Libertad para Belén. Soledad Deza
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Me explica que hay una chica acusada de aborto y también de homicidio. Me cuenta que el juicio durará 2 días nada más y que está preocupada por los límites del secreto profesional. le cuento cómo funciona y nos despedimos.
Un par de horas más tardes, me llama otra vez. “Doctora, yo no sé si le dije que este caso es de hace dos años” me dice. Primera señal de alerta. no, le contesto. “Doctora hay una chica presa” me dice en voz baja. Estaba muy apesadumbrada me pareció. Nunca la conocí.
Eso era un miércoles. al día siguiente declaró el equipo de salud. El viernes no hubo juicio. cuarto intermedio hasta el lunes: alegatos y sentencia, según pude averiguar en tribunales.
El sábado me fui a la cárcel a ver si daba con la chica que estaba presa por un aborto. todavía no era Belén.
No me permitieron entrar ese sábado. Yo no la conocía y ella debía autorizarme a verla. le pido a la oficial que estaba de guardia le entregue mi tarjeta y le diga que quiero ayudarla. insisto, pero nada.
A la tarde recibo una llamada. Es su mamá. Está desesperada. Me cuenta que le dijeron que a su hija “le darían perpetua”. Me pide vaya al día siguiente y hable con ella en el Penal. Me estará esperando.
Foto APA
Mi encuentro con Belén
17 de abril. Mañana lluviosa y fría. En la cárcel más frío aún.
Me presento, dejo mi cartera como lo haría de ahí en más en todas las oportunidades y espero en una salita improvisada para visitas. Espero unos minutos. aparece Belén.
Nos abrazamos, ella llora. Está desesperada. No habla casi, solo llora.
Le cuento quién soy, qué hago, que pertenezco a católicas por el Derecho a Decidir, que queremos ayudarla. Le cuento de “María Magdalena”, un caso similar del año 2012 en el que la Justicia absolvió por violación de secreto profesional a una joven tucumana que fue acusada de aborto por sus médicas. le explico que quienes la atendieron en el Hospital tenían la obligación de cuidarla. le hablo de la confidencialidad. Le hablo mucho. Ella llora y se tapa la cara. Me dice que no da más. Extraña a su familia.
Se calma. Me cuenta que está presa desde hace más de dos años y que los médicos dijeron cosas horribles de ella el jueves pasado en el “juicio”. Que la acusaban de cosas que ella no había hecho. Vuelve a llorar: “¿Cómo van a pensar que yo hice algo así?”. Yo le agarro la mano y lloramos las dos.
Le pregunto qué pruebas hay. Me mira sorprendida y me contesta que nunca vio su causa. Que nunca leyó un escrito de su expediente. Solo vio una vez a su abogada Defensora de oficio y la recuerda mal, le pedía que se haga cargo de lo había hecho. Me cuenta que le pidió que se fuera.
Pasan 3 horas sin que nos demos cuenta. Sin que yo al menos me dé cuenta. Me pide que tome su defensa, pero le explico que no leí el expediente y al ser día de alegato, no podría defenderla. Le aseguro que estaré ahí para acompañarla. Ella le hablará mañana a los Jueces me dice. Yo le digo que esté tranquila que todo se va arreglar y que habrá justicia para ella.
Subo a mi auto y manejo automáticamente bajo la llovizna que no para. Pienso con pesar que es muy común hablar de la deshumanización de la relación médico-paciente, este caso transparente de falta de humanidad. Pero ¿Qué pasa con la relación abogado-cliente? ¿En qué momento asumimos que los operadores del derecho pueden deshumanizarse y eso no está mal? Una persona enjuiciada que no conoce las pruebas que hay en su contra y que no ha leído una sola presentación que se ha hecho en su nombre es la viva imagen de una puerta “minúscula” de acceso a la justicia.
Después las dos recordaríamos muchas veces ese día con cariño. Ella me imita: “Hoooola” y abre los brazos, parece que así me presenté yo.
El día de los Alegatos: sorpresas para todos y todas
Lunes 18 de abril de 2.016. Son las 10. Conozco a una de sus hermanas y a dos tías. Nadie más se encuentra en la Sala de Juicio.
Llegan puntuales los Jueces: Dante Ibáñez, Fabián Fradejas y Rafael Macoritto. Está el Fiscal Carlos Sale. Está Belén esposada y su custodia penitenciaria se ubica a su lado. Están esperando que llegue su Defensora. Todos la esperamos, no sólo Belén. Media hora después, el Presidente del tribunal se muestra muy molesto -como no estarlo- y pide a su Secretario busque urgente a la Dra. Norma Bulacios. “No es posible esta demora, estamos todos esperando a ella” dice a viva voz el Dr. Ibáñez.
La Defensora aparece al rato y pide disculpas. Comienza su alegato y argumenta que Belén “estaba en estado de shock”. Se queja que no le permitieron hacer una prueba de “junta médica” para probarlo. Pasa por alto sin ni siquiera mencionar que su Defendida negó haber cometido el deli-to que se le imputaba. la Defensora habla de “estado puerperal”. nada dice sobre las contradicciones de las pruebas documentales que se recolectaron en la etapa de investigación. Y promediando el final de su exposición monocorde sobre un estado de ánimo, como una especie de posdata, la Dra. norma Bulacios lanza al tribunal su última frase “y además, no hay ADN”.
Belén me mira. Yo la miro. Siento que cada vez entiendo menos.
Hace su alegato el Fiscal. De sus dichos sólo me parece importante registrar que citó la “convención americana Belem do Pará” como instrumento para proteger la vida del feto. A partir de ese solo dato, creo que todo sobre abundaría a la hora de describir la exposición y la mirada del caso que presentó el Fiscal Sale.
Finalmente habló Belén en su juicio:
“Antes que nada, le quiero decir que yo no sabía que estaba embarazada, no me pueden decir que yo cometí semejante atrocidad. ¿Cómo pueden decir que corté el cordón? Es imposible cortar un cordón, presencié el parto de mi sobrino. Me pusieron un calmante por una vía; y cuando me despierto, estaba llena de sangre, un empleado policial me estaba mirando mis partes. ¿Dónde hay un ADN que diga que es mi hijo? me sentí dos años de mi vida lejos de mi familia; estuve cinco días internada en el Hospital ¿y dicen que hice eso? Yo no hice daño a nadie, ellos no me preguntaron si como estaba o si necesitaba ayuda. Las psicólogas se arrimaron, cuando me llevaron a la sala de parto no me cuidaron, después entró una empleada y me empezó a tratar mal como si fuera una asesina, me acusan sin pruebas. ¿Dónde están las pruebas que digan que soy una asesina, como piensan que soy? Yo necesito estar con mi familia, desde el primer día me alejaron. Yo, lo único que pido, no soy ninguna asesina. Yo no maté a nadie, estoy mal, pido que me tengan piedad, estoy destrozada. Ver a mi mamá que se va del penal, a mi sobrino, ¿Cómo piensan que yo voy a matar a alguien? Nunca hice daño a nadie, es injusto lo que están haciendo, es injusto lo que dicen de mí, ellos no saben cómo estoy yo. Lo único que les pido es que tengan piedad, yo jamás maté a nadie, no me pueden acusar de semejante cosa. Denme la oportunidad de estar con mi familia. No aguanto más, No doy más.”
Ella vuelve llorando a su lugar, se da vuelta y mira a su hermana que también llora. Los Jueces dicen que pasarán a cuarto intermedio hasta el día siguiente y dictarán recién sentencia.
La verdadera sorpresa no fue constatar que la Defensora oficial de Belén no daba muestras de conocer el expediente. tampoco fue una verdadera sorpresa la ignorancia del Fiscal