Claudio Magris. Domingo Sánchez-Mesa Martínez (Ed.)

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Claudio Magris - Domingo Sánchez-Mesa Martínez (Ed.) monografías

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se van produciendo los cambios («debemos ser los guardianes de la metamorfosis», nos decía Elías Canetti, uno de los autores mejor comprendidos por el autor de Microcosmos). Entre Nietzsche y Dostoievski (a los que dedica páginas imprescindibles, «El hombre del subsuelo», en Utopía y desencanto), Claudio Magris localiza un dilema que se le antoja clave en esta coyuntura: combatir el nihilismo o bien llevarlo hasta sus últimas consecuencias. No olvidemos el horizonte abierto por el 1989, año en que se «descongela la Historia» y entramos en una espiral o bucle de alternativa aceleración y regresión que torna ridícula la famosa frase y visión sobre el «fin de la historia». Byung-Chul Han lo ha explicado en términos de acronía, desorientación o pérdida de la fuerza de la gravedad, «que marca la trayectoria de las cosas».2 La pérdida de sentido del tiempo hoy se debería a la ausencia de gravitación, causante de la misma atomización de la que hablaba Magris hace treinta años.

      Es evidente, por otra parte, la coherencia y firmeza con las que Magris se plantea el problema de los valores en la contemporaneidad. En absoluto complaciente con las piruetas estilísticas y los hermetismos más o menos gratuitos, entiende su labor como un conjunto orgánico en el que parte del trabajo es la función crítica, la reacción independiente respecto a los acontecimientos sociales y políticos que le rodean. Preguntado recurrentemente por la función de los intelectuales hoy, Magris ha confesado su desconfianza hacia una supuesta «casta de mandarines especializados de la cultura», que el ciudadano suele identificar con los filósofos o los escritores. Para el autor triestino estas actividades no son garantía de un conocimiento adecuado del mundo, y por tanto de la capacidad de ejercer la crítica sobre el mismo.

      Ya en dos de sus libros de ensayos más influyentes, los citados El anillo de Clarisse (1984) y Utopía y desencanto (1999), Magris dejaba trazadas en sendas colecciones de la mejor literatura comparada las coordenadas del pensamiento de una modernidad en crisis pero siempre en búsqueda del sentido, abandonadas ya las aspiraciones a la totalidad del llamado gran estilo de la épica pretérita. Siempre con Europa como centro de gravedad, Claudio Magris no ha dejado de indagar, a través de modos y géneros en bucle entre ficción y no ficción, en las condiciones de un mundo donde los valores que deberían contrapesar el dominio de la eficiencia, la utilidad y la rentabilidad más inmediatas, así como dar voz a las exigencias de las necesidades sociales más urgentes de nuestro tiempo, se encuentran desactivados. En mitad de una nivelación de las diversidades colectivas y las peculiaridades individuales se está operando una atomización salvaje, negadora de toda posible universalidad. En este contexto, la voz y la escritura magrisianas constituyen uno de los faros más avizor de los riesgos y posibles remedios de dicha crisis.

      La reflexión profunda, mediada por la escritura y las lenguas y literaturas que Magris lee, traduce y vierte en su prosa extraordinariamente dúctil, arraigada tanto en la memoria como en lo social y, al mismo tiempo, poética, hacen de su obra uno de los conjuntos imprescindibles tanto para el estudioso del fenómeno literario contemporáneo como para cualquier lector exigente, con experiencia y vocación de visitar y comprender mejor los cruces de la literatura europea y mundial. A pesar del citado reconocimiento internacional, su obra ha sido relativamente poco estudiada en nuestro país.3 Desde el grupo «Teoría de la literatura y sus aplicaciones» de la UGR se propuso este homenaje a la figura y la obra del gran intelectual italiano, invitando a profesores e investigadores a profundizar en sus lecturas del autor de Il Danubio, dando el paso a la reflexión teórica y crítica, preferentemente desde la perspectiva comparatista. Fruto de aquel empeño, que contó con el apoyo y la participación en Granada, durante todas las sesiones, del propio Claudio Magris, es el libro que ahora el lector tiene entre las manos y cuyos contenidos vamos a presentar brevemente a continuación.

      En el primer texto, que se corresponde con una conversación pública mantenida con el mismo Magris, el autor celebra el valor de esta modalidad de pensamiento y de discurso, por no pocos momentos genuinamente narrativo. Recogemos así una de las más recientes y amplias muestras del arte de la conversación en Magris, de su capacidad y talento para cuestionarse y regresar sobre asuntos, problemas literarios y no literarios, que en la viveza del absoluto presente desarrollan y extienden las respuestas que esas mismas cuestiones han encontrado en sus libros. Desde la trascendente condición triestina o el rigor en la actitud filológica como respeto al acontecimiento y a los datos históricos en todo trabajo de escritura, pasando por la imbricación de hechos reales y ficcionalización (con una jugosa memoria de la cocina tanto de su primera ficción, la borgesiana Conjeturas sobre un sable, como de su gran novela sobre el drama de las utopías contemporáneas, Alla cieca), la fascinación por la realidad o la conflictiva figura del «intelectual», hasta llegar a las contradicciones últimas de la institución universitaria (la alarmante pérdida del sentido de lo histórico) o la evaluación entusiasta de las funciones del periodismo, esa «gran milicia» o «escuela de resistencia», como la llama el mismo autor triestino tras su larga (medio siglo) experiencia de escritura para Il Corriere de la Sera. Todas estas cuestiones son enhebradas en el itinerario de un diálogo en el que Magris nos regala una lúcida y provocadora definición de la cultura que el lector descubrirá en el corazón mismo de la entrevista y que es síntoma de ese rigor conceptual y certera puntería verbal del gran ensayista que es: «Cultura significa solo una cosa: la capacidad crítica y autocrítica que sitúa a cualquiera y a uno mismo en el contexto de la generalidad, sin ser víctimas de la idolatría particular». Se aborda también en esta conversación la mezcla de grandes modos o géneros literarios que él practica y siente como una constante cultural, raíz y corazón de lo que Mijaíl Bajtín estudió como dialogismo literario, pero que ha de cultivarse con respeto a la especificidad de cada forma. Su descubrimiento, a partir de Ernesto Sábato, de la relevancia de la «escritura nocturna», es decir, de la voluntad y capacidad del escritor de darle voz (voces) a pensamientos o vivencias ocultas, interiores e inconfesables, en las que aparentemente uno no se reconoce, del mismo modo que se hace con las que sí se reconocen, nos llevó a reflexionar también sobre la experiencia de escribir para el teatro piezas (Stadelmann, La exposición, Así que usted comprenderá) en las que emergieron más y mejor esas voces interiores, esa «dimensión nocturna», incluida la fisicidad de la palabra oral que habría de incorporarse sobre las tablas del escenario.

      De la mano de una de las voces críticas más autorizadas sobre la obra de Claudio Magris, la de Mercedes Monmany, el lector encontrará en este volumen una suerte de mapa, una cartografía necesaria para poder acercarse al extensísimo tapiz de la cultura literaria del autor con la orientación y referencias que solo una atención crítica sostenida como la de Monmany puede proporcionar. Presentado como uno de los ejemplos que, según Piglia, demostrarían que los grandes críticos o «historiadores de las ideas literarias» resultan ser también escritores de literatura (Ezra Pound y Kafka, a los que Monmany añade Gottfried Benn, Proust, Valéry, Auden, Eugenio Montale o Mandelstam) y destacando «esa mezcla de erudición no convencional y poesía que le caracteriza», la autora le define como un gran «pasador de fronteras», como el «gran maestro del comparatismo» que indudablemente es. No es fácil encontrar un parangón con la capacidad de Magris para servir de puente entre la Europa occidental y la Europa oriental (que debería ser llamada central). Entre las muchas y memorables páginas que el autor de El Danubio ha dedicado a reflexionar y cuestionarse sobre la identidad de frontera, Monmany acierta a subrayar cómo Magris ha enseñado a sus lectores la incidencia y relevancia no solo de las fronteras nacionales, sino también de las culturales, lingüísticas y psicológicas. Su magisterio es, ante todo, deudor de su extraordinario dominio del lenguaje y de «un estilo poético de una capacidad adictiva y cautivadora». Magris concita «rigor, brillante capacidad analítica, pero también sentido común y gusto estético». Es la mezcla perfecta del «pensar centroeuropeo» y la sensibilidad mediterránea. Sus ensayos han abierto hermosas ventanas a las obras de autores imprescindibles (Bashevis Singer, Svevo, Conrad, Knut Hamsun o Musil) pero, al mismo tiempo, han demostrado y estimulado a «debatir y razonar sobre ellos», a prolongar su vida en la lectura, la crítica y el diálogo del historiador

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