Michel Maffesoli. Marco Antonio Vélez Vélez
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Michel Maffesoli
Un sociólogo posmoderno
Marco Antonio Vélez Vélez
© Marco Antonio Vélez Vélez
© Universidad de Antioquia, Fondo Editorial fcsh de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
ISBN: 978-958-5596-99-3
ISBN E-book: 978-958-5157-00-2
Primera edición: septiembre de 2020
Imagen de cubierta: Sin título. Wilson Arango. Monotipo (intervención pictórica), 30x36/50x70 cm., 2003. Colección de grabado Hernando Guerrero, Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia (http://docencia.udea.edu.co/colecciondegrabado/). Museo Universitario de la Universidad de Antioquia.
Coordinación editorial: Diana Patricia Carmona Hernández
Diseño de la colección: Neftalí Vanegas Menguán
Corrección de texto e indización: José Ignacio Escobar
Diagramación: Luisa Fernanda Bernal Bernal, Imprenta Universidad de Antioquia
Hecho en Medellín, Colombia/Made in Medellín, Colombia
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita del Fondo Editorial fcsh, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia
Fondo Editorial fcsh, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia
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Prólogo
Hablar del pensador francés Michel Maffesoli es hablar del autor que más claramente ha representado en la contemporaneidad la idea de lo posmoderno, la cesura posmoderna pensada no solo como momento o fase cultural, según la versión de Fredric Jameson. Este autor considera la posmodernidad en tanto lógica cultural del capitalismo avanzado.1 Lo posmoderno no sería, tampoco, una condición caracterizada por la pluralización de los juegos de lenguaje, como lo piensa Jean-François Lyotard en aquella versión de la crisis de los relatos de referencia centrales;2 no sería tampoco un mero intento de regodearse en lo fragmentario y caótico, como lo asume David Harvey,3 sino que, por el contrario, nos remitiría a una transformación epocal sustancial. Cambio de época histórica, un más allá de la modernidad que por saturación estaría afectada por el carácter perimido de sus ideales. Estos últimos estuvieron jalonados por los referentes del finalismo histórico, la racionalidad sustancial devenida instrumental, el progresismo y avance hacia lo mejor, la perfectibilidad y el deber ser de lo social –una cierta soterología profana–, el prometeísmo y el afán de control y dominio sobre el entorno natural y el otro humano.
Estos ideales fueron propiamente los del proyecto ilustración, según dejó sentado Jürgen Habermas en su opúsculo “La modernidad, un proyecto incompleto”.4 Las ideas de un finalismo histórico y una temporalidad finalizada y secularizada en el perfeccionismo social son puestas en cuestión por Michel Maffesoli. Para él, no es sostenible hablar hoy de un tiempo histórico mejor, tiempo de la salvación, por más profanizado que haya estado en los idearios marxistas y socialistas de los siglos xix y xx, pero no menos en el ideario del liberalismo. La referencia a la sociedad según la modernidad es reemplazada por el concepto de un presente eterno, experimentado en la instantaneidad de las vivencias, los imaginarios, la proxemia tribal, el nomadismo, los desplazamientos y las identificaciones. El tiempo valorizado desde el finalismo histórico privilegió el futuro como advenir de la utopía, del mejoramiento del hombre y la sociedad. Recuperar un tiempo presentista y definido por las coordenadas del aquí y el ahora es la contraproposición a la temporalidad con sentido histórico de la modernidad. En otro sentido recupera el autor francés la vivencia del arcaísmo, al hundir las raíces de lo imaginario en arquetipos y formas de simbolización que trascienden el presente y nos remiten a un pasado primordial. A lo invariante imaginario, cuya función es dar forma a los sueños y construcciones del presente. En otros momentos el tiempo histórico de la modernidad es reemplazado en su hegemonía por el concepto de lo espacial, lo territorial, lo local, quizá de la proxemia, anclajes de lo que Maffesoli denomina “arraigamiento dinámico”: fijarse a la tierra, a los espacios urbanos cercanos, a la comunidad más propia, todo ello como destitución del afán teleológico del tiempo historizado y linealizado.
La historicidad del advenir de lo mejor se coloca del lado de la idea de progreso como acompañante necesario de la finalización del tiempo. Para Maffesoli, si la posmodernidad es la síntesis entre lo arcaico y lo tecnológico, por ningún lado entra la posibilidad de avanzar hacia lo mejor. La saturación del progreso es la saturación de la idea misma de dominio y de control sobre lo otro natural, y sobre el otro humano. Dominio, control, explotación, todo ello deberá ser sustituido por las ideas acompañamiento y cercanía con la naturaleza, de empatía con esta. Una naturaleza que reclama del sujeto humano la participación holística en ella, en referencia a una idea de totalidad que no deja de traernos reminiscencias míticas y participacionistas en el sentido mágico en el todo natural. Un organicismo naturalista que pondría en relación hombre, naturaleza y sociedad. En otro contexto, en Maffesoli es posible encontrar alusiones a un naturalismo biologista, a un vitalismo afirmativo de corte nietzscheano. La afirmatividad de la vida es el decir sí a su condición terrena y salvaje. Se trata, igualmente, de estar y vivir juntos en la cercanía de la naturaleza, en nuestra condición de seres comunitarios, de seres cargados del ideal comunitario. El “querer vivir juntos”, expresión cara a Maffesoli, da cuenta de este participacionismo posmoderno. No deja de encontrar el autor expresiones concretas de esta afirmatividad en el culto contemporáneo del cuerpo, de las vivencias en común de las tribus que se acompañan en la condición del estar juntos, de la tendencia a las fusiones emocionales y al ludismo.
Es posmoderno Maffesoli al poner en cuestión la concepción de una racionalidad abstracta y desencarnada propia de la modernidad. Una racionalidad de los fines que se transforma en racionalidad instrumental, tal cual lo expresaran los teóricos de la Escuela de Fráncfort, de los cuales es heredero Maffesoli en esta crítica.5 La razón moderna estaría descontextualizada, ejerciendo dominio y control. Aun en su versión de razón teórica, no está exenta de voluntad de poder. Es una razón unilateral, que se abstrae y que por privilegiar el concepto y el modo de acceso conceptuante a la realidad deja de lado la proliferación de lo sensible, lo vivido, lo intuitivo, del sueño y de lo imaginario. El raciovitalismo es la concepción que dice defender Maffesoli. Este nos remite a la unión entre lo sensible y lo inteligible, es razón que no excluye lo otro de ella como irracional, o que deja de lado lo “no-lógico”;6 por el contrario, lo integra en una visión más amplia de razón sensible. La unidad de razón y sensibilidad conduce a una forma de pensamiento orgánico de las cosas, a una ontología de las analogías. La hegemonía de la razón moderna es la de la separación y abstracción. Separación de los objetos y escisión sujeto-objeto. El concepto de razón sensible en tanto interna y abierta tiene una connotación ontológica, es una razón que hace emerger, surgir el mundo. La razón global en la