenciación a nivel de país son las que Chile no ha desarrollado bien.

      Uno de los indicadores más usados para medir la innovación es la cantidad de patentes inscritas en EE.UU. por cada millón de habitantes de un país. Chile presenta 0,9, contra más de 270 de Japón o 260 de Taiwán (López-Claros et al., 2006). Hay una serie de consideraciones sobre el uso de patentes para medir la innovación que no serán analizadas, pero, de todas formas, los números son claros.

      Es extraño ver cifras tan malas, después que todos los reportes internacionales destacan la excelente situación de Chile. Pero basta entrar a mirar la primera descomposición del Índice de Competitividad para el Crecimiento para descubrir que la realidad de Chile no es tan buena. El índice, en que Chile ocupa la posición 27 de 75 países el año 2002 (McArthur y Sachs, 2002), se descompone en tres factores (cada uno de los cuales se descompone en otros subfactores): Tecnología, Instituciones Públicas y Ambiente Macroeconómico. La posición 27 de Chile se obtiene al promediar los tres, pero al verlos por separado, Chile está 21 en los últimos dos, y en una mucho menos honrosa posición 42 en Tecnología.

      Y este es precisamente el que más se relaciona con la capacidad de los países de pasar a integrar el grupo de países desarrollados, o sea, la buena posición se debe a la política macroeconómica y a la solidez institucional, y no al estar preparados para crecer en base al desarrollo tecnológico.

      Siguiendo con los datos, en Chile la inversión en I+D alcanza un 0,7% del PIB, contra, por ejemplo, un 2,8% de EE.UU. o un 4,7% de Israel. Pero al analizar en detalle ese gasto, se encuentran cosas más preocupantes. En Chile el 64% del total viene del gobierno, en EE.UU. es un 30,2%, Israel un 24,7%, Corea del Sur un 25%. Hay otra pregunta más, ¿en qué tipo de investigación se invierte? En Chile el 55,3% es investigación básica, vs. un 12,7% en Corea del Sur o un 18,4% de EE.UU. (Takoma y Zahler, 2004, citados por Benavente, 2004). Esto es de suma importancia, la investigación básica, si bien puede servir para acercarse a la frontera de la ciencia en ciertas disciplinas, por sí misma no se traduce en innovación; se requiere investigación aplicada para que la ciencia se convierta en tecnología comercialmente explotable.

      Como dijo Porter en su visita a Chile el año 2005, “El problema de Chile es que no se está impulsando la productividad a la tasa necesaria... y la ciencia y tecnología tienen un rol fundamental en ello”9. En enero de 2005 José Miguel Benavente comentaba: “¿Cómo lo han hecho los otros países? todos los países de la OECD, todos, lo han hecho con un plan y una estrategia”10.

      En noviembre del año 2005 se dio un paso crítico para la competitividad y desarrollo nacional, por mandato del Presidente de la República se constituyó el Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC), con el objetivo de “definir los lineamientos que se requieren para generar las bases de una estrategia de innovación nacional”11. Se comprendía entonces que, tal como había ocurrido

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