El libro rojo. Карл Густав Юнг
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El libro rojo - Карл Густав Юнг страница 14
En algunas ocasiones, Jung discutió de arte con Erika Schlegel. Ella tomó nota de la siguiente conversación:
Yo llevaba mi medallón de perlas (el bordado de perlas que Sophie había hecho para mí) cuando fui a ver a Jung, ayer. Le gustó mucho, y esto lo llevó a hablar animadamente sobre arte –por casi una hora–. Se refirió a Riklin, uno de los estudiantes de Augusto Giacometti, y observó que, mientras que sus trabajos menores tenían un cierto valor estético, los más grandes sencillamente se disolvían. De hecho, [Riklin] desapareció por completo en su arte, volviéndose completamente intangible. Su obra era como una pared sobre la cual el agua hacía olas. No podía, por lo tanto analizarlo, ya que esto requería que se fuese penetrante y afilado como un cuchillo. Él había caído en el arte, por decirlo de alguna manera. Pero el arte y la ciencia no son más que sirvientes del espíritu creativo, que es el que debe ser servido.
Por lo que respecta a mi obra, también era una cuestión de dilucidar si se trataba realmente de arte. Los cuentos de hadas y las pinturas tienen un significado religioso en el fondo. Yo también sé que, de alguna manera y en algún momento, debe llegar a la gente. (113)
Para Jung, Franz Riklin parece haber sido algo así como un Doppelgänger [doble], cuyo destino estaba ansioso de evitar. Esta postura indica también la relativización que hacía Jung respecto del prestigio del arte y la ciencia, a la que había llegado mediante su autoexperimentación.
De este modo, la realización del Liber Novus no era en absoluto una actividad peculiar e idiosincrática, ni el producto de una psicosis. Más bien es una señal del cercano cruce entre experimentación psicológica y artística con el cual muchos individuos están comprometidos en esta época.
EL EXPERIMENTO COLECTIVO
En 1915 Jung mantuvo una prolongada correspondencia con su colega Hans Schmid sobre el problema de la comprensión de los tipos psicológicos. Este intercambio epistolar no da indicios directos de la autoexperimentación de Jung, y muestra que las teorías que desarrollaba durante este período no procedían exclusivamente de su imaginación activa, sino que en parte también se trataba de teorizaciones psicológicas convencionales. (114) El 5 de marzo de 1915, Jung le escribió a Smith Ely Jeliffe:
Aún estoy con el ejército en un pequeño pueblo donde tengo mucho trabajo práctico y cabalgatas... Hasta que tuve que unirme al ejército viví tranquilamente y dediqué mi tiempo a mis pacientes y a mi trabajo. Estaba trabajando especialmente acerca de dos tipos de psicología y acerca de la síntesis de las tendencias inconscientes. (115)
Durante sus autoexploraciones, experimentó estados de confusión. Recuerda que experimentaba un gran temor, y algunas veces debía agarrarse a la mesa para mantenerse en pie, (116) y “estaba frecuentemente tan agitado que debía eliminar las emociones por medio de prácticas de yoga. Pero como mi meta era experimentar acerca de lo que estaba sucediendo dentro de mí, lo practicaba sólo hasta que lograba calmarme y podía retomar el trabajo con lo inconsciente nuevamente”. (117)
Recordó más tarde que Toni Wolff se había visto impelida a experimentar el mismo proceso por el que él estaba pasando, y que experimentó un flujo de imágenes similar. Jung se dio cuenta de que podía discutir sus experiencias con ella, pero ella estaba desorientada y en medio de la misma confusión. (118) Del mismo modo, su esposa era incapaz de ayudarlo en este sentido. Es por eso que escribe: “Si fui capaz de soportar todo eso fue por una cuestión de fuerza bruta”. (119)
El Club Psicológico había sido fundado a comienzos de 1916 gracias a una donación de 360.000 francos suizos de Edith Rockefeller McCormick, quien había viajado a Zürich para ser analizada por Jung en 1913. En sus inicios tenía aproximadamente sesenta miembros. Para Jung, el objetivo del Club era estudiar las relaciones de los individuos con el grupo, y proveer de un escenario natural para la observación psicológica que superara las limitaciones del análisis uno a uno, así como también valiera como lugar de encuentro donde los pacientes pudiesen aprender a adaptarse a situaciones sociales. Al mismo tiempo, un cuerpo de analistas profesionales continuaba reuniéndose en la Asociación para la Psicología Analítica. (120) Jung participaba de lleno en estas dos organizaciones.
La autoexperimentación de Jung también anunció un cambio en su trabajo analítico. Alentaba a sus pacientes a embarcarse en procesos similares de autoexperimentación. Los pacientes eran instruidos sobre cómo llevar a cabo procesos de imaginación activa, sostener diálogos internos, y pintar sus fantasías. Tomó sus propias experiencias como paradigmáticas. En el seminario de 1925 acotó: “Obtuve todo mi material empírico de mis pacientes, pero la solución del problema la obtuve de lo interior, de mis observaciones de los procesos inconscientes”. (121)
Tina Keller, que había estado analizándose con Jung desde 1912, recuerda que él “frecuentemente hablaba de sí mismo y sus propias experiencias”:
En aquellos primeros días, cuando uno llegaba para la hora de análisis, el así llamado ‘libro rojo’ estaba frecuentemente abierto en un caballete. El Dr. Jung había estado pintando en él o acababa de terminar una pintura. Algunas veces me mostraba qué había hecho y comentaba al respecto. El trabajo cuidadoso y preciso que ponía en esas imágenes y en el texto iluminado que las acompañaban eran un testimonio de la importancia de este emprendimiento. El maestro le mostraba así al alumno, que el desarrollo psíquico es merecedor de tiempo y esfuerzo. (122)
En sus análisis con Jung y Toni Wolff, Keller llevaba adelante procesos de imaginación activa y también pintaba. La confrontación de Jung con lo inconsciente, lejos de ser un esfuerzo solitario era colectivo; conducía a sus pacientes junto con él. Aquellos que rodeaban a Jung constituían un grupo de vanguardia comprometido en un experimento social que, esperaban, transformara sus vidas y las de aquellos que los rodeaban.
EL REGRESO DE LOS MUERTOS
En medio de la carnicería sin precedentes de la guerra, el tema del regreso de los muertos se había esparcido, tal como en la película de Abel Gance J’accuse. (123) El número de víctimas condujo también a un renacimiento del interés en el espiritismo. Después de casi un año, Jung comenzó a escribir nuevamente en los Libros negros, en 1915, con una nueva serie de fantasías. Ya había completado el borrador manuscrito del Liber Primus y del Liber Secundus. (124) A comienzos de 1916, experimentó una llamativa serie de eventos parapsicológicos en su casa. En 1923, narró estos eventos a Cary de Angulo (más tarde Baynes). Ella lo recuerda como sigue:
Una noche tu hijo comenzó a delirar en sueños y a agitarse diciendo que no podía despertar. Finalmente tu esposa tuvo que llamarte para que lo callases y sólo pudiste conseguirlo poniéndole paños fríos –finalmente se calmó y se durmió–. A la mañana siguiente se despertó sin recordar nada, pero parecía absolutamente exhausto, así que le dijiste que no fuera a la escuela, él no preguntó por qué pero parecía darlo por sentado. Pero, inesperadamente, pidió papel y lápices de colores y se puso a trabajar para hacer la siguiente imagen: un hombre estaba pescando peces con anzuelo y línea en medio del dibujo. A la izquierda estaba el Diablo diciéndole algo al hombre, y tu hijo escribió abajo lo que decía. Sucedía que había venido por el pescador porque estaba pescando sus peces, pero a la derecha había un ángel que decía: “No, tú no te llevarás a este hombre, él sólo se lleva los peces malos y ninguno de los buenos”. Entonces, luego de hacer esa pintura, tu hijo se quedó muy contento. La misma noche, dos de tus hijas creyeron haber visto fantasmas en sus habitaciones.