El Imperialismo, fase superior del capitalismo. V. I. Lenin

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El Imperialismo, fase superior del capitalismo - V. I. Lenin Cuadernos de Octubre

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Hyndman, Gompers, etc.). Por eso, no es un hecho casual que los “kautskistas” de todo el mundo se hayan unido hoy, práctica y política­mente, a los oportunistas más extremos (a través de la II Internacional o Internacional amarilla) y a los gobiernos burgueses (a través de los gobiernos de coalición burgue­ses con participación socialista).

      El movimiento proletario revolucionario en general, que crece en todo el mundo, y el movimiento comunis­ta en particular, no puede dejar de analizar y desenmas­carar los errores teóricos del “kautskismo”. Esto es tanto más necesario cuanto que el pacifismo, y el “democratis­mo” en general -que no tienen pretensiones de marxis­mo, pero que, enteramente al igual que Kautsky y Cía., disimulan la profundidad de las contradicciones del im­perialismo y la inevitabilidad de la crisis revolucionaria engendrada por éste- son corrientes que se hallan toda­vía extraordinariamente extendidas por todo el mundo. La lucha contra tales tendencias es el deber del parti-do del proletariado, que debe arrancar a la burguesía los pequeños propietarios que ella engaña y los millones de trabajadores cuyas condiciones de vida son más o menos pequeño-burguesas.

      V

      Se encuentra precisamente en el parasitismo y en la des­composición del capitalismo, inherentes a su fase histórica superior, es decir, al imperialismo. Como lo demostramos en este libro, el capitalismo ha destacado ahora una posi­ción privilegiada a un puñado (menos de una décima parte de la población de la tierra, menos de un quinto, calcu­lando “con generosidad”) de Estados particularmente ricos y poderosos, que saquean a todo el mundo con el simple “recorte del cupón”. La exportación de capital da ingresos que se elevan a ocho o diez mil millones de francos anua­les, de acuerdo con los precios de antes de la guerra y se­gún las estadísticas burguesas de entonces. Naturalmente, ahora eso representa mucho más.

      Es evidente que una superganancia tan gigantesca (ya que los capitalistas se apropian de ella, además de la que exprimen a los obreros de su “propio” país) permite co­rromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera. Los capitalistas de los países “adelan­tados” los sobornan, y lo hacen de mil maneras, directas e indirectas, abiertas y ocultas.

      Esta capa de obreros aburguesados o de “aristocracia obrera”, completamente pequeños burgueses en cuan­to a su manera de vivir, por la magnitud de sus salarios y por toda su mentalidad, es el apoyo principal de la II Internacional, y, hoy día, el principal apoyo social (no mi­litar) de la burguesía. Pues éstos son los verdaderos agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero, los lu­gartenientes obreros de la clase capitalista (labour lieute­nants of the capitalist class), los verdaderos portadores del reformismo y del chovinismo. En la guerra civil entre el proletariado y la burguesía se ponen inevitablemente, en número no despreciable, al lado de la burguesía, al lado de los versalleses contra los comuneros. Sin haber com­prendido las raíces económicas de ese fenómeno, sin ha­ber alcanzado a ver su importancia política y social, es imposible dar el menor paso hacia la solución de las ta­reas prácticas del movimiento comunista y de la revolu­ción social que se avecina.

      El imperialismo es el preludio de la revolución social del proletariado. Esto ha sido confirmado, en una esca­la mundial, desde 1917.

      N. Lenin

      6 de julio de 1920

      6 E1 presente prólogo fue publicado por primera vez, bajo el título de El imperialismo y el capitalismo, en el N° 18 de la revis­ta La Internacional Comunista, correspondiente al mes de octubre de 1921. (Ed.)

      7 En esta edición no se incluye. (Ed.)

      8 Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, parti-do centrista fundado en abril de 1917. Lo fundamental en él era la organización kautskiana “Confraternidad del Trabajo”. Los “in­dependientes” propugnaban la “unidad” con los socialchovinistas descarados, a los cuales justificaban y defendían, y reivindica­ban el abandono de la lucha de clases. El Partido Socialdemócrata Independiente se escindió en octubre de 1920, en el Congreso de Halle. Una parte considerable de él se fundió en diciembre de 1920 con el Partido Comunista de Alemania. Los elementos derechis­tas formaron su partido, al que dieron el viejo nombre de Partido Socialdemócrata Independiente; éste subsistió hasta 1922. (Ed.)

      9 Espartaquistas, miembros de la unión Espartaco, que se formó durante la Primera Guerra Mundial. Al comenzar la conflagración, los socialdemócratas alemanes de izquierda formaron el grupo Internacional, que dirigían K. Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin y otros, grupo que empezó a llamarse también unión Espartaco. Los espartaquistas mantuvieron entre las masas la propaganda revolucionaria contra la guerra imperialista, denunciando la política rapaz del imperialismo alemán y la traición de los jefes de la socialdemocracia. Pero los espartaquistas, los alemanes de izquierda, no estaban exentos de de errores semimencheviques en importantísimos problemas de la teoría y la política: fomentaban la teo­ría semimenchevique del imperialismo, impugnaban el principio de la libre determinación de las naciones en su interpretación marxista (es decir, hasta la separación y la formación de Estados independien­tes), negaban la posibilidad de las guerras de liberación nacional en la época del imperialismo, no estimaban suficientemente el papel del partido revolucionario y se inclinaban ante la espontaneidad del mo­vimiento. La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura del marxismo y sobre el “economismo imperialista”, y otros. En 1917, los espartaquistas ingresaron en el partido centrista de los “independientes” sin perder su autonomía en materia de organiza­ción. Después de la revolución alemana de noviembre de 1918, los espartaquistas rompieron con los “independientes” y en diciembre del mismo año fundaban el Partido Comunista de Alemania. (Ed.)

      Durante los últimos quince o veinte años, sobre todo después de la guerra hispanoamericana (1898) y de la an­glo-boer (1899-1902), la literatura económica, así como la política, del Viejo y del Nuevo Mundo, consagra una atención creciente al concepto de “imperialismo” para ca­racterizar la época que atravesamos. En 1902, apareció en Londres y Nueva York la obra del economista inglés

      J. A. Hobson, El imperialismo. El autor, que está situado en el punto de vista del socialreformismo y del pacifismo burgueses -punto de vista que coincide, en el fondo, con la posición actual del ex-marxista K. Kautsky- hace una descripción excelente y detallada de las particularidades económicas y políticas fundamentales del imperialismo. En 1910, se publicó en Viena la obra del marxista aus­tríaco Rudolf Hilferding, El capital financiero (traducción rusa: Moscú 1912). A pesar del error del autor en la cues­tión de la teoría del dinero y de cierta tendencia a conci­liar el marxismo con el oportunismo,

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