Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921). Alexandra Kollontay

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Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921) - Alexandra Kollontay Biblioteca 8 de marzo

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previa del arte. Y recogían hierbas y conocían sus propiedades medicinales; nuestras madres primitivas fueron los primeros médicos. Esta prehistoria se conserva en leyendas y creencias populares. En Grecia, cultura que alcanzó su esplendor hace dos mil años, era considerado como el primer médico no el dios pagano Esculapio, sino su madre Coronis. Anteriormente Hécate y Diana se consideraron como diosas de la medicina y para los antiguos vikingos lo era la diosa Eir. Aun hoy todavía encontramos con frecuencia en aldeas apartadas ancianas que pasan por especialmente sabias y a las que incluso se les atribuye virtudes mágicas. El saber de nuestras madres primitivas no era accesible a sus maridos porque éstos se encontraban constantemente de caza o en campañas guerreras o realizando otras actividades que exigían fortaleza muscular extraordinaria y sencillamente no tenían tiempo para pensar y para observar pacientemente. Por eso no les era posible recoger y transmitir experiencias valiosas sobre la forma de ser de la naturaleza. “Vedunja”, hechicera, se deriva de “vedatj”, saber. Por lo tanto, la sabiduría de aquel tiempo era un atributo de la mujer, que era respetada y temida por el hombre. Por eso la mujer, en la época del comunismo primitivo —la aurora de la humanidad—, no sólo se equiparaba al hombre, sino que incluso era superior por razón de una serie de hallazgos y descubrimientos útiles para toda la humanidad y que hacían progresar el desarrollo económico y social. En determinados períodos de la historia de la humanidad ha tenido, por tanto, la mujer en el desarrollo de las ciencias y de las artes un papel notoriamente más importante que el que le reconoce hoy la ciencia burguesa cargada de prejuicios. Así por ejemplo, los antropólogos que se dedican al estudio de la génesis de la humanidad han silenciado el papel que debe de haber desempeñado la hembra en el proceso de desarrollo de nuestros progenitores simioides para convertirse en seres humanos. Estos tienen que agradecer a la hembra el andar de pie, erguidos, por consiguiente el pasar de cuadrúpedos a bípedos. Porque en situaciones en que nuestra antecesora cuadrúpeda tenía que resistir ataques de enemigos, aprendió a defenderse con un brazo, mientras con el otro sujetaba a su hijo que se le agarraba al cuello. Pero esta exigencia sólo la podía cumplir andando medio erguida, lo que por otro lado fomentaba el desarrollo del cerebro humano. Sin embargo, fue muy caro el precio que la mujer pagó por ello, porque el cuerpo de la hembra no era apropiado para andar de pie. En nuestros parientes, los monos, los dolores de parto son absolutamente desconocidos. La historia de Eva que cogió la fruta del árbol de la ciencia y por eso fue condenada a parir sus hijos con dolor tiene, por lo tanto, un fondo histórico.

      Pero ahora vamos a examinar el papel de la mujer en la economía de la tribu dedicada a la agricultura algo más concretamente. Al principio, el producto del cultivo de la tierra no bastaba para la alimentación de los miembros de la tribu y por ello continuaban con la caza; y esto produjo una división natural del trabajo: la porción sedentaria, por lo tanto las mujeres, se hizo cargo de la agricultura, mientras los hombres seguían yendo a cazar o a la guerra, es decir, a saquear los poblados vecinos. Sin embargo, como el cultivo de la tierra resultaba más productivo que la caza y los rendimientos eran más apreciados por los miembros del clan que los extraordinariamente arriesgados de la caza y la rapiña, comenzó a contar el clan con la agricultura como base para sus cálculos económicos. ¿Quién era en este período de la economía basada en el cultivo de la tierra el principal productor? ¡Las mujeres! Por eso era natural que el clan las respetara y valorara muy alto su trabajo. Incluso en nuestros días hay un clan dedicado a la agricultura en África Central, los “balondas”, en el que la mujer es el miembro más “apreciado” por la colectividad. El conocido explorador y viajero inglés Livingstone informaba: “Las mujeres están representadas en el consejo de ancianos; los futuros esposos tienen que trasladarse a vivir a la aldea de su futura consorte. Al ultimar el contrato de matrimonio se obliga el marido a cuidar de su suegra hasta que muera; sólo la mujer tiene derecho a pedir el divorcio, tras el cual todos los hijos quedan en su poder. Sin permiso de su esposa no puede el marido obligarse de ninguna forma con terceros, aunque esas obligaciones sean de poca monta”. Los hombres casados no se resisten porque se han conformado con su situación. Las casadas castigan a sus maridos díscolos con palos y bofetadas o dejándolos sin comer. Todos los miembros de la comunidad están obligados a obedecer a quienes gozan de “la estimación general”. Livingstone dice que en el clan “balonda” se practica una indudable “ginecocracia”, es decir, el predominio o mando de la mujer. Y sin embargo este clan no es una excepción. También afirman otros investigadores que en aquellos clanes africanos donde la mujer cultiva la tierra, siembra, construye viviendas y lleva vida activa, no sólo es completamente independiente, sino también superior en inteligencia al hombre. Los varones de estos clanes se dejan alimentar por sus esposas y se afeminan y hacen flojos; “ordeñan las vacas y chismorrean”; así lo han referido innumerables investigadores.

      La época primitiva nos ofrece bastantes ejemplos de predominio femenino. En parte, en los clanes femeninos la filiación de los hijos se determinaba no por la línea paterna, sino por la materna. Y allí donde se ha establecido la propiedad privada heredan las hijas y no los hijos. Residuos de este sistema de derecho los encontramos aún hoy día en determinados pueblos de las montañas caucásicas.

      La autoridad de la mujer en los clanes agrícolas creció constantemente. Era ella la que conservaba y defendía los usos y costumbres, lo que en consecuencia quiere decir que era el legislador más importante. La observancia de estos usos y costumbres era en absoluto de necesidad vital porque sin ellos habría sido extraordinariamente difícil inducir a todos los miembros del clan al cumplimiento de las decisiones que afectaban a las tareas económicas. Los seres humanos de aquel tiempo no estaban en condiciones de que les explicaran, lógica y científicamente, por qué habían de sembrar y cosechar en un momento determinado. Por eso era mucho más sencillo decirles: “Entre nosotros impera esta costumbre, creada por nuestros antepasados, por eso debemos hacerlo así y el que no lo observe es un delincuente”. La conservación de esos usos y costumbres era misión de las ancianas más viejas de la aldea, de las mujeres y madres con experiencia de la vida.

      La división del trabajo en los clanes que se dedicaban tanto a la caza como a la agricultura contribuyó a que las mujeres que permanecían en los poblados para la producción y la economía, desarrollaran su inteligencia y capacidad de observación; mientras los hombres, a causa de sus tareas de caza y guerra endurecían sus músculos y aumentaban su habilidad y fuerza física. En esta fase de desarrollo, la mujer era intelectualmente superior al hombre y tenía, naturalmente, la situación rectora, el matriarcado.

      No podemos olvidar que en aquel tiempo no podían hacer reservas de víveres. Por eso las manos eran “la fuerza de trabajo viva” y la fuente natural del bienestar. La población crecía lentamente porque el número de nacimientos era bajo y por esa razón la maternidad era muy estimada, y por ella alcanzaba la mujer el puesto de honor en el clan primitivo. El bajo número de los nacimientos se explica en parte por los incestos y los matrimonios entre parientes. Como es bien sabido, el matrimonio entre consanguíneos disminuye la cifra de hijos y con ello el desarrollo de la familia.

      Durante el período de caza y recogida de frutos, la magnitud de la reserva de mano de obra no jugaba ningún papel; por el contrario, tan pronto como una tribu crecía demasiado en número se presentaban dificultades de abastecimiento. Todo el tiempo en que la humanidad se sustentó con los frutos recogidos y con el producto ocasional de la caza, el papel de madre en la mujer no se apreciaba, por tanto, especialmente. Los niños y ancianos eran una carga pesada. Se intentaba quitarlos de encima de la manera que fuese y se llegó a comerlos lisa y llanamente. Sin embargo aquellas tribus que se alimentaban del trabajo productivo, esto es, que practicaban la agricultura, necesitaban trabajadores. En esos núcleos alcanzó la mujer una nueva significación, la de que era quien producía la nueva fuerza de trabajo: los niños. La maternidad fue venerada religiosamente. En muchas religiones paganas el dios de mayor categoría es de sexo femenino, como, por ejemplo, la diosa Isis en Egipto y Gea en Grecia, es decir, la Tierra que en aquella época primitiva se consideraba la fuente de toda vida.

      Bachofen, conocido por sus investigaciones sobre el matriarcado, ha demostrado que lo femenino dominaba sobre lo masculino en las religiones de los tiempos antiguos, lo que revela la importancia de la mujer en aquellos pueblos. La tierra

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