El aula es la respuesta. Leonardo García Lozano

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El aula es la respuesta - Leonardo García Lozano

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nosotros los autores somos y hemos sido docentes privilegiados, la vida nos dio oportunidades para reflexionar sobre la práctica docente. Nos ha tocado vivir en carne propia las constantes reformas del sistema educativo mexicano y, en casi todas, hemos terminado con un sentimiento de engaño, puesto que los requisitos para la mejora de la enseñanza y el aprendizaje —que no son otros que las circunstancias de la vida de las y los profesores y sus aulas— poco o nada se han modificado. Y siempre enunciaremos que la dignificación de la vida de los profesores es una variable sine qua non para que se alcancen las condiciones mínimas e indispensables para la calidad educativa que todos anhelamos.

      La práctica de los docentes ha estado en las últimas dos décadas en el centro del debate sobre la calidad de los aprendizajes de los estudiantes, incluso como si fuera la única variable para que estos sucedan de manera exitosa. La práctica docente, si bien es cierto que es la variable crítica, también es cierto que depende de otras variables, entre ellas:

      ▶ Los mecanismos de elección de los candidatos a la docencia, de formación inicial y permanente.

      ▶ La regulación para el ingreso, permanencia y promoción en el servicio docente.

      ▶ La dignidad en las condiciones laborales (remuneración, jornada laboral, jubilación) durante el ejercicio docente, así como la brecha salarial entre directivos y profesorado.

      ▶ Las condiciones del trabajo en el aula, como la ratio, la infraestructura de las aulas y de las escuelas.

      ▶ La injerencia de los docentes en las decisiones curriculares como la planificación, la programación y la modificación, así como las relativas a las decisiones del material para la enseñanza y el aprendizaje.

      ▶ Las condiciones mínimas del alumnado, sus familias y comunidades en aspectos como la salud (higiene, afecto, alimentación), la seguridad, la participación equitativa e inclusiva.

      Y sin embargo se mueve… estamos convencidos de que hay condiciones para la enseñanza y aprendizaje que sí pueden abordarse desde lo que ahora existe en el sistema educativo, más concretamente desde las escuelas. No obstante, los cambios que propondremos en los capítulos subsecuentes son un reto al que deberán sumarse como equipo los directivos y los docentes, ya que estamos convencidos de que la verticalidad en las escuelas y el sistema educativo llevan a los agentes educativos a abordar el ejercicio de la educación de forma fragmentada y, por lo tanto, a la dispersión de recursos y resultados.

      Este libro surge en un contexto “entre reformas”: no habían terminado de asentarse las reformas del sexenio 2006-2012 cuando en el sexenio 2012-2018 se hizo una nueva reforma, la cual para el 2018 se derogó por el inicio del nuevo sexenio; o sea que no sabemos a ciencia cierta lo que pasará en el periodo 2019-2024. Sin embargo, la experiencia nos dice que hay algunas cosas que no cambiarán, por ejemplo, la centralidad del alumno en el proceso de aprendizaje y la atención cada vez más precisa al desarrollo integral del estudiantado.

      Al ser un libro escrito y publicado entre reformas, nos hemos planteado hacerlo como una obra “transreformas”, esto es, soñamos compartir aquellas cuestiones que desde hace más de treinta años se vienen enunciando con diversos nombres y dándoles distintos énfasis, lo cual muchas veces ha llevado a la confusión de los docentes, cuando no a su apatía e inmovilismo.

      Las propuestas que presentamos reconocen en la docencia la semilla para la transformación de la sociedad en que vivimos, pues es esta sociedad la que dota de significatividad a las escuelas y al profesorado y, como consecuencia, crea las condiciones del futuro para la práctica docente.

      Para transformar ese futuro, estamos convencidos de que gran parte de los docentes poseen ciertos saberes que se experimentan dispersos, en gran medida por el poco tiempo que hay para asimilar las reformas que no paran de sucederse y, por otro lado, por los mecanismos en que estas reformas son llevadas al profesor “de a pie”.

      Ponemos esta obra a discusión, sin embargo, lo hacemos con una advertencia: sugerimos hacer un ejercicio científico, es decir, controlado y documentado. De manera concreta, se puede ir a la sección de anexos y evaluar qué área de la práctica docente se quiere mejorar, sea por preferencia o por los resultado obtenidos al responder los cuestionarios, para después incorporar mejoras a un área por semestre o ciclo escolar, de manera sostenible. De esta forma, quizá, y sólo quizá, el programa completo de mejoras (si se toma como eso esta obra) esté concluido en un lapso de tres a seis años.

      Así, proponemos tres ideas que quisiéramos que acompañaran la lectura de los subsiguientes capítulos:

      a. La consideración de aquello que es básico de la educación obligatoria en México.

      b. Algunas ideas clave sobre el papel del aprendiz que debiesen haber quedado claras con las diferentes reformas.

      c. La necesidad de transversalizar ciertos aprendizajes y prácticas sin necesidad de sobrecargar los programas de más y nuevos contenidos.

      La educación escolar básica, comprendida entre el mal llamado —a nuestro entender— nivel preescolar1 y el nivel medio superior (bachillerato o equivalentes), es obligatoria en nuestro país porque así lo señala la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, concretamente en sus artículos tercero y cuarto. En el artículo tercero constitucional se señalan los rasgos que debiese imprimir la educación escolar en los ciudadanos:

      La educación se basará en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva. Tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a todos los derechos, las libertades, la cultura de paz y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia; promoverá la honestidad, los valores y la mejora continua del proceso de enseñanza aprendizaje (Diario Oficial de la Federación, 15/05/2019).

      Dicho de otra manera, la identidad de cualquier mexicana y mexicano se asegura en las instituciones de educación preescolar, primaria, secundaria y media superior. Tal identidad tiene dos ejes: a) el pleno desarrollo de las personas para b) convivir en sociedad respetando los derechos humanos y la solidaridad.

      El carácter obligatorio es la justificación por la que la sociedad, por intermediación del Estado, crea instituciones para ofertar educación. Si esto es así, ¿cuáles son los saberes mínimos comunes que dichas instancias deben desarrollar? El mismo artículo, en sus fracciones I y II, los indica:

      I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa;

      II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.

      Además:

      a. Será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social

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