Los reinos en llamas. Sally Green
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Читать онлайн книгу Los reinos en llamas - Sally Green страница 6
—¿Azul? El anciano rey usaba el púrpura como su color. ¿No tendría que cambiar Tzsayn toda su condenada ropa y pintura corporal ahora que su padre ha muerto?
—No, los colores reales se alternan según el rey. Así que el color de Tzsayn seguirá siendo azul. Cuando él tenga un hijo, ese hijo usará el púrpura como su color, tal como el padre de Tzsayn. De todos modos, espero que usted use el blanco. ¿O no se lo pintará de ningún color?
—¿Podemos conversar sobre algo diferente al cabello?
—No estaba conversando sobre el cabello, sir Ambrose.
Ambrose miró a Tanya de cerca.
—¿Te envió ella? ¿Por qué no vino personalmente?
—La reina sabe que si ella fuera vista con usted sería… desventajoso para su posición. Pero consulta su estado con los médicos todos los días.
—¿Fue ella la que envió los médicos? ¿No fue Tzsayn?
—Ella envía médicos a muchos de sus hombres, los cabezas blancas.
—Suenas como un político.
—Qué bien. Por aquí hay que ser como ellos.
—¿Y mi dama también es uno?
Tanya frunció los labios.
—Lo es. Pero la política por sí sola no ganará esta guerra. Ella necesita hombres que puedan mostrar lealtad y oponerse a Brigant… por más que hayan perdido mucho y puedan perder aún más. Necesita su apoyo, sir Ambrose.
—Siempre lo tendrá, Tanya. Lo sabes bien.
Tanya asintió, pero no respondió.
—¿Puedes contarme más? —preguntó Ambrose—. ¿Se encuentra bien? La última vez que la vi estaba encadenada a una carreta. De hecho, la última vez que la vi me estaba arrojando una lanza… Bueno, no a mí, a Boris. Así que déjame reformular la pregunta: ¿se encuentra bien la reina? La última vez que la vi estaba por matar a su hermano.
Tanya desvió la mirada un momento.
—Ya se recuperó de las heridas que recibió por estar encadenada a la carreta. Agradezco su preocupación al respecto. Su hermano era un monstruo. No creo que esté exagerando al decirlo. Y su muerte no es una carga que pese mucho en el corazón de mi señora.
Al pensar en el corazón de Catherine, Ambrose quiso saber más y se le escapó otra pregunta:
—¿Y Tzsayn? ¿Cómo está él?
—Recuperándose de sus heridas.
Ambrose arqueó una ceja.
—¿Sus heridas?
La joven parecía un tanto nerviosa cuando respondió:
—Heridas menores producto de su encarcelamiento. Pero no lo veo mucho; es un hombre ocupado. Ser rey es… un trabajo de tiempo completo.
¿Entonces Catherine se veía con Tzsayn? ¿Con qué frecuencia? ¿A diario?
Tanya parecía haber recuperado el aplomo cuando dijo:
—Seguimos en guerra, sir Ambrose. El rey tiene muchas responsabilidades, al igual que la reina. La posición de Catherine depende de muchas cosas, incluyéndolo a usted. Necesita su ayuda. Necesita personas a su alrededor que puedan combatir, liderar e inspirar.
—Entonces, ¿se me permite estar cerca de Catherine? ¿Puedo reunirme con ella?
Tanya sacudió la cabeza.
—No puede ser vista con usted, Ambrose, y mi señor sabe bien por qué. Si intenta verla, corre el riesgo de arruinar la reputación de la reina: de arruinarla a ella. Si en verdad la aprecia, y sé que así es, ella necesita su apoyo como combatiente, no como amante.
—Antes, cuando estábamos cruzando la Meseta Norte, ella quería que yo fuera ambas cosas —Ambrose habló en voz baja, dudando si debería haber mencionado esto, aunque su interlocutora fuese Tanya.
—Sí, ella me lo dijo. Y en Donnafon ambos aprovecharon cualquier momento para pasar tiempo juntos. Y por esa razón, la reina casi pierde la vida. Pero lo que ahora está en juego es mucho más grande, Ambrose. No es sólo la vida de Catherine la que pende de una balanza, también todas nuestras vidas. Ella es nuestra reina. Su honor tiene que estar por encima de todo reproche y su lealtad a Pitoria debe ser incuestionable.
—¿Y yo soy cuestionable?
—Mi señor es un buen hombre y un buen soldado, Ambrose. Y necesita demostrarlo.
—¿No lo he hecho ya?
Tanya sonrió.
—Todos debemos probarlo una y otra vez. Ahora disfute de la comida antes de que se enfríe.
EDYON
CALIA, CALIDOR
—Éstos son los procedimientos para el día de tu investidura —el príncipe Thelonius le entregó un pergamino a Edyon—. Todo está organizado. Habrá celebraciones en todo Calidor. No podría sentirme más feliz. Tú eres el futuro de este reino.
Edyon ya había sido reconocido como el hijo de Thelonius, pero la investidura era un procedimiento formal para confirmar sus funciones y títulos: ahora era un príncipe, el príncipe de Abasca, y lo más importante, el heredero al trono de Calidor. Edyon echó un vistazo a los eventos enumerados en el pergamino, pero considerando que él era el futuro del reino, su nombre no se mencionaba muchas veces.
—Gracias, padre. Me aseguraré de seguirlo al pie de la letra. Pero, hablando de letras, ¿puedo plantearle un problema? Cuando vine de Pitoria traje conmigo un mensaje importante del rey Tzsayn y la reina Catherine. Eso fue hace una semana. La carta era una solicitud urgente de ayuda de su parte. Siento que debemos responder, y pronto.
Edyon requirió de toda su fuerza de voluntad para no gritar “¡Ahora!”, pero pensó que era poco probable que su padre, a quien había visto por primera vez la semana anterior, se tomara a bien algo así. No obstante, era ahora que se necesitaba la ayuda. Cuando Edyon salió de Pitoria, se habían enterado de que Aloysius estaba concentrando humo de demonio. Una vez que obtuviera el suficiente para vigorizar su ejército de jovencitos, no habría forma de frenarlo. No había tiempo que perder. Thelonius había derrotado a su hermano Aloysius en la última guerra y todos contaban con él para hacerlo de nuevo.
—Tienes razón, Edyon. Y he decidido que enviaremos una delegación a Pitoria para asegurarnos de que estamos plenamente enterados de la situación ahí.
¡Una delegación! No parecía gran cosa. Edyon había imaginado que su padre enviaría a todo el ejército una vez que entendiera la dimensión de la amenaza. Pero una delegación era mejor que nada, y ya era un primer paso. Quizás entonces los dos reinos podrían trabajar juntos compartiendo información, hombres, suministros…