Coatlicue Sanjuanita. José Gerardo Bohórquez Molina
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En este testimonio se entrelazan el mito y la historia, el rito y la vida, la historia de salvación y la inmanencia, la religión y la política. Se trata de un trabajo que se atreve a proponer algunas hipótesis de índole multidisciplinaria, con la pretensión de hacer una reconstrucción e interpretación integral, que no busca el desmembramiento de un fenómeno complejo y unitario.2
Algunas personas se preguntarán qué es lo que está aportando este trabajo. Quiero decirles que el primer sorprendido fui yo, porque a lo largo del mismo fui encontrando cosas inesperadas.
Se me vinieron más de mil años encima, ya que concebía la historia como etapas concluidas, tal como nos la enseñaron en primaria (época prehispánica, Conquista, Colonia, Independencia, etc.), y no una historia acumulada y viva, al grado que me conmovió el relato de los enviados por Moctezuma a buscar Aztlán y a Coatlicue, que le había dado a su hijo Huitzilopochtli cuatro pares de huaraches, dos para ir hacia su destino sagrado y dos para regresar con el cansancio a cuestas a su lugar de origen. Fue cuando descubrí que los peregrinos vamos de regreso a ver a nuestra madre Coatlicue Sanjuanita.
Tuve la intuición de que había una zona arqueológica, que no era reconocida porque los lugareños estaban desde niños acostumbrados a ella y no le daban suficiente importancia. Y ahí estaba, apenas anotada por cronistas locales. Generosa nos mostró, a través de los habitantes de Mezquitic y San Juan, algunas piezas muy significativas y, en un recorrido por la zona, muestras de superficie que fueron útiles para fechar de forma confiable una etapa de ocupación de lo que más tarde fue el Pueblo de Indios de San Juan Bautista de Mezquitic, con su probable capilla de indios viendo hacia la explanada ceremonial.3
Se puede decir que la utilidad del presente trabajo está en haber reconstruido un rompecabezas al tomar, reunir y relacionar cien piezas que, aparentemente distintas, forman una unidad coherente. A través de esa labor de reconstrucción, por ejemplo, podemos darle su verdadera dimensión al origen chichimeca de los habitantes de San Francisquito y de Tolimán en Querétaro, lo que ellos han subrayado siempre. También pudimos resaltar los rasgos de continuidad entre los mitos prehispánicos nahuas y la fe que se vive en la peregrinación a San Juan de los Lagos, que nos muestran el sentido y la lógica del largo tránsito de la cultura indígena al catolicismo popular. Como una interpretación de primera importancia, presenté una visión de la historia trascendente del pueblo que camina, una historia de liberación de la violencia, de un peregrinar lento y con retrocesos desde nuestro origen prehistórico fraticida, en el devenir de la construcción de la nueva fraternidad solidaria.
En lo particular, nos vamos a adentrar en el estado de Querétaro para ver quiénes y de dónde caminan hacia San Juan. Ahí, en San Juan, analizaremos la historia de la Virgen y veremos aspectos del origen y de la actualidad indígena. Profundizaremos en comunidades chichimecas-otomíes de Querétaro, una en la ciudad capital del estado, el Barrio de San Francisquito, y otras en el municipio de Tolimán, ubicado en el semidesierto.
Los aspectos generales se tratan en dos sentidos: uno sobre la cultura nahua y otro sobre la interpretación de la peregrinación. En lo cultural destacaremos su cosmovisión de origen y de las deidades relacionadas con la tierra y el nacimiento de los dioses y la humanidad. Aquí aparece el barrio de Tepito como una subcultura marginal de la Gran Tenochtitlan. Ya en la interpretación propondremos el arquetipo4 de Aztlán para San Juan con todas sus implicaciones sociales, territoriales y simbólicas.
En un plano universal aparece la peregrinación nahua chichimeca enmarcada en un mundo globalizado que desde la conquista ha intentado destruir la forma de vida indígena y ha impuesto sus formas de relación social con absolutos religiosos, políticos y económicos. Así se contempla el gran mapa de Aztlán-Tenochtitlan, y desde ahí nos topamos con el sistema dominante que desde 1492 ha distribuido y redistribuido los territorios de acuerdo a los imperios de las distintas épocas.
En cuanto al tiempo, el pasado y el presente se entrelazan. La historia de San Juan de los Lagos se manifiesta muy cercana a la de Querétaro y Tolimán, por la presencia de los grupos seminómadas chichimecos. El gran desarrollo del Imperio Mexica con sus clases subordinadas como los habitantes marginales de Tepito, encuentran situaciones semejantes con los habitantes de San Francisquito y Mezquitic, también dominados y segregados. La actualidad rural de los indios de Tolimán y Mezquitic los lleva a la migración y la situación de los habitantes de los barrios urbanos de Tepito y San Francisquito los obliga a buscar diariamente con sus múltiples oficios el pan de cada día.
Hoy por hoy siguen peregrinando, siguen construyendo aquí y ahora su futuro, así en la tierra como en el cielo, y se unen en la romería, en forma consciente, a la historia de salvación, aquélla que se encamina a restaurar la fraternidad en la humanidad, la solidaridad como forma de relacionarse y el amor como alimento diario, esa es la buena nueva para los pobres.
A partir de una visión antropológica que identifica en la envidia y el atropello para conseguir lo ajeno el origen de la violencia y de la interminable cadena de venganzas, y en los ritos sacrificiales un falso freno a la violencia con un “chivo expiatorio” como víctima. Una posición teológica propone el rompimiento con toda manifestación violenta y anteponer la solidaridad entre los diferentes y con las víctimas de este mundo.
Por último, buscamos desentrañar el mensaje específico de la Virgen de San Juan, utilizando para ello no sólo su propia historia, sino las de otras advocaciones de la Virgen (Guadalupe, Remedios, Pueblito y Zapopan), para descubrir que el regreso en búsqueda de Coatlicue-Sanjuanita, implica dejar los falsos caminos que nos deslumbran: la ambición, el dominio, el engaño, la violencia, para transitar hacia una nueva vida de solidaridad y no violencia, bajo el regazo de una madre común donde hay paz y vida.
Año con año, a San Juan de los Lagos caminan miles de fieles de Querétaro para ver a la Virgen, para llegar al segundo santuario católico más visitado de México. Caminan para encontrarse con Sanjuanita. Los principales grupos peregrinos son la Asociación Diocesana, el Grupo Querétaro, los grupos de La Caravana de la Fe, El Pueblito y San Sebastián (ver mapa 1). Más de cinco mil peregrinos en el mes de enero solamente de la región queretana. La presidencia municipal de San Juan de los Lagos calculó que un millón y medio de peregrinos visitaron el santuario de la segunda semana de enero a la primera de febrero en el año 2004.
Desde el principio de los tiempos, los seres humanos hemos regresado a nuestros santuarios, aquellos espacios que albergan la trascendencia, símbolos mediante los cuales lo divino se hace más presente, más cercano. En el caso de la peregrinación a San Juan de los Lagos, es de suma importancia decir que hace ya mucho tiempo que de Querétaro se peregrina a la zona, pero fue hasta 1971 que la Diócesis encabezó la peregrinación,5 que anteriormente era organizada por los parroquianos de La Divina Pastora, en el barrio bravo de San Francisquito. Este grupo camina por entre 11 y 14 días, formado por devotos de San Pedro Tolimán, San Antonio de la Cal, Higueras, Panales, Ezequiel Montes, Villa Progreso, La Cañada, Amazcala, Aldama, Atarjea, Santa María Magdalena, Lomas de Casa Blanca y del propio barrio de San Francisquito, casi todos ellos de comunidades de origen indígena. La religiosidad popular del cristianismo indígena fue por mucho tiempo una forma de organización comunitaria ajena a las instituciones oficiales, civiles y eclesiásticas, una estructura grupal religiosa con