El libro rojo. Карл Густав Юнг
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Mientras estaba ocupado en esta actividad autoanalítica, continuaba desarrollando sus investigaciones teóricas. En el Congreso Psicoanalítico de Münich, en septiembre de 1913, dio una charla acerca de los tipos psicológicos. Sostuvo que había dos movimientos básicos de la libido: extraversión, que orienta los intereses del sujeto hacia el mundo exterior, e introversión, en la cual los intereses del sujeto están dirigidos hacia el interior. De acuerdo con ello, propuso dos tipos de personas, cada uno de los cuales se caracterizaba por la predominancia de una de estas tendencias. Las psicologías de Freud y Adler eran ejemplos del hecho de que las psicologías frecuentemente toman lo que es verdadero para su tipo como lo válido en general. De aquí que lo que se requería era una psicología que hiciera justicia a ambos tipos. (40)
Al mes siguiente, durante un viaje en tren hacia Schaffhausen, Jung experimentó una visión –que se repitió dos semanas después en el mismo trayecto– de Europa siendo devastada por una catastrófica inundación. (41) Al referirse a esta experiencia en 1925, comentó: “Yo podría ser comparado a Suiza cercada por montañas, y la inmersión del mundo, con los restos de mis relaciones anteriores”. Esto lo llevó al siguiente diagnóstico de su condición: “Pensé para mí mismo: ‘Si esto significa algo, es entonces que estoy extraviado y sin esperanzas’ ”. (42) Luego de esta vivencia, Jung temió volverse loco. (43) Recordó que primero pensó que las imágenes de la visión indicaban una revolución, pero ello le resultaba inconcebible, concluyó que estaba “amenazado por una psicosis”. (44) Después de eso, tuvo una visión similar:
En el invierno siguiente estaba yo una noche junto a la ventana y miraba hacia el norte, allí vi un brillo color rojo sangre, como un destello del mar visto desde lejos extendiéndose desde el este al oeste sobre el horizonte septentrional. Y en aquel momento alguien me preguntó qué pensaba acerca del futuro próximo del acaecer del mundo. Yo dije que no pensaba nada, pero que veía sangre, torrentes de sangre. (45)
En los años inmediatamente anteriores al estallido de la guerra, una imaginería apocalíptica se extendió en las artes y la literatura europeas. Por ejemplo, en 1912, Wassily Kandinsky escribió acerca del arribo de una catástrofe universal. Entre 1912 y 1914 Ludwig Meidner pintó una serie de obras conocidas como los paisajes apocalípticos, con escenas de ciudades destruidas, cadáveres y caos. (46) La profecía estaba en el aire. En 1899, la famosa médium norteamericana Leonora Piper predijo que, en el siglo venidero, habría una guerra terrible en diferentes partes del mundo, que lo limpiaría y que revelaría las verdades del espiritismo. En 1918, Arthur Conan Doyle, espiritista y autor de los relatos de Sherlock Holmes, interpretó todo aquello como profético. (47)
En las reflexiones de Jung en el Liber Novus sobre la visión en el tren, la voz interna dice que lo que aquella visión representaba se volvería completamente real. Inicialmente él interpretó esto de manera subjetiva y prospectiva, esto es, como una representación de la inminente destrucción de su mundo. Su reacción a esta experiencia fue llevar a cabo una investigación psicológica de sí mismo. En esa época, la autoexperimentación era utilizada tanto en Medicina como en psicología. La introspección era una de las principales herramientas de la investigación psicológica.
Jung se dio cuenta de que Transformaciones y símbolos de la libido “podía ser tomado como yo mismo y que su análisis conduce inevitablemente a un análisis de mis propios procesos inconscientes”. (48) Él había proyectado su material en el de Miss Frank Miller, a quien nunca había conocido. Hasta ese momento, Jung había sido un pensador activo y había tenido aversión por la fantasía: “como una forma de pensamiento –así opinaba– era totalmente turbia, una suerte de relación incestuosa e inmoral desde un punto de vista intelectual”. (49) Pero entonces, en cambio, se dedicó a analizar los productos de su propia imaginación, tomando cuidadosa nota de todo, para lo cual debió superar una considerable resistencia: “Permitir que hubiera fantasía en mí mismo tuvo el mismo efecto que el que se produciría en un hombre que llegara a su puesto de trabajo, encontrase todas las herramientas volando alrededor y las viera hacer cosas independientemente de su voluntad”. (50) Al analizar estas fantasías, Jung comprendió, estaba estudiando la función de la mente que creaba los mitos.
Jung echó mano de su libreta marrón, abandonada desde 1902, y comenzó a escribir en ella. (51) Anotó sus estados internos en metáforas, tales como estar en un desierto con un sol insoportablemente caliente (es decir, la consciencia) (52). En el seminario de 1925 recordó que se le había ocurrido que podía escribir sus reflexiones en una secuencia. Estaba “escribiendo material autobiográfico, pero no como una autobiografía”. (53) Desde los tiempos de los diálogos platónicos en adelante, la forma dialógica ha sido un género destacado en la Filosofía occidental. En 387 d. C., San Agustín escribió sus Soliloquios, que exponen un largo diálogo entre el propio Agustín y la ‘Razón’ que lo instruye. Estos comienzan con las siguientes líneas:
Andando yo largo tiempo ocupado en muchos y diversos problemas, y tratando con empeño durante muchos días de conocerme a mí mismo, lo qué debo hacer y qué he de evitar, de improviso vínome una voz, no sé si de mí mismo o de otro, desde fuera o dentro (porque esto mismo es lo que principalmente quiero esclarecer); (54)
Mientras que Jung escribía en el Libro negro 2:
“¿Qué es lo que estoy haciendo? Seguro que no es ciencia, ¿qué es?”. Entonces una voz me dijo: “Es arte”. Esto me provocó la impresión más curiosa que se pueda concebir, pues no me parecía en lo más mínimo que lo que yo estaba escribiendo fuese arte. Entonces sostuve: “Quizá mi inconsciente esté formando una personalidad que no soy yo, pero que a toda costa quiere llegar a expresarse”. No sabía exactamente por qué, pero sabía con seguridad que la voz que me había acabado de decir que mi escritura era arte provenía de una mujer. [...] Pues bien, le dije muy enfáticamente a esta voz que lo que yo hago no es arte y sentí crecer una gran resistencia en mí. Mientras tanto ninguna voz tuvo éxito, y yo continué escribiendo. Luego experimenté otro sobresalto como el primero: “Eso es arte”. Esta vez la pude asir y respondí: “No, no lo es”, y aguardé una pelea. (55)
Jung pensó que esta voz era ‘el alma en sentido primitivo’, a la que llamó el anima (la palabra latina para alma). (56) Afirmó que “al disponer todo este material para su análisis, estoy, en efecto, escribiéndole cartas a mi anima, como una parte en mí que adopta un punto de vista diferente del mío. Recibí respuestas de una nueva índole –estaba en análisis con un espíritu y una mujer”. (57) Recordó retrospectivamente que esa era la voz de una paciente neerlandesa con quien tuvo trato entre 1912 y 1918. La mujer había persuadido a un colega psiquiatra de que era un artista incomprendido. Pensaba que lo inconsciente era arte, pero Jung respondió que era naturaleza. (58) He sostenido previamente que la persona en cuestión –la única mujer neerlandesa en el círculo de Jung en esos tiempos– era Maria Moltzer, y que el psiquiatra era el amigo y colega de Jung Franz Riklin, que fue abandonando crecientemente el psicoanálisis por la pintura. En 1913, se convirtió en alumno de Augusto Giacometti, el tío de Alberto Giacometti, y se volvió un importante pintor abstracto temprano por derecho propio. (59)
La entrada del diario que corresponde a noviembre en Libro negro 2 describe la sensación de Jung respecto del regreso a su alma. Vuelve a contar los sueños que lo llevaron a optar por una carrera científica y los recientes sueños que lo retrotrajeron a su alma. Tal como recuerda en 1925, este primer período de escritura llegó a su fin en noviembre: “Ya que no sabía que vendría después, pensé que quizás se necesitaba más introspección... Diseñé un método muy aburrido fantaseando que estaba cavando un pozo, y aceptando esta fantasía como perfectamente real”. (60) El primero de tales experimentos tuvo lugar el 12 de diciembre de 1913. (61)
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