Repertorio de la desesperación. Adriana María Alzate Echeverri
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A esas dificultades sobre las fuentes se añade otra: un suicidio no se estudia como si fuera una muerte producto de de una enfermedad, de una peste o de una epidemia, porque la muerte voluntaria posee una significación que no es tanto de orden demográfico, como sí del filosófico, religioso o moral. El silencio y la disimulación que lo han rodeado durante mucho tiempo han instaurado alrededor suyo un clima de misterio.26
Con todas sus limitaciones, los archivos judiciales resultaron muy útiles para este trabajo. Los tribunales de justicia son lugares de expresión, no solo de relaciones de poder, también de representaciones culturales y sociales, y de los tejidos emocionales vigentes en un momento y territorio específicos. Allí se hace evidente lo que es considerado permitido o prohibido, justo o injusto, falso o veraz, simulado o auténtico en la sociedad estudiada.27 Se exploraron con cautela los fondos judiciales pertenecientes al periodo colonial y a una parte del periodo republicano en varios archivos, especialmente en el Archivo General de la Nación, el Archivo de Bogotá, el Archivo Histórico de Antioquia, el Archivo Central del Cauca, el Archivo Histórico Judicial de Medellín, así como el Archivo Nacional de Madrid y la Sección de Libros Raros y Curiosos de la Biblioteca Nacional de Colombia.28
Las crónicas de Indias, las relaciones de méritos, los repertorios de anécdotas de la época y la prensa también se emplearon como fuentes, aunque en menor proporción. Los artículos o las noticias recogidos en esta última indican la naturaleza de las normas vigentes en una sociedad y su forma de concebir este tipo de muerte. La prensa muestra algunas de las tensiones que atravesaban esta sociedad, a veces, signadas por la pesadumbre o la desesperación.
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Las emociones aparecen de diversas formas en el trabajo histórico y más en exploraciones de esta naturaleza. Los procesos criminales por homicidio de sí mismo generan conmoción y estremecimiento en el historiador, es casi inevitable que se presente una identificación emotiva del investigador con el inculpado. Las emociones conforman el paisaje de la vida mental y social. Es necesario considerarlas como una respuesta inteligente a una percepción de valor, porque ellas están imbuidas de raciocinio y discernimiento, no son instintivas, irracionales o “animales”; también contienen en sí mismas una conciencia de valor e importancia, y expresan la vulnerabilidad constitutiva de los seres humanos.29
Las estructuras mentales y los estados de la sensibilidad dejan rastros y huellas en todas partes, hay que interrogarlos, intentar reconstruirlos y aprehender esa dimensión huidiza, para comprender las complejas realidades del pasado.30 En los archivos criminales, como los que se indagan, la emoción se revela como un actor social, las formas procesales —interrogatorios, testimonios, declaraciones, confesiones y sentencias— están cargadas de emociones; aunque, a veces, sea difícil percibirlas con claridad, es necesario tenerlas en cuenta, explorarlas, descifrar su sentido y darles un espacio en la reflexión.
Entre las emociones que el estudio de estas fuentes provocó, quizá, la compasión sea la más fuerte y significativa. Este concepto designa una emoción dolorosa orientada hacia el sufrimiento grave de otro, que se compone de tres pensamientos: el de gravedad, el de la no culpabilidad y el de la similitud de posibilidades. En el primero, la persona que siente compasión piensa que otra está sufriendo de un modo importante y no trivial. En el segundo, quien experimenta la compasión tiene la impresión de que el origen del padecimiento ajeno ha sido causado por algún factor del que no se puede culpar a esa persona. Y, en el tercero, quien siente compasión suele pensar que quien sufre se le parece y tiene posibilidades de vida similares a las suyas.31 Todos estos elementos confluyen en el estudio de los casos aquí realizado.
Sin duda, dar un lugar a las emociones permite construir un conocimiento más complejo y completo del significado que los seres humanos dieron a su mundo social, porque las emociones son una manera de dar significado a la vida. Dejarse afectar por la emoción en casos como los que aquí se estudian, a partir de las palabras sucintas, moderadas, cautelosas y repetitivas de quienes están en el tribunal, le permite, asimismo, al historiador proyectarse en el drama que analiza, imaginarlo y conjeturar, siempre según las fuentes que tiene ante sí.
Para reflexionar sobre las situaciones siniestras y penosas que muestran los expedientes, hay que estar preparado para ser conmovido por ellas; no se sale incólume de tal proceso.
Repertorio de la desesperación
Un repertorio es un conjunto de obras dramáticas que una persona o una compañía tienen ensayadas para representar. En el título, el término “repertorio” fue pensado como la relación de estudios de casos de suicidio, que son, de por sí, en intensidades diferentes, dramáticos. Es decir, que están relacionados con situaciones humanas conflictivas, cuya acción tiende a ser tensa, inquieta y abrumadora.
La noción de “desesperación”, por su parte, atraviesa de principio a fin la reflexión que aquí se propone. Se trata de un pecado y no de un estado psicológico específico. Para la Iglesia, quien había puesto fin a sus días había desesperado del perdón o la misericordia divina; por eso, lo excluía de la comunidad cristiana, lo cual se señalaba de forma ostensible en la negación del ritual fúnebre y de la sepultura eclesiástica.32
El corte temporal de esta investigación, 1727-1848, no solo corresponde a los límites cronológicos de los procesos analizados, el primero y el último; también comprende un periodo de tránsito de una sociedad colonial, del Antiguo Régimen, a una con rasgos más modernos. Fue escogido con la aspiración de rastrear un cambio, pero —como se verá— no hay muchas transformaciones en el discurso y en la valoración de la conducta suicida, aunque sí se nota un poco más de tolerancia, pues desaparece como delito.
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El estudio del suicidio en el mundo colonial considerará diversas variables para construir una visión más completa del fenómeno. En principio, para poder comprender, en cierta medida, el sentido de los actos y de las prácticas de autodestrucción en ese tiempo y lugar, la investigación se dedicó en el capítulo uno a la reflexión que sobre el suicidio se desarrolló entre teólogos, juristas, letrados, filósofos, médicos y moralistas en algunos momentos clave de la historia de Occidente. El cristianismo ha condenado este acto a lo largo de los tiempos; así, los sacerdotes impedían darle cristiana sepultura al suicida. ¿Cuáles fueron las razones de tal rechazo? Desde el derecho, también se le consideró un crimen. Desde el punto de vista médico, muchos estimaban que los suicidas no estaban en “sano juicio”, por lo que enviaban al suicida del lado de la anormalidad, de la patología y de la locura. Ese aparte también se detiene en la mención de los textos y corpus legislativos que abordaban la reflexión sobre el homicidio de sí mismo en los que se apoyaban los jueces y los abogados neogranadinos para argumentar en las causas que seguían. Al final, se explican las etapas que tenían los juicios criminales en la época, con el fin de ofrecer herramientas comprensivas para la narración de los casos que se presentarán en los capítulos dos y tres. Se ha considerado que, si bien las ideas sobre el suicidio que prevalecieron en los discursos presentados