Michel Maffesoli. Marco Antonio Vélez Vélez
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La imagen plástica de la cesura modernidad-posmodernidad nos la brinda el autor al enunciar el combate entre Prometeo y Dioniso, dos figuras que emblematizan a su manera dos épocas. Prometeo está asociado a la productividad y actividad de la modernidad, es el triunfo del mundo del trabajo y de la técnica. Magnificado por la economía política de la modernidad en sus variantes liberal y marxista. Es la consagración de la religión del trabajo, de la emancipación moderna por la vía de la producción. Prometeo encarna el intelecto-creación puesto en perspectiva de los logros del cálculo y de la utilidad, del mundo racionalizado de los fines. El intelecto o entendimiento se define por la matematización, la abstracción, la formalización del dominio de los objetos, por la objetualización del ser humano.9
Dioniso es el dios extranjero, ambiguo, paradójico, es el dios del frenesí y de lo orgiástico. Para Maffesoli, como en otro momento para Nietzsche, él encarna una figura de trasgresión y de ruptura con la normalidad social. No es portador de voluntad de dominio sino de goce, ludismo y expectativas ético-estéticas. Representa la dimensión de lo extraño, de otras tierras que se sustraen a la lógica amigo-enemigo. Dioniso permite representarnos una posmodernidad erotizada socialmente, es decir, erogeneizada en sus interacciones, vitalista, cargada de efusiones sensibles, de aferramiento al compartir juntos en un espacio de juego social, desmarcado de las urgencias productivistas. La exaltación de lo salvaje, los retornos, el tiempo cíclico, el goce y el carpe diem caracterizan esta sensibilidad dionisíaca. La posmodernidad sería así un ejercicio de subversión de la normalidad productiva y de la normalidad sexual. Es la omnipresencia de Eros en el espacio de las vidas social y cotidiana, de la “nuda vida”. La figura del dios meteco sería el trasunto de una idea de socialidad que se expresa como potencia popular contra los poderes vigentes de lo Uno moderno, centralizado a la vez que individualizado. Es la potencia del nosotros comunitario la que desborda las exigencias de control de la violencia totalitaria. Pero en una perspectiva antropológica, la orgía dionisíaca pone en juego la unificación individuo-cosmos, la referencia a la participación en el más vasto ciclo del retorno y en los ciclos de la temporalidad. Convoca aquello que Durkheim denominaría una solidaridad orgánica, vista en la posmodernidad no desde la división del trabajo y la individuación, sino desde la organicidad de la potencia comunitaria de las comunidades emocionales. Dioniso permite superar el principio de individuación, señal y signo de la modernidad en sus momentos de auge.
Maffesoli rompe con una concepción modernista del poder. Se puede ser posmodernista al pensar el poder, así como por antítesis hubo una versión modernista de este, retomada de las visiones contractualistas que ponían en el centro de la acción el sujeto racional, que contrataba para superar la condición de la guerra o de la indefensión individual. Maffesoli devalúa por racionalismo ingenuo las visiones contractualistas del poder en la modernidad. Detrás de todo contrato habría lo que Durkheim denominó los elementos extracontractuales: no todo es contractual en el contrato, decía el clásico francés. Y en lo no contractual encuentra Maffesoli a las élites de poder que centralizan y unifican lo social, rompiendo la diversidad y el pluralismo de los valores. La burocratización, la violencia totalitaria, la servidumbre voluntaria forman un amplio contexto de lo no contractual. No se decanta nuestro autor, como Michel Foucault, por la idea de un biopoder o por las experiencias de la biopolítica. Un poder que hegemoniza la nuda vida, en su elemental perspectiva biológica. Está más cercano a las construcciones que en su momento inspiraron la obra de Jean Baudrillard, para el cual el poder se juega en el campo de los simulacros y de las seducciones; un soft power cada vez más sutil y evanescente en sus formas de dominio. La potencia del simulacro, la reciprocidad, el juego del secreto y los dobles definen a esta concepción del poder. Pero enfrente de dicho poder está la potencia popular, de las masas posmodernas, tribalizadas y fragmentadas. Potencia manifestada como ironía, indiferencia, defectividad, no participación, irrisión.
Las tribus contemporáneas no responden a las conminaciones participacionistas del contractualismo, se abstraen de jugar el juego de construir las voluntades contractuales. El contractualismo es acumulador de poder en perspectiva de futuro; para Maffesoli, en tanto posmodernista, se trata de no apostar por poderes unificados y acumulados. Postula libertades intersticiales, zonas de autonomía temporaria como las invocadas por el norteamericano Hakim Bay, espacios de realización de una deontología del instante en los cuales se cristaliza el goce posmoderno tribal, nomadizado, presentista. No es posible, para Maffesoli, buscar un poder finalizado y unificado, pues este es el campo de disfrute y de goce perverso de las burocracias de derecha e izquierda. Al poder unificador de la modernidad y sus instituciones le sale al paso la difractación del pluralismo valorativo posmoderno, su policulturalismo. Una política del rebelde contra los poderes de unificación y monovalencia. La política se escenificaría tanto en la espectacularidad como en el secreto. Hay centralidades subterráneas que marcan el accionar político posmoderno.10
Si alguien quisiera encontrar una idea modernista de sujeto en Maffesoli, no la encontraría. En vez de sujeto o de individuo, la persona plural, pasible de identificaciones según las exigencias de la tribu de afiliación. Se puede tener múltiples identidades a tenor de la pluralidad social. Se desvanece la idea de una identidad social, sexual, profesional, de un proyecto de vida de largo aliento. En su lugar: metamorfosis de identidades sexuales, profesionales, proyectos de vida presentistas y sin ideario de futuro; de nuevo carpe diem. Ejercitación de sí, según lo diría Peter Sloterdijk, o cuidado y cura de sí mismo, según el último Foucault. Pero aun la idea de cuidado de sí concita una ascesis,11 unas formas de actuar ejercitándose que quizá no son características de las tribus afectivas y conviviales. Estas están al acecho de la búsqueda posmoderna de una estetización de la existencia. Invocan desde su actuar el dictum nietzscheano de construir la vida como obra de arte. Lo ético-estético de la posmodernidad posibilita esta estilización de sí. La deontología del instante acompaña las metamorfosis y las identificaciones de la persona tribal. El moralismo de la modernidad había optado por el sujeto proyectivo e individualizado. El esteticismo posmoderno es la consagración de la pasión por el vivir juntos. La religazón como voluntad de comunidad, como impulso de convivencia de las tribus y redes posmodernas. De todas formas se invoca una persona plural y sin identidad proyectiva.
El presente libro busca, así, un acercamiento a la obra del autor francés Michel Maffesoli, pretendiendo mostrar partes esenciales de su pensamiento sobre la posmodernidad. El debate que propone en términos de lo posmoderno de la sociedad de hoy no está ni mucho menos superado, según lo plantean aquellos que asumieron la discusión posmodernista como una moda intelectual más. Algunos pensaban que el concepto designaba la lógica cultural del capitalismo tardío, y no, como piensa Maffesoli, una transición epocal fundamental. En el mundo actual pocos sostienen ya el concepto de lo posmoderno. Sin embargo, Maffesoli considera su pertinencia aun hoy. Según él, podría mostrarse –que no demostrarse– el carácter del cambio de época.
Presentaré a Maffesoli –este libro es una discusión con él– desde su ontología posmoderna: asumiendo que la modernidad ha tenido su propia manera de pensar el ser, que ahora se transforma en ontogénesis; desde su epistemología, centrada en la referencia a un conocimiento ordinario que posibilita un acercamiento no conceptual a la realidad; desde su visión del poder posmoderno, como desafección y aparente apatía; su visión sobre el inmoralismo