Cuaderno de Emaús. Luis de Lezama

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Cuaderno de Emaús - Luis de Lezama

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mi promesa de ser fiel,

      honesto,

      consecuente con mi mundo de renuncias,

      que no es el tuyo.

      Añorando te busqué

      en la intimidad de mi silencio.

      Tú ni siquiera lo supiste.

      No te enteraste

      que aún estaba enamorado.

      Lo que para ti era un honor era para mí un desespero.

      Hoy he superado el tiempo y la distancia.

      Guardo el secreto retrato de tu cuerpo.

      Sé dónde está el lunar

      con el último recorrido que hice de tu espíritu.

      Guardo el pañuelo que encierra tu suspiro.

      Guardo el recuerdo de lo que quise y nunca llegué a tener.

      Es lo que queda de ti misma.

      Guardo un rosario de porqués inexplicables.

      Sin respuesta.

      Guardo todos los billetes de los viajes de ida y vuelta

      que hice hacia dentro de ti desde mí mismo,

      en el carruaje de mi fantasía.

      Viajes sin retorno,

      perdido en el epitalamio

      de un tránsfuga de mi mundo

      a ninguno otro posible.

      Guardo el olor,

      mejor aún,

      la fragancia fresca de tu cuerpo a manzana

      que nunca llegué a arrancar de tu árbol.

      Te guardo toda entera para ser consumida en otra vida.

      De mi soledad ando celoso

      cuando miro y no encuentro las lágrimas

      que había buscado en tus ojos.

      31

      CRISTO

      Si Cristo hubiera muerto vestido

      en vez de desnudo,

      habría sido menos atractivo.

      Si Cristo hubiera esperado a los setenta años

      para convertirse en víctima,

      habría perdido fuerza su mensaje.

      Si Cristo hubiera sido minusválido,

      su imagen no habría sido simpática.

      Si Cristo no hubiera tenido talante

      de aventurero, habría construido una casa,

      educado una familia, mantenido un negocio,

      programado un desarrollo económico, difícilmente

      habría resistido nuestras críticas.

      ¿Por qué Cristo eligió lo contrario de la

      mayoría de los hombres?

      ¿Por qué los demás, esa inmensa mayoría,

      no puede morir desnudo, ser joven,

      aventurero y bohemio, desinteresado?

      CRISTO es para mí ALGUIEN

      que está aquí y ahora mismo.

      Con rostro de persona.

      con palabras de mi lenguaje, como hombre de mi tiempo,

      como continuidad de su presencia en la tierra,

      de su nacimiento un día en Belén.

      Es un cliente de mi tienda.

      Es un trabajador de mi empresa.

      Es un compañero de mi vida.

      Es el muchacho de Nuevo Futuro

      al que yo acojo y recibo en mi casa.

      Es el drogadicto que pide el milagro:

      «Señor, si tú quieres, quedare limpio»

      de esta nueva lepra de nuestro tiempo.

      Es la mujer que ayer en esa misma silla

      me confesó sus problemas matrimoniales

      con un compañero sacerdote.

      Es un socialista que reza

      y un cristiano «de siempre» metido en la rutina

      que está harto de esta Iglesia que critica.

      Es un hombre de actualidad permanente

      con el que me entiendo,

      tengo audiencia cuando quiero

      y al que entrevisto todos los días

      para saber qué hacer,

      qué decir,

      qué pensar.

      Y someter a su criterio toda mi vida.

      Me encuentro cómodo con un Dios que es hombre.

      No sé por qué se empeñan tantos curas en demostrarnos que es Dios

      con teologías baratas que apenas hacen falta,

      porque sobra y basta su PALABRA.

      32

      LA BICICLETA DE MI VIDA

      Dedícame,

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